Luego de cerrar la puerta de la oficina de papá Novicci, emprendí mi camino hasta mi habitación. Fui dando saltitos hasta las escaleras, algo que no hacía desde hace tiempo. Subí escalón por escalón y extrañé más que nunca los ascensores. Afortunadamente había comprado estas nuevas botas que eran mil veces más comodas que los tacones de Fedrika. Aún así me aseguré de sostener el barandal por que un accidente en escaleras era clásico de este tipo de novelas. Aunque pensándolo bien, tiene más popularidad cuando la axidentada está embarazada, algo que ciertamente no es mi caso... No es mi caso ¿Verdad? Fedrika te lo pido por favor, decime que no te embarazaste un día antes de que yo me atorara en tu cuerpo.
Me toqué el vientre, pinché mi ombligo y todo se sintió tan blando e inofensivo que elegí creer.
Tenía ganas de celebrar. Algo pequeño, me merezco un buen capricho. En mi otra vida cuando conseguía un poco de dinero extra me lo gastaba en unos bombones y me quedaba hasta tarde viendo una maratón de películas y haciendo stream. No es que fuera influencer, tal vez tenía cien seguidores como mucho, pero lo hacía por que era divertido comer golosinas y comentar tonterías y leer el chat... Es un poco triste ya no poder hacerlo. Pero todavía puedo conseguir golosinas, además tengo entendido que aquí hay una biblioteca enorme, por lo menos un libro interesante debe tener ¿No? Y si no es así, estoy forrada en plata, puedo comprarme todo lo que quiera para entretenerme. O podría tener un jardín secreto como en una película que vi alguna vez de pequeña o podría hacer un viaje... Después de todo no tuve luna de miel.
Mientras me encontraba perdida en mis pensamientos, una enorme mano tomó mi muñeca y juro que pude reconocerla. Solo un idiota en el mundo es tan violento conmigo. Volteé y si, su molesta cara enojada otra vez.
— ¿Qué has hablado con mi padre?
¿No se comunican entre ellos?
— ¿Por que no vas y se lo preguntas a tu papito?
— no te hagas la tonta. Tu y yo vamos a hablar.
— ¿De qué? No tengo nada que decirte.
Apretó mi brazo con más fuerza, obligandome a chillar de dolor.
— yo si. No me ha gustado nada lo que has hecho durante el desayuno, no permitiré que me humilles frente a mi padre.
El resto de la familia también estaba presente, tanque de leche deslactosada. Detesto profundamente a este tipo.
Golpeé su mano sin conseguir quitarmela de encima.
— Te humillaste tu solo actuando como un idiota. Sueltame de una vez.
Furioso, me sacudió la muñeca, arrastrando todo mi cuerpo en un bamboleo sísmico. Su voz era profunda y sus ojos parecían querer quemarme en vida. Si fuera un animal, apostaría que sus dientes intentaría destazar la carne de mi cuello.
— no puedes hacer esto, no puedes faltarme el respeto, soy tu esposo lo quieras o no, tengo derecho sobre ti. — soltó mi muñeca solo para tomarme por los hombros y sacudirme — Eres de mi propiedad. Tu, tus cosas, incluso este vestido inmundo de plebeya que te has comprado con MI dinero.
Después de un segundo, reinó el silencio entre los dos. Mi respiración era agitada y estoy segura de que él se creía mi vencedor y por sus palabras, infiero que también el completo dueño de mi existencis. Bueno, al diablo. Se pasó treinta pueblos.
— lo único que te pertenece es esa jeta horrenda que tienes. Que yo sepa ni siquiera eres el heredero del título, las tierras o la mansión ¿No? No, claro que no. Tal vez tu hermano mayor sea el único con derecho a reclamarme por mis gastos, después de todo, el dinero que te dan es parte de SU herencia ¿No? Segundon.
Se sintió tan bien decirle todas sus verdades que no me arrepentí incluso cuando estrelló mi esplada contra la pared en un empujón salvaje. Bueno, este cuerpo es ciertamente más resistente de lo que su delgada constitución hace ver. Por que esta chica a resistido violencias infinitas toda la vida... Pero yo no soy ella. Mi madre hubiera preferido inmolarse antes de permitir que mi padre me levantara la mano. Si bien he tenido mis peleas a lo largo de la vida, jamás me había visto en vuelta en este tipo de situaciones. Por lo mismo, no me parece tan descabellado haberme quedado paralizada del puto miedo. ¿Este era el héroe? ¿Este era el hombre que se suponía salvaría el día?
— Lava tu sucia boca antes de hablar... — No era capaz de consolidar sus amenazas antes de lanzarlas. Estaba tan furioso que no creo que su cordura estuviera en posición. — tu no sabes nada. No entiendes nada. Maldita la hora en la que me obligaron a casarme con la basura más repugnante de los Cabernet. Pero me separé de ti aunque sea con la muerte.
Entonces una voz nos interrumpió.
— ¿QUÉ SIGNIFICA ESTO?
Era la voz de papá Novicci y su santa presencia caída del cielo. Alcé la mirada sobre los hombros de mi... Esposo y vi a mi salvador de pie en el último escalón. Tan airado, recto e intimidante como cabía esperar de él. Su mirada reflejaba la indignación que sus palabras interpelaban. Junto a él, a escasos dos pasos de distancia, se encontraba el Sr. Boulois, sus numerosos documentos desperdigados por el suelo y en su rostro conmocionado vi clara, transparentemente el horror. Sus ojos azules tan paralizados como los míos, sus hombros tensos, la mandibula apretada como si temiera moverse. Su respiración y la mía eran agitadas y pude reconocer en él, lo que sentía yo misma. Y estoy segura, mis ojos volvieron a pedirle ayuda.
Mi esposo me soltó cuando su padre avanzó escalón por escalón hasta nosotros. Sé que le gritaba cosas, estoy segura, pero no conseguí escucharlas, por lo menos no la mayoría. Mi mente solo podía pensar en que me libré por pura casualidad. Y arrastré mi cuerpo en el sucio suelo para alejarme de él. Me di la vuelta para intentar levantarme con estas faldas enormes, la estructura de metal y ese maldito temblor en mis piernas. Pero en el zumbido que martilleaba mis oídos, pude escuchar la voz más suave del mundo y sentí en mis manos el toque de las suyas. Eran un poco ásperas, un poco frías y definitivamente de dedos huesudos, consumidos. Pero esas manos tan distintas eran amables. Su agarre era firme, confiable.