Laila (libro 1. Serie Renacer)

Parte II. Una Nueva Vida.

IX.

Entretanto, en el campus de la universidad, Damian se sentía inquieto y no podía concentrarse en su clase. Aprovechando un breve receso dado por su profesor, salió a tomar aire fresco y así refrescar su mente y cuerpo de ese sentimiento angustioso que se deslizó en su pecho como una punzada de dolor, quiso llamar a Laila, pero al intentarlo cada vez, caía directamente en el buzón de voz, lo que le hizo pensar que estaba ocupada. Sin embargo, al recorrer el campus cerca del sector donde ella veía sus clases, se topó con el brillo de un diminuto objeto a varios metros de distancia, que lo llevaron al hallazgo del loto y el bolso de Laila, lo que hizo que su corazón latiera con más rapidez y un malestar en a su estómago heló la sangre en sus venas al pensar que le había sucedido algo malo. Sin tiempo que perder, tomó las cosas y se dirigió a la dirección, para reportar el incidente.

— Buenas noches, necesito ayuda — anunció, frente al escritorio de la secretaria.

— De acuerdo. ¿Qué sucede? — La mujer contestó y lo miró con ojos fríos.

— Mi novia desapareció — dijo, en tono ronco.

— Hijo, la dirección de la universidad no se encarga de estas cosas, si no sabes dónde está tu novia ¿Por qué no la llamas? Hoy en día, los chicos de tu edad no salen sin su celular — Resaltó lo más normal, de un modo casi sarcástico.

— Aquí tengo su bolso y sus libros. Si ella hubiese querido desaparecer por voluntad propia, no habría dejado todo tirado en el suelo — respondió molesto.

— He de suponer que es mayor de edad, o que por lo menos ha cumplido los dieciocho años, así que no nos hacemos responsables por sus actos fuera del horario de clases —su tono monótono al hablar, sólo empeoró el humor de Damian.

— ¿No se supone que su labor es la de preservar la seguridad de sus estudiantes mientras todavía estén dentro de sus instalaciones? No puedo creer tanto descaro y desidia de su parte — siseó entre dientes — Si a ella le ocurre algo por culpa de su irresponsabilidad, la demanda por negligencia será algo seguro — recogió el bolso y salió de la oficina, tirando la puerta.

La impotencia se adueñó de su cuerpo como un amargo veneno del que no podía liberarse; quería pensar que ella estaba bien, pero su instinto más primitivo le decía que Laila había sido llevada a la fuerza por alguien más fuerte, y la idea de que pudiera estar asustada o en grave peligro, era como un filoso cuchillo rasgando su corazón. Sin saber qué más hacer, regresó a su dormitorio, ya que no podía concentrarse en otra cosa que no fuera lo ocurrido a Laila.

De vuelta en Middleburgh, Colin y Terrance llegaron a la cabaña del profesor Grimm y estacionaron en el terreno de al lado; era una casa rural y bastante pequeña, pero perfecta para un hombre soltero y con aficiones “especiales”. Durante los últimos treinta años, Elías Grimm vivió sólo, ya que su primera esposa no pudo soportar todos sus malos tratos ni sus infinitas ausencias, debido a los hábitos de su marido al pasar más tiempo y derrochando su dinero con otras mujeres, en lugar de ella. Eso los llevó al divorcio, y sólo unos meses más tarde, su amante favorita también lo abandonó después de una pelea violenta donde le dejó un brazo roto. Si había algo que él odiaba, era no tener el control en todo su entorno, y eso lo hacía perder los estribos y volverse agresivo de maneras inimaginables.

La mayor similitud entre todas estas mujeres, era su largo cabello oscuro y piel pálida, características que Laila también compartía y eso lo hizo fijarse en ella, llegando a la rápida conclusión de que había encontrado su próxima presa. Ya en el interior de la vivienda, ordenó a los chicos llevarla a la habitación, para luego darle a cada uno  un paquete bien sellado. Ambos se miraron y sonrieron con malicia, al tener por fin en sus manos, el premio tan deseado.

— De la mejor calidad, señores. Es su recompensa por un trabajo bien hecho.

— Nos dijo que no habría problemas, pero la muy zorra da unos golpes bastante fuertes — Colin se mostró irritado.

— Vaya, es toda una fierecilla entonces… su carácter tímido y dulce, son sólo una fachada — el profesor musitó, con una sonrisa — ¡Pero yo la domaré!

— ¿Qué quiere que hagamos ahora? Todavía disponemos de varias horas antes de que noten su ausencia, pero ¿Luego qué?

— Sugiero que no regresen a la universidad. Quédense en sus casas, o vayan a un hotel barato y disfruten del regalo que acabo de hacerles, ya que si alguien los vio junto a ella, serán a los primeros que interroguen — Grimm reflexionó, mirándolos.

— Jazmín — ambos dijeron al unísono.

— Ah… ¿Dejaron un testigo entonces? Esa es una lástima, deberán deshacerse de ella, cuánto antes.

Así fue como su breve reunión terminó, los dos subieron a la camioneta y se alejaron, aún debatiendo qué iban a hacer con Jazmín y su situación.

— ¡Mierda! — Terrance gruñó, fuera de la casa — ¡Te dije que no debíamos meternos en esto!

— Relájate, todo estará bien — Colin le restó importancia a la situación — no sabemos si nos vio, de todas maneras, Jazmín es inteligente, así que se quedará callada, a menos que quiera una bala en la cara.

— Pero ¿Qué hacemos si de verdad nos delata? No quiero ir a la cárcel otra vez. — Terrance lloriqueó.




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