La Viuda De Weterbell

CAPITULO TRES: LA PROPUESTA

“Pasaron los días y nuestro romance cada vez iba mejor, pero como cada vez que era feliz, él se tenía que marchar, pero esa vez sería diferente… él tenía algo en mente de lo cual yo no me negaría y que aceptaría una y mil veces sin pensar en las atroces consecuencias y en las burlas, humillaciones y demás que con ello llegaría.” 

Nos encontramos en el parque al que siempre nos dirijamos después de mi jornada de trabajo en un pequeño Picnic que organizó con su primo para nosotros, su nerviosismo era palpable, pero no le di mucha importancia pues él siempre parecía estar nervioso y era entendible, estaba muy lejos de su hogar en un lugar con muchas más cosas de las que estaba acostumbrado a decir verdad y aunque para mi era tierno, para el rubio frente a mi era aterrador.

Volteaba para todos lados y una gota de sudor era visible en su frente, de pronto su respiración empezó a fallar y estaba más pálido que de costumbre. Me preocupé y le pregunté una y otra vez que sucedía, pero se negaba a decirme o darme algún indicio de lo que pasaba. En un momento ya no resistió más y me pidió que fuese por agua, salí corriendo dado que me encontraba asustada, cuando regresé no creía lo que estaba sucediendo, traté de hablar pero el empezó primero…


—Estar a tu lado, me ha dado la felicidad más grande de este mundo en las últimas semanas. Cuando te conocí no pensé que te convertirías en ese ser indispensable en mi vida, me has dado alegría y seguridad, no hay un solo día en que no te extrañe con locura y quiera pasar contigo el resto de mis días. Se que posiblemente esta sea la última vez que vuelva a la ciudad, pues se le debe dar la oportunidad a otros miembros. La decisión es difícil y lo sé, no te pido que dejes tu vida para adentrarte en algo de lo que posiblemente no puedas huir, pero te pido Alice, en este momento que me hagas el hombre más feliz del mundo y seas mi esposa. – él termina su discurso y yo me encuentro llorando, pues es lo más lindo que alguien me ha dicho a lo largo de mi vida.

—No tengo palabras para describir lo que siento en este momento, no tengo nada que perder aquí y eso lo sabes, así que sí,  acepto ser tu esposa Lordand.

Guardamos mis pertenencias en una vieja maleta que traían consigo, al tener tan pocas se hizo fácil empaquetar todo. Un día antes renuncié a mi trabajo en el minimarket y el primo de Lorand inició a darme ciertas indicaciones para cuando llegáramos.

 

“ Nunca se me explicó la humillación que viviría ante el parlamento, esas personas son lo más humillante que puede haber en la vida y es que ni siquiera en los orfanatos fui tratada de tal manera, la forma en la que te miran, te hacen caminar y te escudriñan es lo más degradante que una mujer puede vivir.” 
 


Llegamos a Weterbell después de dos días de un largo viaje en auto, avión y barco, pues el pueblo se encuentra en una lejana parte de Rumania, es tanto así que ni siquiera parece en el mapa, oficial, puesto que según lo mencionado, el parlamento de la antigüedad había hecho un acuerdo con el gobierno y así las personas no interrumpieran en La Paz del pequeño lugar.

Después de aquel viaje tan agotador, lo mínimo que yo deseaba era descansar, pero mis deseos fueron postergados debido a que antes de ingresar al pueblo, tendría que dirigirme al parlamento y que ellos me aceptasen, si eso no ocurría me enviarían de regreso a la ciudad.

La visita al parlamento no fue nada grata, pues fueron denigrantes hacia ambos, el primo de Lorand al ser parte de aquel aquelarre porque no se le puede decir de una forma diferente, se encargó de decir que todos nuestros encuentros habían sido acompañados por él y que no habríamos tenido encuentros sexuales. Eso parece satisfacer al grupo, pero no del todo; continúan haciendo preguntas y cuando ya se les agotan, me hacen la última pregunta y la más decisiva de todas.

—Señorita Alice Miller, ¿acepta usted renunciar a cualquier recuerdo del mundo moderno, no comentarlo con la comunidad y pertenecer aquí hasta el día de su muerte? – manifiesta el hombre robusto y de semblante intimidante.

—Acepto – en cuanto digo las palabras aparece una mujer que según me explican ellos, tomará aquello que debería seguir conmigo si quería pertenecer a la comunidad.

Ya en una habitación separada de los hombre intimidantes, la mujer me enseña un pañuelo blanco, una bata de hospital y un baño.

La mujer introduce un hisopo por mi vagina y en cuanto lo saca, este se encuentra manchado de sangre, a lo que la mujer sonríe y lo pone en el paño. Me indica que me vista y que me esperara para así dar la noticia a todos juntos.

No entendía porqué esa mujer habría comprobado mi virtud, me sentía humillada y aunque no había nadie más en la habitación, me sentía señalada y burlada. Aún así me cambié lo más rápido que pude, me seque las lágrimas y salí. Entre más rápido acabáramos con este circo, mucho mejor.

Para mi desgracia las cosas no acababan allí,  me aceptaron y resulta que me tengo que quedar en aquel lugar hasta el día siguiente donde ellos mismos me presentarían a la comunidad, no podría decir de donde venía, solo se sabría que era de un lugar lejano, me brindaran un par de cambios de ropa hasta que mi esposo pueda proveerme tales cosas y sino hay presupuesto para la modista, el parlamento le otorgará un crédito aunque no lo creen necesario.

Tampoco podré vivir con Lornand hasta que no estemos casados, así que se me enviará al palacio de concubinas solteras hasta entonces; es tanta información que me marea y por poco me desmayo, Lornand debe retirarse y yo debo quedarme en aquel palacio frío y con aquellas voces detrás de la puerta, juzgando todo a su paso.

“Dicen por ahí que hay veces en la vida en donde no medimos las consecuencias de nuestras palabras o quizá no premeditamos antes de hablar, pero también se dice que una persona enamorada, hace cualquier cosa con tal de permanecer con aquel ser que amas… lo que yo nunca imaginé es que duraría tan poco”. 
 



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En el texto hay: viuda violencia disriminacion

Editado: 01.03.2021

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