En la mañana del día del levantamiento, el cielo estaba cubierto de nubes oscuras, como si el mundo mismo fuera consciente de la transformación que estaba a punto de tener lugar. Eldric y Lira estaban en primera línea, rodeados por un mar de rebeldes ansiosos, con el alma llena de determinación.
El plan era simple pero atrevido: atacar la ciudad mientras las tropas del rey estaban distraídas. Eldric sintió el Vérium palpitando dentro de él, un poder ardiente que anhelaba ser desatado. El grupo esperó en un silencio tenso, el aire cargado de expectación.
Con la señal despierta, estalló la revuelta. Eldric lideró la carga, su cuerpo se movía con agilidad y precisión. La primera línea de defensa del rey, formada por guardias desprevenidos, fue tomada por sorpresa. La batalla comenzó con gritos de guerra y el tintineo de las espadas. Eldric blandió su espada, un arco de sombras, y un devastador ataque de la fuerza de Verium hizo que los guardias dudaran, sus rostros se contorsionaron de miedo.
"¡Adelante! ¡No te detengas ahora!", gritó Lira, su voz resonó como una corneta de guerra. Con sus afiladas habilidades, luchó como una bailarina, sus espadas cortando el aire, derribando a los enemigos con gracia y ferocidad.
El caos se apoderó de las calles. Los ciudadanos, al darse cuenta de los combates, comenzaron a unirse a los rebeldes, armados con herramientas y determinación. Las barricadas que una vez protegieron la opresión ahora se han convertido en símbolos de resistencia. Los gritos de libertad resonaron, y Eldric sintió que, por fin, la esperanza había renacido.
Con la capital levantándose en rebelión, Eldric y Lyra avanzaron hacia el palacio. Las murallas eran inmensas, pero la determinación de los rebeldes era aún mayor. La última batalla tuvo lugar en la escalinata del palacio, donde los combates fueron más feroces. Eldric, impulsado por la furia y el deseo de venganza, asestó poderosos golpes que resonaron como truenos. Los guardias, ahora desesperados, lucharon contra la marea de resistencia que se acercaba.
"¡Ya casi llegamos!", gritó Lira, con los ojos brillando de emoción. Y finalmente, llegaron a la sala del trono, donde esperaba el rey, rodeado de sus últimos leales.