Con el asedio de Eldric cada vez más cerca, el rey decidió convocar un consejo con los líderes de las otras facciones aún leales al reino. Se enviaron mensajeros y se recordaron viejas alianzas. El rey, desesperado, prometió riquezas y poder a aquellos que se unieran a él contra el Espectro Oscuro. Pero las respuestas fueron pocas. Eldric había sembrado tanto miedo que nadie más quería involucrarse. La traición del rey, que una vez fue un secreto, ahora era un asunto de dominio público, y pocos estaban dispuestos a luchar por alguien tan despreciable.
Dentro de la capital, los días eran sombríos y las noches de insomnio. Se encendieron hogueras en las paredes para mantener a raya la oscuridad, pero todos sabían que Eldric se acercaba. Los sonidos de los edificios que se levantaban y los soldados marchando llenaban el aire, pero la moral estaba baja. El cielo mismo parecía pesar sobre la ciudad, como si la oscuridad se preparara para tragárselo todo.
Eldric, sintiendo que la energía de la capital vibraba de miedo, se preparaba para el enfrentamiento final. Sabía que la humanidad no se extinguiría por completo, pero su objetivo era claro: hacer pagar con sangre y sufrimiento el reino que lo traicionó. Cada alma capturada, cada aldea destruida, estaba un paso más cerca de su venganza.
El Espectro Oscuro avanzaba y el reino estaba al borde del colapso. Solo una cosa era segura: la venganza de Eldric sería una leyenda que el mundo nunca olvidaría.