Para celebrar la convivencia y la nueva etapa que estaban viviendo, Eldric y Lira decidieron hacer un recorrido por la capital. Las calles estaban llenas de vida, con vendedores que gritaban para vender sus productos y niños correteando. El sol brillaba intensamente, reflejando la alegría que sentían al estar juntos.
Durante el recorrido, visitaron una feria local, donde Lira compró algunas flores y Eldric se divirtió probando sus habilidades en un campo de tiro al blanco. Las risas y las conversaciones alegres llenaron el aire, y por un breve momento, pudieron olvidar la tensión que los rodeaba.
Sin embargo, cuando regresaron a casa, la escena que encontraron fue devastadora. La casa, que había sido el símbolo de su nuevo comienzo, estaba en ruinas, con escombros esparcidos por todas partes. El mismo líder del ejército que había amenazado a Eldric estaba allí, supervisando la destrucción con una sonrisa de satisfacción.
"¡Oh, bienvenido de nuevo! Solo estoy cumpliendo la promesa que hice", dijo en un tono sarcástico, riendo mientras observaba el dolor en los rostros de Eldric y Lira. La desesperación y la rabia hervían dentro de Eldric como un volcán a punto de entrar en erupción.
La furia se apoderó de él. Ya no podía contener el poder que latía dentro de él. El Vérium estalló en llamas negras a su alrededor, consumiendo a los soldados que habían participado en la destrucción. El calor y la energía eran intensos, una fuerza que no podía controlar.
El líder, al darse cuenta de que la situación estaba fuera de su control, se dio la vuelta y huyó, gritando a sus hombres. "¡El herrero se ha vuelto loco! ¡Tenemos que advertir al rey!"
Con el grito del líder resonando en su mente, Eldric y Lira se pararon entre los escombros de su hogar, lo que una vez había sido un símbolo de esperanza ahora era un recordatorio de todo lo que habían perdido.