Laila (libro 1. Serie Renacer)

Parte II. Una Nueva Vida.

I.

Tres años más tarde…

Esa mañana, Laila reposaba en la cama haciendo dibujos sueltos en su cuaderno, mientras pensaba en una carta que había enviado a la Universidad de Columbian en Nueva York, solicitando su ingreso, este un lugar bastante alejado de su casa, pero que le permitiría abrir mucho más sus horizontes. Tener familiares en esa ciudad esperaba, le facilitaría las cosas, aunque ella no planeaba abusar de ese privilegio. Sus pensamientos fueron interrumpidos por la voz de su madre, que la llamó desde la sala.

—Laila, llegó una carta para ti, cielo. —Su madre gritó suavemente.

—¿Una carta? —Ella frunció el ceño y después inspiró sorprendida— ¿Será posible?

Al bajar a la sala casi a la carrera, Mina la miró confundida al no entender su repentino entusiasmo, ya que apenas había reparado en el sobre blanco que el cartero le había entregado junto al resto de la correspondencia.

—Oh, ¡Dámela, dámela! —Le quitó la carta de las manos y rebotó en el suave sillón al sentarse con las piernas cruzadas, donde Ivory y Shadow la siguieron.

—¿De qué se trata? —Su madre la miró con atención.

—¿Recuerdas que hace poco fuimos a visitar a la tía Claire y a su familia en Nueva York? Pues… no sólo fui a eso…

—Laila… ¿Qué hiciste? —Mina preguntó con cautela.

—Planifico mi futuro—respondió con firmeza.

Los datos en el sobre y la parte superior de la página interna mostraban los datos del departamento de admisiones de la universidad de la que Laila había escuchado por parte de sus tíos, y aunque estaba a más de tres horas de vuelo y dos mil kilómetros de distancia, esperaba que tanto Mina como Evan le permitieran experimentar este nuevo reto.

— “Estimada señorita Daniels, a través de la presente la Universidad de Columbian le informa que su solicitud de ingreso ha sido… ¡Aceptada por los directivos de esta honorable institución”! —saltó del sillón y abrazó a su madre, haciendo ladrar a los perros¾mamá, ¡Me aceptaron!

—¿Qué es todo este alboroto? —Evan las miró confundido y se acercó.

—Al parecer tu hija irá a Columbian— Mina miró a su marido, sin salir aún de la impresión.

—Laila, cielo, ¿Eso es cierto? —Evan la miró detenidamente.

—Sí, he enviado la solicitud con ayuda de la tía Claire, en realidad no lo vi como algo malo.

—No es malo, pero pienso que debiste consultarnos primero, aún eres una niña, después de todo.

—Ya cumplí los dieciocho. —Laila gruñó entre dientes y alzó su barbilla.

—Sí, pero todavía duermes con el osito que te regalé cuando tenías seis —Evan sonrió ante la expresión de su hija— nena, ¿Qué hay de malo con las universidades locales? Puedo ver que estás entusiasmada, pero la matricula anual de Columbian es bastante costosa incluso para nosotros, que vivimos bien.

—Puedo trabajar a medio tiempo y así ayudar con el pago.

—No lo harás —Mina espetó—te dedicarás a estudiar, te graduarás y serás una mujer de provecho.

—Deberían darle un respiro al pequeño monstruo o explotará, de lo roja que está su cara —los tres escucharon una voz familiar hablar desde la entrada.

—¡Dylan! —Mina se apresuró a abrazar a su hijo—cariño, no nos avisaste, podríamos haber ido a buscarte.

—¿Y arruinar la sorpresa? No lo creo —le sonrió y abrazó a su madre, para después acercarse a su padre y a Laila.

—Estás más grande desde la última vez que te vi —Evan también lo abrazó, despeinando un poco su cabello lacio.

—Parece un oso pardo —Laila murmuró, para molestarlo.

—Hola, pequeño monstruo, a mí también me da gusto verte después de un año.

A pesar de esos apodos y juegos sarcásticos entre ellos, Dylan y Laila se llevaban bien; a menudo él era el único en apoyar sus decisiones sin importar lo inesperadas que fueran, y también hacía de mediador cuando las cosas en la familia se tornaban complicadas como ahora, por lo que Laila vio su oportuna llegada como un regalo del cielo, ya que si había alguien capaz de convencer a sus padres de dejarla ir a Nueva York, ese era él.

—¿Cómo estuvo el vuelo? —Mina preguntó, cerrando automáticamente el tema de la universidad.

—Estuvo bien, largo y aburrido, no tuve mucho con qué entretenerme.

—Hijo, ¿Todavía estás saliendo con esa jovencita que nos presentaste por la videocámara?

—Sí papá, aún estoy saliendo con ella. —Dylan sonrió.— Su nombre es Angélica, por cierto.

—Es muy bonita, espero que lleguen a algo importante.

—No lo sé; ambos la estamos pasando bien, no hay apuro para formalizar nuestra relación.

¾Ya sé cuál va a ser el título de mi próximo escrito: “Relaciones Liberales: La Plaga del Siglo XXI. Por Laila Daniels.” —Dijo en tono sarcástico y subió a su habitación, cerrando la puerta de un golpe.

—Ah… adolescencia. —Dylan miró hacia las escaleras. —No extraño esa etapa de mi vida.

Ahora Laila se sentía molesta por toda la actitud de sus padres ya que siempre era lo mismo, apenas llegaba alguno de sus hermanos mayores, ella era relegada a un lado y esa sensación no era agradable, pero ya estaba acostumbrada. Sentada frente a la ventana, miró al cielo y cerró los ojos pensando de nuevo en Luzen; deseaba tenerlo cerca y sentir uno de esos cálidos abrazos que la hacían sentir mucho mejor rápidamente, en ese momento escuchó sonar su celular, miró el número y suspiró al ver el nombre en su pantalla. Era Stephanie, una de sus ex compañeras de clases que se había convertido en su mejor amiga, aunque al ser completamente opuestas, a veces resultaba un tanto abrumadora para Laila.




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