El camino estaba cubierto de hojas secas y palos, un recordatorio constante de que la vida continuaba, incluso después de la devastación que habían dejado atrás. Eldric y Lira caminaron en silencio, con el peso de los últimos acontecimientos aún acompañándolos. El sol se elevó en el cielo, pero incluso su luz radiante parecía incapaz de disipar las sombras que se arrastraban detrás de ellos.
A medida que avanzaban, Eldric no podía evitar que su mente divagara. Cada paso parecía revivir los recuerdos de sus días en cautiverio: los gritos de los niños, las risas de los bandidos y el eco de sus propios miedos. Le había prometido a Lira que seguiría adelante, pero cada momento era una lucha contra los fantasmas que lo rodeaban.
—Eldric —la voz de Lira rompió su trance—. —¿En qué estás pensando? Ella lo miró con preocupación, sus ojos azules profundos penetrantes.
"Sólo... Recuerdos", respondió, tratando de apartar la mirada. "Ese lugar, por lo que pasamos... Todo está todavía muy fresco". Sintió que se le apretaba la garganta, el peso del dolor apenas podía expresar.
Lira se detuvo y le tomó la mano, sus palabras fueron firmes pero gentiles. "No podemos dejar que eso nos defina. Somos más que nuestras cicatrices".
Tenía razón, pero Eldric sabía que no era tan sencillo. Había un lado de sí mismo que se alimentaba de la oscuridad, una parte que estaba lista para ser despertada de nuevo por el Verium. Quería proteger a Lira, pero también quería venganza. La línea entre estos deseos se volvió cada vez más borrosa.
—Tenemos que encontrar un lugar seguro —sugirió Lira, tirando de él de vuelta al presente—. "Si todavía hay bandidos por aquí, no podemos correr ningún riesgo".
—Tienes razón —dijo Eldric, respirando hondo—. "Nos alejaremos de este campamento tan pronto como sea posible".
Siguieron adelante, el bosque se cerró a su alrededor como un abrazo. Los pájaros cantaban, pero Eldric no podía dejarse llevar por la serenidad del entorno. Cada movimiento de las ramas parecía estar plagado de peligro potencial, cada grieta bajo sus pies era un recordatorio de la fragilidad de la vida.
Después de unas horas de caminata, el hambre comenzó a apretarse, e incluso con las provisiones que habían conseguido, Eldric supo que necesitaban encontrar un lugar seguro para repostar y planificar sus próximos movimientos. Era una lucha constante entre mantener a Lira a salvo y lidiar con sus propias emociones, que estaban al borde de una explosión.
Finalmente, al anochecer, encontraron un pequeño refugio en una cueva. La entrada era estrecha, pero la oscuridad del interior parecía acogedora. Eldric vaciló, pero Lira fue la primera en entrar, tirando de él suavemente.
—Descansemos aquí —sugirió, mirando a su alrededor con cautela—. "Podemos protegernos de cualquier amenaza".
Mientras se acomodaban, Eldric sintió que una profunda fatiga lo invadía. El cansancio del viaje, sumado a la lucha interna contra Vérium, era casi insoportable. Lira, al notar su debilidad, se acercó y apoyó su mano en su brazo.
"¿Estás bien?", preguntó ella, preocupada.
"Sí, sólo... —respondió, pero la verdad era que estaba luchando contra la tentación de soltar el Vérium para encontrar un alivio temporal. Sabía que esto podría significar perder el control.
—Confío en ti, Eldric. Juntos, somos más fuertes". Sus palabras fueron como un bálsamo en su alma, y recordó su determinación.
Esa noche, mientras la oscuridad los envolvía, Eldric decidió que no dejaría que el Vérium se apoderara de su vida. Canalizaría esa fuerza en busca de un propósito mayor, en honor a los que habían perdido y para asegurar un futuro mejor junto a Lira.
En los días que siguieron, entrenaron juntos, utilizando el espacio en el claro cerca de la cueva. Eldric le enseñó a Lyre a disparar el arco y a empuñar la espada, mientras que ella le ayudaba a concentrar su poder, mostrándole cómo canalizar sus emociones sin verse abrumado por el Vorium. Pasaron las semanas y, con cada entrenamiento, la conexión entre ellos se profundizó.
Eldric ha aprendido a confiar en su fuerza y a usar el Vérium no solo como un arma, sino como una extensión de su voluntad. Lira, a su vez, se mostraba cada vez más ágil y decidida, perfeccionando sus habilidades y fortaleciendo su propia esencia.
Sin embargo, incluso en medio de esta nueva rutina, las sombras del pasado no estaban muy lejos. Una noche, mientras se preparaban para acostarse, Eldric tuvo una pesadilla. Se encontró de vuelta en el campamento, rodeado por las risas de los bandidos, los gritos de los niños resonando en su mente. Se despertó presa del pánico, su corazón latía rápido.
—¡Eldric! —exclamó Lira, sentándose a su lado, con expresión preocupada—. —¿Qué pasó?
"Yo... estaba allí —respiró con dificultad, el dolor y la culpa inundaban su mente—. "No puedo escapar de ellos. Todavía están en mí".
Lira le puso la mano en la cara, mirándola directamente a los ojos. —No estás ahí, Eldric. Estamos aquí ahora. Eres más fuerte de lo que crees. No dejes que te controlen. Usa este dolor como fuerza".
La determinación en su voz le dio a Eldric algo de calma. Sabía que tenía que enfrentarse a estos fantasmas, no solo para liberarse, sino también para proteger a Lira. Con una última mirada al cielo estrellado, hizo una promesa silenciosa: ya no vivir en las sombras, sino encender la luz que ardía en su interior.