Laila (libro 1. Serie Renacer)

Parte III. La Estrella que Brilló con Luz Propia en el Firmamento.

I.

Varios años después…

Tiempo después del secuestro de Laila, ella comenzó a asistir a terapia debido a las fuertes pesadillas que le causaban insomnio y afectaron su vida normal de manera radical; tenía ataques de pánico constantes que la paralizaban de terror, también se volvió irascible e hipersensible a las situaciones más comunes e insignificantes. Durante esta etapa oscura, Damian estuvo a su lado, aún en aquellos días en que ella lo alejaba, temerosa de cualquier contacto íntimo, eso, a la larga, los llevó a un doloroso rompimiento que a ninguno de los dos le fue fácil superar, sobre todo al tener que verse todos los días en la universidad. Se mantuvieron como buenos amigos, aunque él no estaba tan lejos, cada vez que necesitaba alguien con quien hablar. Otra fuente de ayuda era su psiquiatra, la doctora Marina Lennox, una mujer de contextura baja y delgada, pero con una fuerza interior capaz de sacar a flote a Laila durante sus estados más oscuros.

En el tiempo que llevaban viéndose en las consultas, ambas desarrollaron un vínculo estrecho y amistoso, la doctora Lennox se sorprendió un poco de todas las experiencias por las que Laila había pasado y superado, teniendo tan sólo veintitres años de edad. Para ella, sobrevivir a tantos años de diferentes tipos de acoso, y todavía estar resistiéndose a tomar medidas más extremas era algo bueno, aunque claro, Laila nunca le dijo claramente sobre el incidente que la llevó a conocer a Luzen durante su adolescencia, ese era el único aspecto de su vida que deseaba mantener privado en su totalidad, y la terapeuta no presionaba demasiado en ese punto, para no causar un efecto contrario en su lenta recuperación.

Esa tarde, Laila asistió a su consulta luego de sus clases, para ese momento cursaba el cuarto año en la universidad, y todo el aspecto académico, aunque se tornara difícil y pesado por momentos, también tenía sus dosis de satisfacciones.

— Hola Laila, ya puedes pasar, la doctora te está esperando.

— De acuerdo, muchas gracias — la joven sonrió y recorrió el pasillo hasta el consultorio.

— Buen día, Laila, me alegra verte, aunque ¿No debías venir el mes pasado? — La doctora la saludó, directa como siempre.

— Sí bueno, no encontré un buen momento para venir, entre la universidad y algunas cosas que han estado ocurriendo en mi vida…

— ¿Todo está bien? — la doctora observó su rostro, en busca de dudas o agitación.

— En realidad no lo sé, pero supongo que sí — Laila suspiró — y que sólo son mis miedos hablando por mí.

— ¿Cómo están las cosas con Damian? ¿Alguna novedad?

— Todo está bien, o bueno, siguen igual. Ni sé si estamos juntos o separados, en realidad. — Laila bajó la mirada.

— ¿Tú qué quieres? — La doctora se inclinó hacia adelante.

— A él, de eso no hay duda, pero luego está esta otra parte de mí que se empeña en alejar a todos, y no es porque no los ame, sino porque siento que si se acercan demasiado, saldrán lastimados y no quiero eso, ellos no merecen sufrir así.

— ¿Y tú sí? — Los ojos oscuros de la mujer frente a ella, mostraron un aire desafiante y curioso.

— Prefiero ser yo, a ellos — Laila murmuró.

— Debes romper este ciclo autodestructivo en el que estás viviendo, Laila, lo que te pasó no fue tu culpa.

— Usted sabe lo que siento sobre eso — Laila musitó, volviéndose más cerrada.

— ¿Sabes si Damian está saliendo con alguien? — La doctora preguntó, para cambiar el tema.

— No que yo sepa, pero podría tener a alguien, él es muy atractivo, y mujeres babeando a su alrededor, nunca le han faltado.

— ¿Cómo te hace sentir eso?

— Como si quisiera saltarle encima y que todas vean que es mío.

— Ese es un pensamiento muy posesivo ¿No crees? — la doctora sonrió.

— Sí bueno, supongo que es por todo el cambio hormonal por el que estoy pasando.

— ¿Estás en tus días?

— Algo así — Laila asintió, negándose a decir nada más.

— Entiendo, si quieres puedo recetarte alguna medicina para eso — tomó su talonario de récipes.

—No se preocupe, sólo necesito descansar más horas durante la noche, y estaré bien — dijo, removiéndose inquieta en la silla.

— De acuerdo, nuestro tiempo terminó, pero me gustaría verte dentro de un mes, sin excusas. — La doctora exigió, con una mirada muy seria en sus ojos.

— No le prometo nada, pero trataré.

Al salir del consultorio, Laila suspiró profundamente, antes de tomar un taxi que la llevó de regreso a su casa, donde Shadow la recibió con un suave vaivén de su mullida cola y cálidos besos afectuosos; hacía ya un año que vivía sola en su propia casa, lo primero que hizo fue buscar a su amada mascota, que hasta ese momento la había esperado pacientemente. A los cuatro años de edad, Shadow era un perro dulce y enérgico, además del perfecto compañero en esas noches cuando Laila se sentía sola y no quería molestar a nadie con llamadas innecesarias con las que llenaría momentáneamente ese vacío. Seguía siendo muy protector de los extraños, el único al que parecía aprobar por completo era a Damian, algo que ahora resultaba un tanto irónico, debido a su separación.




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