Miro el montón de tierra que me rodea, ¿Cuántos años sin sentirlas? ¿Cuánto tiempo sin saber lo que era estar fuera de los barrotes?
Acaricio el sucio pero relajante suelo, mientras tierra tan rojiza como los cerezos que comía cubren mi piel y mis uñas.
Siento calma y media pizca de felicidad; una pizca ya porque solo con levantar la mirada, solo hay dudas, tristezas, preocupaciónes y dolor.
— ¿Te gusta? —entiendo sus palabras, pero no entiendo su rara sonrisa.
Levanto lo que ahora es una palma rojiza y la paso entre su cabello y rostro, cubriéndola de rojo. A pesar de hacerme esa pregunta todo es extraño ante esta situación, porque la pregunta no era si me gustaba, su pregunta no era si iba a morir, sino más bien cómo iba a morir; porque a pesar de que no me entendiera, sabía que ambos queríamos lo mismo, sabía que ambos queríamos ser libres en donde pudiéramos crear nuestras propias historias, una en donde los humanos no existieran.