Laila (libro 1. Serie Renacer)

Parte II. Una Nueva Vida.

VI.

Una vez que estuvieron fuera del bullicioso lugar, ambos parecieron relajarse casi de inmediato; caminaban de la mano, aprovechando cada rincón poco iluminado para besarse y acariciarse, pero sin llegar más allá, eso solo incrementaba la tensión sexual entre ambos, y sin embargo, ninguno se atrevía todavía a dar el siguiente paso.

— Estamos un poco lejos, pero me gustaría mostrarte un lugar en el parque, con el que me siento identificado.

— De acuerdo — Laila asintió, y estrechó su mano un poco más.

Cuando llegaron al parque, Damian la guió hasta el lugar donde se había topado con la terraza Bethesda y su Ángel de las aguas, que se había convertido en un recuerdo vago y nostálgico de su vida, aunque no estaba seguro completamente de ello.

— ¿La fuente de Bethesda? —Laila miró la estructura.

— Sé que sonará loco pero, cuando encontré este lugar por primera vez, sentí muchas emociones, me sentí abrumado, angustiado, e incapaz de retribuir todo el afecto y los cuidados que los Sherwood me han dado desde que me encontraron y me abrieron las puertas de su hogar, pero ahora, es como si una parte de mi pasado hubiese encajado en su lugar, me sentí en paz por primera vez, ¿Entiendes lo que quiero decir?

— Sí, porque es algo similar a lo que me pasó a mí, cuando te conocí — Laila le sonrió, y acarició su rostro — ¿Recuerdas que la noche en que nos conocimos, encontraste el loto que siempre cargo colgado de mi cuello?

— Por supuesto, ¿Cómo podría olvidarlo? — Acarició la joya, con sus dedos.

— Bueno, me parece que este pequeño, nos juntó, porque mi historia con la persona que me lo regaló, ya ha completado su ciclo.

— ¿Un ex novio? — Damian preguntó, ligeramente disgustado.

— Sí, pero no tienes de qué preocuparte — Laila besó su mejilla — como te dije, eso ya acabó, y tú eres mi prioridad ahora.

— Tú también eres la mía — la abrazó suavemente.

Los dos caminaron un poco más por el solitario parque, hasta que una suave llovizna los obligó a apurar el paso y regresar a casa. Esa noche, Damian se quedó con sus padres, donde miraron una película juntos, comieron pizza y luego él se fue a la cama. A medianoche, su sueño fue perturbado por terribles imágenes: lo que al inicio parecía un lugar idílico y hermoso, como salido de la versión de un cuento de hadas sobre el paraíso, se vio prontamente distorsionado por el ataque de seres oscuros, con fieros ojos color rubí, ropajes negros y rotos como sus enormes alas grises, tenían la apariencia de demonios sedientos de sangre.

Miró a su alrededor en completo estado de confusión, y vio crecer el terror en los rostros de quienes consideraba su familia. Aunque uno de ellos, de cabello rojizo como flamas, dio un paso adelante y los enfrentó, iniciando así una cruenta batalla donde muchas vidas fueron sacrificadas, entre ellas, la del valiente guerrero con cabellos de fuego, que Damian no reconoció, pero se trataba de Phyro, quién una vez formó parte de la primera línea ofensiva de soldados a los que él mismo perteneció alguna vez. Segundos después, el escenario cambió; esta vez se vio de rodillas en medio de una habitación espaciosa y muy iluminada, al intentar levantarse, sintió un dolor lacerante en su espalda y al mirar sobre su hombro derecho, encontró una gran herida abierta en su omóplato. Posteriormente, sus ojos siguieron un rastro de sangre que lo llevaron a un par de alas manchadas de un profundo color carmesí.

Al extender su brazo para alcanzarlas, la sensación punzante se incrementó hasta paralizarlo, en ese instante el escenario cambió por tercera vez, y ahora podía ver a dos mujeres a su alrededor, tironeando de él mientras que untaban aceites esenciales y tinturas que lastimaban su piel ya muy sensible, y lo moldeaban como si una estatua de mármol se tratase. Cuando terminaron, Damian se sentía dolorido y exhausto, y sin embargo, la aparición de un nuevo individuo mantuvo su cuerpo en tensión. En un principio, no logró entender el idioma en el que el extraño le hablaba, pero de alguna forma se escuchó a sí mismo responder a su orden, aún cuando no se sentía del todo seguro sobre ello.

Cuando finalmente despertó de ese desesperante torbellino, estaba bañado en sudor y temblaba como si estuviera muerto de frio, pero al recordar las heridas sangrantes, corrió a mirarse al espejo, donde encontró dos líneas del mismo color de su piel, provenientes de antiguas cicatrices, lo que le pareció muy extraño, porque no podía recordar cómo se las había hecho, así que prefirió mantener todo el asunto en secreto, o seguramente sus amigos en especial Ace lo tildarían de loco. Al mirar el reloj, notó que eran casi las cinco de la mañana, así que optó por quedarse despierto, y resistió el impulso de buscar a Laila, que era la única capaz de aliviarlo en los momentos en que la falta de recuerdos le afectaba más de lo que él podía soportar por sí sólo.

A la mañana siguiente, Jazmín y Laila aprovecharon su día libre de clases para asistir al colegio que ambas escogieron para trabajar en su proyecto de investigación acerca del bullying en adolescentes y niños, aún tenían varios meses para realizarlo, pero decidieron empezar lo antes posible y así dedicarse a elaborarlo con detenimiento. Después de hablar con la profesora encargada, las dos fueron separadas para repartir el material entre varias secciones. Laila estaba nerviosa, ya que todavía no era muy buena enfrentando a grandes grupos de personas, y menos de jóvenes que sabía de antemano, no tomarían en serio el tema que ellas habían ido a tratar.




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