Han pasado tres años desde la traición y el brutal asesinato de Eldric y Lira. La muerte de la heroica pareja dejó una huella indeleble en el reino. La noticia de su ejecución se difundió rápidamente, pero fue distorsionada por los conspiradores, que los pintaron como amenazas para el reino, villanos que planeaban subvertir el orden y apoderarse de la corona.
El nuevo rey, Thalion, ocupaba ahora el trono, pero la paz que había prometido nunca llegó. Su gobierno se volvió cada vez más opresivo, sus ejércitos marchaban por las calles para mantener el orden, y cualquier susurro de revuelta fue rápidamente silenciado. Los ciudadanos vivían en un estado de miedo constante, la alegría de antaño se había convertido en una sombra sobre la capital.
En ausencia de Eldric y Lira, la corrupción se extendió como una plaga. Sin nadie que se opusiera a la tiranía, el pueblo comenzó a perder la esperanza, y el reino, una vez prometedor, fue consumido por la desesperación.
¡Pero algo estaba a punto de cambiar!
En el Mar de Miasma, un lugar evitado por todos debido a su naturaleza maldita e infame, los vientos traían un oscuro presagio. La energía del miasma, que corrompía y destruía todo lo que tocaba, estaba inquieta, como si algo estuviera despertando. El lugar que una vez había sido silencioso ahora palpitaba con una presencia oscura.
Bajo la superficie de este mar de energía corrupta, los huesos de Eldric descansaban, pero su alma nunca se había ido del todo. El resentimiento que albergaba, el odio hacia las personas que traicionaban su confianza y la desesperación de ver a Lira morir en sus brazos, mantenían su conciencia atada al mundo mortal. Durante tres años, su alma fue erosionada y transformada por la oscuridad que lo rodeaba.
De repente, el silencio se rompió. Una explosión de fuego negro brotó del agua contaminada, una fuerza tan poderosa que hizo temblar la tierra. Eldric renació, pero no como el hombre que una vez fue. Emergió como un esqueleto de Vérium imbuido de llamas, con los huesos marcados por runas de dolor y rabia, y cada uno de sus pasos reverberaba como una amenaza de perdición inminente.
Sus ojos, ahora pozos de fuego negro, reflejaban un profundo odio. El dolor que había sentido al ver morir a Lira nunca había desaparecido, solo se había convertido en algo más oscuro. Su mente, una vez humana, era ahora un torbellino de recuerdos y tormentos.
Habían pasado tres años, pero para Eldric, el tiempo no había aliviado su dolor. Si algo había cambiado, era lo mucho que deseaba ver el mundo en llamas. —Pagaste con tu corrupción —murmuró, su voz ahora era un eco macabro que resonaba en las sombras—. "Pero todavía hay muchos más por castigar".
Eldric, renacido en la oscuridad, comenzó su lenta e inexorable marcha, una entidad de venganza cuyo único propósito era erradicar a la humanidad que lo había traicionado. Su poder, ahora fusionado con la oscura esencia del miasma, era aterrador, una promesa de que la justicia llegaría en forma de destrucción.
La gente del reino, todavía bajo la tiranía de Thalion, no sabía que algo más oscuro y poderoso estaba a punto de desatarse sobre ellos. Las profecías de una fatalidad inminente comenzaron a circular a través de los bardos y oráculos, pero nadie podría haber predicho que la fuerza vengativa nacida del Mar de Miasma fue la que una vez los protegió.