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Cuándo encuentras a esa persona especial…toda la vida se hace más llevadera, con Nati siempre podía contar, para ayudarme, protegerme, o simplemente para un fuerte abrazo. 
Llevaba cierta prisa, el semáforo en rojo que parecía nunca poder cambiar el color. 
Tenía mucha comezón en las pantorrillas…ciertamente, era desesperante, aún puedo recordar cuando estaba en secundaria, durante todos los exámenes no recuerdo el día en el cual no hubiera estado nervioso, ansioso…era además de picazón en el cuerpo, un pequeño tic en mi hijo izquierdo, latía a su voluntad, era muy molesto. 
Ya faltaba poco para llegar a casa, la calle totalmente vacía, es decir nunca fue una ciudad con mucha vida nocturna, pero se podia ver grupos de jóvenes agrupados o en su defecto bebiendo alcohol…o tomando alguna sustancia de dudosa procedencia. 
Sin lugar a dudas la gente se había echo con la noticia y el miedo se generalizó. 
Me baje del auto, encendí la luz intermitente mientras abría el portón del garaje, las arañas caminaban en el frío marco de metal por el cual de deslizaba las ruedecillas del pesado portón. 
–Hola mi amor – expresando felicidad y alegría de finalmente estar en casa luego de una larga y ardua jornada laboral. 
–Hola comisario Noah lo estuve esperando – se dirigió hacia mi con un tono muy provocador que me encendió al instante – Fui una nena mala hoy...temo que tendrá que esposarme y castigarme – con mucha pasión y animándome a esposarla al espaldas de la cama. 
Luego de dos extenuantes horas de puro fuego y pasión, me susurro al odio el te amo más dulce que pude oír jamás, callo suavemente hasta mi pecho y nos dormimos sumergidos en un largo y eterno abrazo.