Ladrona de corazones

Capítulo 5: Una misión

Mi familia siguió charlando sobre la noticia, sin tener idea de lo que yo estaba sintiendo.

—Es una pena que no pueda acompañarlas. Me encantaría estar ahí con mi hermano —dijo Triana llevando su mano a su vientre, dando a entender que el viaje era demasiado para una mujer embarazada.

—Los visitaremos en cuanto sea posible —le prometió Alexor a su esposa para hacerla sentir mejor.

—Tus padres deben estar muy alegres, llevan tiempo esperando que Luken siente cabeza; ¿cuándo es la boda? —preguntó mamá con una sonrisa cariñosa.

—Aquí dice que se celebrará dentro de dos meses, que enviarán las invitaciones formales en unas semanas —explicó Triana.

—¡Dos meses se pasan volando! Entonces tendremos que quedarnos allá hasta la boda, no tendría sentido volver —comentó Irina, mirándome.

Era incapaz de responder, el dolor me sobrepasaba. El amor de mi vida iba a casarse con otra en dos meses.

—Es verdad —observó mi padre, sin percatarse de lo aturdida que estaba yo—. Por los tiempos de traslado, lo mejor será que ambas se queden allá hasta el día de la boda. Nosotros y tus padres los alcanzaremos.

—¡Pero no tenemos vestido para la boda! Partimos en dos días, es imposible que tengamos un atuendo listo en tan poco tiempo —se quejó Irina con verdadero pánico en la voz.

—Tranquila, mañana mismo iremos con la costurera, elegirán sus diseños y nosotros se los llevaremos cuando las alcancemos —dijo mi madre.

—¿En serio harías eso, tía? ¡Eres un sol! —exclamó Irina dándole un abrazo.

 Me levanté de mi asiento, segura de que si seguía más tiempo aquí iba a desmoronarme frente a todos.

—Me duele un poco la cabeza, voy a recostarme un rato —declaré.

No di tiempo a que alguno de mis familiares comentara o se ofreciera a acompañarme, salí disparada del salón con las lágrimas desbordando de mis ojos. Me apresuré por los pasillos de modo que iba prácticamente trotando y llegué a mi habitación justo a tiempo para romperme en mil pedazos. Deslicé mi espalda contra la puerta de madera y di rienda suelta al llanto.

El amor de mi vida iba a casarse con otra. Durante años temí que esto sucediera, pero no imaginé que la vida sería tan cruel como para permitir que él se comprometiera en vísperas de mi llegada. Ahora estaría yo en primera fila para contemplar lo enamorado que se encontraba de esta otra persona que no era yo, lo iba a ver darle los besos que no me daría a mí, dedicarle las miradas de amor que jamás serían mías y acariciar su piel como jamás acariciaría la mía.

Caí presa de una angustia indescriptible, jamás había sentido algo así en mi vida. Mi cuerpo entero vibraba por la potencia de lo que estaba experimentando. Sentí que mi corazón iba a sucumbir. ¿Cómo podía alguien sobrevivir a tanta tristeza?

Alguien hizo el intento de abrir la puerta, pero mi cuerpo estaba estorbando.

—Mi niña, ¿está bien? Su madre me dijo que se sentía indispuesta. ¡Abra la puerta! —escuché la voz de Ryta llena de preocupación.

Aunque no quería, tenía que dejarla pasar. Si alguien más notaba que Ryta estaba afuera sin poder entrar a mi habitación, avisarían a mis padres que algo malo estaba sucediendo y mi dolor se haría público.

Como pude, me levanté del suelo y arrastré mis pies hasta la cama. Una vez que mi cuerpo dejó de bloquear la puerta, Ryta entró y corrió a mi lado.

—Mi niña, ¿qué le sucede? ¡Mire nada más! Está hecha un mar de lágrimas, ¿quién la lastimó? Voy a hacer que pague caro —dijo indignada.

Negué con la cabeza. Había guardado el secreto durante casi cinco años, pero ya no podía más. Debía sacarlo o iba a terminar destruyéndome, era preciso que desahogara mi corazón con alguien.

—Va a casarse, Ryta. El hombre que amo va a casarse con otra —le confesé entre lastimeros sollozos.

Vi en sus ojos que intentaba entenderme, pero no tenía la menor idea de a quién me refería.

—¿Qué clase de despistado elegiría a otra chica pudiéndola tener a usted?

—Es que él no sabe lo que siento... nunca tuve oportunidad de decírselo y ahora ya es demasiado tarde —le expliqué sin dejar de llorar.

Ryta frunció el ceño, me dio la impresión de que encontraba absurda mi confesión.

—¡Pues dígaselo! Ay, lo que una tiene que ver: una niña tan bonita dejándose vencer tan fácilmente —dijo negando con la cabeza—. Ese muchacho tiene derecho a saber lo que usted siente, tal vez él siente lo mismo y no lo ha confesado porque piensa que le es indiferente.

—Dudo mucho que ese sea el caso. Él no me ha visto en años… —solté un largo suspiro, ya había empezado con la confesión, no tenía caso parar ahora—. Ryta, el hombre del que estoy enamorada es el príncipe Luken.

Ryta abrió los ojos de par en par, aunque más que la sorpresa que esperaba, encontré indignación.

—¡Otro Dranber! ¡Ay! ¿Pero qué tienen los niños Autumnbow con los Dranbers? Si seguimos así vamos a terminar convirtiéndonos en dragones —exclamó ella de forma teatral—. Pues el asunto sigue siendo el mismo, mi niña. Ese tal príncipe tiene que saber cómo se siente usted por él y, si tiene al menos dos dedos de frente, la va a elegir. ¡Imagínese! ¿Quién podría preferir a otra chica sobre usted? Si mi niña es el paquete completo: bonita, inteligente, simpática y de sangre azul. Ese Dranber va a considerarse muy afortunado de que usted se haya dignado a verlo. De mí se acuerda.




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