Laberinto de Amor

Prologo

Una tarde de verano me encontraba sentada en un banquito en medio de un parque. La noche se acercaba, pero eso era lo de menos, para mi seguía estando claro. Las personas iban acompañas por sus parejas, por sus hijos, por amigos o familiares y yo solo los observaba. Todos se veían tan felices y por un instante, por un momento fugaz, me sentí sola. Porque a diferencia de esas personas yo no tenía a nadie junto a mí en ese momento. En el lugar en que me encontraba sentada, estaba junto a un pequeño estanque. Este contenía pequeños peces que apenas comenzaban a vivir. Dentro del estanque sus pequeños cuerpos se movían con una facilidad increíble como un nadador profesional en una competencia a punto de terminar su primera vuelta. ¿Cómo sería nadar como un pez? ¿Para esos peces la vida era difícil? Muchas preguntas corrían por mi mente en este momento. Era tan despistada de vez en cuando, pero no podía evitarlo. Todas esas preguntas por más tontas que parecieran siempre tenían sentido. Aunque fuera un poco.

No sé en qué momento un muchacho de tez blanca se sentó junto a mi y me observaba fijamente. Me percate que me observaba en cuanto termine de hacerme preguntas tontas.

- ¿Qué miras eh? ¿Se te perdió algo amiguito? - Le pregunte. El bajo su mirada y se sonrojo por mis bruscas preguntas.

-Solo te vez tan concentrada que me dio curiosidad el saber en qué estás pensando. - Me contesto tímido. Rei y lo mire fijamente sonriendo.

-Se me ocurren preguntas tontas y no puedo evitar concentrarme en mis tonterías. - Le respondí. El mostro una sonrisa y asintió. -Me preguntaba: ¿Cómo se sienten los peces? ¿Se les hará difícil buscar comida? Es fascinante honestamente. La forma en que todo corre tan natural, como la naturaleza fluye y todo es tan maravilloso-

El chico sonríe y se mantiene atento a cada palabra. Estuve alrededor de unos veinte minutos diciéndole todo eso que nunca le dije a nadie. Sabía que en algún punto no lo volvería a ver, pero una parte de mi quería seguir viéndolo porque su compañía me parecía tan confortante y me sentía en casa.

- ¿Podrías decirme la hora? - me pregunte de la nada.

-Son las siete y media. - le dije. El se levanto del banquito y tomo su mochila. Lo agarre por su chaqueta y volteo a mirarme. Sus ojos color café tenían una pizca de confusión y curiosidad que me llamaba la atención. - ¿Te veré otra vez? - Le pregunte.

El me sonrió y asintió la cabeza. - ¿Te parece mañana a esta misma hora y en este lugar? - me pregunto. Asentí la cabeza y el sonrió. -Espero verte mañana. - y se marchó.

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Esa misma noche me encontraba en mi cuarto hablándole a mi mejor amiga, Clara, quien me pedía que le repitiera por duodécima vez esa noche todo lo ocurrido en las pasadas horas. La mire detenidamente ya completamente irritada con la pelinegra que se encontraba sentada al borde de mi cama mirándome curiosamente y genuinamente interesada en la historia que le acaba de contar.

-Nena esto parece sacado de una película de romance- me dijo dándome en el hombro suavemente. Sus ojos color hazel se llenaban de malicia y emoción. -Ahora cuéntame, ¿era lindo el chico? O sea que te atrajo de él, porque no sueles ser así de aventada mi querida Ross. - ella me sonreía abrazando una de las almohadillas que se encontraba en mi cama.

-La forma en que me escuchaba, y sus ojos marrones como el chocolate me atraían como un imán hacia él. Me inspiraba confianza y con él me sentía en casa. Me sentía tan completa en ese momento Clara, y honestamente no me había sentido así en un buen tiempo. Desde el momento en que sentí su presencia a mi lado no pude evitar olfatearlo porque su colonia era simplemente adictiva. - suspiré. Ella dio un pequeño grito acompañado de un saltito, cosa que hacía cuando no podía contener su emoción.

-Clara, ¿y si me lastima? - le pregunte mientras pasaba el peine por mi cabello. Ella refunfuño y voltee a mirarla.

-Le partiré su madre y se arrepentirá de haber tan siquiera hablado contigo- me respondió.

Clara, quien siempre fue y es mi mejor amiga desde que recuerdo, siempre ha estado ahí para protegerme y cuidarme tanto como yo a ella. Todos mis secretos, miedos y terrores, cada pequeña cosita ella la conoce a la perfección.

-Solo porque te hirieron una vez Rossette no significa que todos lo harán cariño. - Clara me dijo poniendo el peine sobre la mesa de noche.

-Deberíamos dormir porque el reloj hace tic, toc Ross- Clara dijo interrumpiendo mis pensamientos y sonrió. Luego de un largo rato de charlas y chistes, ambas caímos rendidas ante el sueño arropadas por el frio de la noche.




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