La luz de la mañana se filtraba a través de las nubes, proyectando un suave resplandor sobre el paisaje devastado. Eldric y Lira caminaron juntos, con las manos juntas, dirigiéndose hacia el campo que una vez fue la prisión donde habían vivido los peores momentos de sus vidas. Ahora, este lugar era un eco de dolor, un sombrío recordatorio de lo que habían enfrentado.
Cuando llegaron a lo que quedaba del campamento, la escena era desoladora. Estructuras de madera quemadas y ennegrecidas era todo lo que quedaba de las tiendas que alguna vez albergaron a los bandidos. El olor a humo y destrucción flotaba en el aire, y el silencio solo era roto por el susurro del viento que soplaba a través de los escombros.
—¿Estás seguro de que deberíamos hacer esto? —preguntó Lira, con voz vacilante. Miró a su alrededor, con el corazón cargado con el recuerdo de todo lo que había sucedido allí. Eldric se detuvo, mirando el lugar que una vez fue su prisión. Recordó a los niños, la desesperación y la lucha por la libertad. Ahora, ese espacio había sido despejado por una tormenta de venganza, un espacio en el que él y Lira podían aprovechar los recursos que necesitaban para sobrevivir.
—Sí —respondió él, con voz firme—. "No tenemos ropa, ni comida, ni armas. Y ellos... Es posible que todavía tengan suministros ocultos". La determinación en sus ojos reflejaba la responsabilidad que sentía por Lira y por sí mismo. "Vamos a ser rápidos".
Mientras caminaban por los restos del campamento, Eldric sintió que la tensión aumentaba. Con cada paso que daban, la oscuridad que Vérium le daba parecía palpitar dentro de él, como si estuviera ansioso por un nuevo propósito. No podía dejar que ese poder lo abrumara de nuevo, pero la necesidad de usar la fuerza para proteger a Lira era abrumadora.
Caminando entre los escombros, comenzaron a buscar lo que pudieran. Lira encontró una mochila rota, pero aún útil. En su interior, había algunos granos de comida en una bolsa, casi intactos. Eldric sonrió, sintiendo un poco de alivio. "Esto puede ayudarnos", dijo, mientras Lira se concentraba en buscar más.
Con cada rincón que investigaban, Eldric recordaba los oscuros recuerdos de lo que había sucedido allí. Los rostros de los bandidos, el dolor de perder amigos, todo esto aún flotaba en su mente. Pero alejó esos recuerdos, centrándose en su nueva misión.
Después de unos minutos de búsqueda, encontraron una pequeña tienda de campaña aún en pie. Los pedazos de tela rasgados se mecían con el viento, pero el interior parecía haber sido menos dañado. Eldric apartó la tela y pronto divisaron varias armas: cuchillos, un arco e incluso una armadura de cuero. "¡Aquí!" —exclamó, sosteniendo una espada oxidada pero aún robusta—. Lira sonrió, su expresión se iluminó por un momento.
"Esto nos ayudará", dijo, mientras agarraba un arco y un carcaj con algunas flechas. Eldric sintió un nuevo espíritu cuando vio su determinación. Juntos, podían superar cualquier obstáculo.
Cuando Eldric comenzó a investigar los casilleros, notó una caja cerrada con llave en la esquina de la tienda. Su corazón se aceleró cuando vio que estaba en buenas condiciones. —Espera un momento —le preguntó a Lira, mientras intentaba forzar la caja—. Con un último esfuerzo, la madera cedió, revelando lo que había dentro. La luz del sol se reflejaba en las monedas de oro y plata, un verdadero tesoro que podría ser vital para su viaje.
"¡Dinero!" —exclamó, con los ojos brillantes—. "Esto puede ayudarnos a conseguir nuevos suministros en otra ciudad". Lira se acercó, asombrada por la cantidad. Pero mientras miraban las monedas, Eldric no pudo evitar sentirse desgarrado. Cada moneda era un recordatorio de los horrores a los que se enfrentaban, del precio pagado con sangre y lágrimas.
"Deberíamos tomar lo que necesitamos e irnos", sugirió Lira, devolviéndolo a la realidad. Eldric asintió, cerrando la caja y colocándola en la mochila que habían encontrado. Con cada objeto que colocaban, sentía que la presión de sus propios demonios crecía, pero la presencia de Lira a su lado lo anclaba. Ella era su luz en medio de la oscuridad.
Después de reponer sus mochilas, Eldric y Lira decidieron investigar la última zona del campo: lo que quedaba de la celda donde habían estado prisioneros. A medida que se acercaban, Eldric sintió un escalofrío en la espalda, una sensación que se agravó al ver los grilletes oxidados que aún estaban unidos a la pared. Era un crudo recordatorio de todo lo que había sucedido.
"¿Estás bien?" —preguntó Lira, poniéndose la mano en el hombro. La preocupación en sus ojos hizo que su corazón se calentara, pero también sacó a relucir el dolor que estaba tratando de ocultar. Respiró hondo, tratando de controlar la tormenta de emociones que crecía en su interior.
—Sí —respondió Eldric, pero su voz no transmitía la confianza que pretendía—. Miró fijamente la celda, los ecos de las voces de los niños aún resonaban en su mente. "Sólo... No puedo olvidar lo que pasó aquí". Lira se quedó en silencio por un momento, lo que le permitió procesar sus emociones.
—Tenemos que seguir adelante —dijo en voz baja—. "No podemos cambiar el pasado, pero podemos dar forma a nuestro futuro". La verdad en sus palabras era un bálsamo para su alma angustiada, y Eldric asintió, decidiendo que no podía dejar que el pasado lo detuviera.
Con sus mochilas llenas y un nuevo arsenal en la mano, Eldric y Lira abandonaron el campamento. El camino por delante era incierto, pero estaban listos para enfrentar lo que viniera. Eldric sintió la fuerza de Vérium pulsando dentro de él, un recordatorio constante de lo que podía llegar a ser. Pero con Lira a su lado, sabía que podía resistir. Podrían encontrar un nuevo propósito, un nuevo camino, juntos.