Hola, Padre, soy yo, tu hija, la que ha soltado tu mano, la que se ha alejado de ti, la que ha corrido lejos de ti, la que ahora está afligida, la que ahora te necesita. Señor, perdóname por todo lo que he hecho, he jugado contigo, me he burlado de ti, he perdido el temor a ti. Te he hecho sentir enojo, tristeza, decepción, ¿Cuán grande es tu amor por mí? El solo imaginar tus ojos llenos de lágrimas me hace sentir lo que realmente soy, una mala agradecida. Tu amor incondicional te llevó a enviar a tu Hijo Unigénito a morir por mí, sufriste lo que yo merecía, sufriste injusticia por mi culpa. Resusitaste dándome vida eterna, dándome el perdón. Dios, ahora me enfrento a una prueba mucho más grande, siento que mi mundo se destruye. Y ese es mi error, el convertir lo terrenal en mi mundo. Admito que te he fallado, admito que soy culpable pero Tú, me llamas por mi nombre, susurras que me amas al oído con esa voz estruendosa y armoniosa. Ahora en medio del vacío que oprime mi corazón te digo que no importa lo que deba pasar, no importa lo que vendrá, yo te seguiré, tomaré mi cruz e iré hacia ti, agarraré tu mano, me aferraré a ella, me aferraré a tus promesas, a la esperanza que das, quiero volver a sentir esos abrazos llenos de calor, esos abrazos que calman las tempestades, es cierto que debo de buscarte aun que no esté en problemas, y eso es lo que más me duele, sin embargo, te encuentras a la espera, sigues esperando el día que regrese a casa, y ahora debo decir que me encuentro como el hijo pródigo. He gastado todo y no tengo nada. Papá he vuelto a casa.