Laila (libro 1. Serie Renacer)

Parte II. Una Nueva Vida.

II.

En el transcurso de las siguientes tres semanas, la época libre de Laila terminó y pronto llegó el momento de irse a Nueva York con sus tíos. Después de la fallida sesión de espiritismo en la mansión abandonaba, Laila no volvió a ver a ver a Stephanie, a la que si vio varias veces fue a Khamelia y a Marcelle, su compañera de trabajo en la tienda, ambas se sintieron aliviadas de verla regresar sola, y la primera se dedicó a hacerle arrumacos a esa gran bola de pelos y ojos azules, mientras Shadow los disfrutaba, echado a sus pies, y mostrando su estómago, en señal de completa sumisión. En los días previos a su entrada a la universidad, Laila consideró la idea de llevárselo de viaje con ella, pero ya estaba demasiado grande para vivir en un apartamento, así que optó por dejarlo momentáneamente en casa de sus padres, por lo menos hasta que pudiera encontrar un lugar para ella sola donde no tuvieran problemas con un enorme lobo negro vagando por ahí y aullándole a la luna. Mina y Evan la acompañaron hasta el aeropuerto, donde Evan la ayudó en el proceso de entregar su equipaje y confirmar su vuelo, mientras que su madre simplemente la observaba con sus ojos muy abiertos y preocupados.

—No te preocupes, voy a estar bien. —Laila abrazó a su madre.

—Sí lo sé, pero eres mi niña y nunca aceptaré del todo que estás creciendo muy rápido—expresó su madre.

—Sabemos que eres una buena niña, pero no podemos confiar en que no encontrarás personas que quieran corromperte. —Evan acarició su cabello.

—Lo único que deben saber es que tengo una cabeza muy funcional sobre mis hombros y no han criado a una tonta ingenua o a una loca.

—Claire y Hanz serán responsables de tu seguridad y del manejo de tus finanzas… Por el momento, cuando tengas veintiuno te encargarás sola.

—¿Es decir que debo vivir con un presupuesto de sólo unos dólares al mes? ¡Moriré de hambre! —Laila se quejó.

—Tú fuiste la que dijo que quería ir a Columbian ¿Recuerdas? —Su padre rememoró su pequeña discusión, meses atrás.

—Bueno, si necesito dinero extra, lo conseguiré trabajando medio tiempo. —Ella se cruzó de brazos.

—Definitiva y positivamente no. Ya hemos hablado de eso también; concéntrate en tu primer año, y de lo demás, nos ocuparemos nosotros.

—Bien. —Laila bufó, con sus brazos cruzados.— Supongo que no tengo otra opción.

—No quieras crecer mucho antes de tiempo. —Mina comentó.— La vida adulta no es tan interesante y mucho menos divertida de lo que crees, así que aprovecha tanto como puedas los años que te quedan de ser una niña.

Cerca de una hora más tarde, la actividad en el aeropuerto se vio incrementada por la afluencia de gente que, al parecer, se dirigía al mismo destino de Laila: la, ciudad de Manhattan, o quizás su vecina, la ciudad de Nueva York, a unos 25 minutos de distancia.

—Se les agradece a los señores pasajeros que adquirieron boleto sin escalas Nueva Orleans-Manhattan, favor de abordar por la puerta C4.

—Oh, esa es mi llamada. —Laila saltó de su asiento y tomó su bolso.—Les escribiré en cuánto llegue.

—De acuerdo, cariño. Cuídate mucho. —Evan la abrazó.

—Espero que Claire sepa cuidarte, porque si no, no volveré a hablarle.

—Bueno, tomando en cuenta que es madre de dos mellizos revoltosos, puedo asegurar que tiene experiencia de sobra —Laila sonrió ante la expresión melodramática de Mina.— Ven, dame un abrazo.

—Te quiero. —Su madre murmuró, y besó su cabello.

—Yo también a ti, cuida de Shadow mientras no estoy ¿Sí?

—Lo intentaré, aunque es más terco que un burro, y no sé si llegue a comprender que, si bien te irás por un tiempo, no lo estás abandonando.

—Su atención, por favor. —La voz femenina se escuchó de nuevo.— Última llamada a los pasajeros que adquirieron boleto…

Laila se apresuró a llegar a la fila correspondiente y esperó su turno pacientemente; este viaje era el comienzo de una nueva etapa en su vida que la hizo sentir emocionada, pero al mismo tiempo, deseó poder compartirlo con Luzen, por lo que llevó su mano al loto de plata que colgaba de su cuello y lo acarició, como tratando de enviar alguna clase de mensaje a su amado, que estaba del otro lado. Cuando el abordaje se completó, el avión despegó con un suave movimiento ascendente que apenas se sintió, era un día claro y precioso, las nubes parecían copos blancos de algodón y un espejismo breve las hizo lucir como pedazos de hielo flotando sobre un lago cristalino e imaginario.

Durante las tres horas que duró el vuelo, Laila se mantuvo ocupada escribiendo su creación más reciente llamada “La Princesa y el Caballero Oscuro”, una especie de cuento medieval que, secretamente, era una historia biográfica de su propia vida junto a Luzen, siendo ella la princesa y él, su fiel y oscuro protector. Su concentración en las palabras se hizo tan profunda que se sobresaltó cuando una de las aeromozas le preguntó si deseaba algo de beber, ella pidió un café y se sorprendió al probar su dulzura y ligereza a pesar de lucir como el típico líquido marrón oscuro que salía de la máquina, así que pensó para sí misma que realmente podría acostumbrarse a ese tipo de cosas “de adultos” aunque era más que probable que a Mina no le agradara demasiado que su pequeña creciera a tan acelerado ritmo.

Horas más tarde, el avión aterrizó en Manhattan de forma más brusca de cómo había partido de Nueva Orleans, estaban en otoño, por lo que las temperaturas comenzaban a caer lentamente y ella tomó su chaqueta para abrigarse un poco más, al bajar del avión y entrar al edificio del aeropuerto, buscó los rostros de sus tíos entre los demás que esperaban a sus familiares y amigos; momentos después se encontró con un par de ojos castaños que también la observaron antes de agitar una gran pancarta con su nombre en ella, a modo de saludo.




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