Laila (libro 1. Serie Renacer)

Parte III. La Estrella que Brilló con Luz Propia en el Firmamento (FINAL)

III.

Una vez que se quedaron a solas en la habitación, Damian acarició la mano de Laila y notó cuan fría y temblorosa se sentía, ya que por mucho que lo intentó, no pudo relajarse con la posibilidad de que algo grave estuviera pasando. Los tres adultos volvieron al cuarto varios minutos después, con caras largas y Anne parecía tener el rostro sonrojado debido a las lágrimas, cosa que no hizo sino asustar aún más a Laila.

—¿Qué sucede? —Ella preguntó, al mirarlos.

—Cielo, tranquila —Anne le habló con calma —no te angusties así.

—Sé que nos están ocultando algo importante, y me gustaría saberlo —ella exigió, tan tranquila como pudo moderar su voz.

—Mediante la tomografía, noté un crecimiento sospechoso; un tumor —la doctora anunció.

—¿Un…Tumor? —Laila preguntó, en un hilo de voz, y llevó una mano a su estómago.

—¿Recuerdas que el día que nos conocimos, te dije que sería mejor hacerte unas pruebas, debido a tu pérdida de memoria? —La doctora continuó, mirando a Damian— De esto te hablaba, eso puede explicar todos tus síntomas.

—Sí… Ahora que lo dice, tiene mucha razón, debí hacerle caso Damian musitó, reflexivo.

—Podemos hacerte una biopsia hoy mismo, así sabremos con qué estamos tratando. Ya he hablado con tus padres, y han dado su consentimiento, ¿Tú qué dices? —La doctora lo miró.

—Hagámoslo entonces —dijo, decidido.

Sin tiempo que perder, la doctora García le pasó el caso al doctor Luciano Beccadelli, un joven oncólogo que había ganado una rápida y muy buena reputación luego de desempeñarse de manera novedosa y satisfactoria con cada paciente asignado. Era un hombre joven, de unos treinta años, con profundos ojos azules que por momentos parecían perforar el alma de aquel que hiciera contacto con ellos, pero era su sonrisa amable y el tono grave y reconfortante de su voz, el que hacía a los demás confiar en que todo saldría bien. Para Laila fue una completa sorpresa conocerlo, ya que lucía igual a Luzen, el único distintivo evidente era su cabello corto y oscuro, bien peinado hacia atrás, además del suave acento italiano con el que parecía acariciar las palabras.

—Señor y señora Sherwood, buenos días —él se acercó, y estrechó su mano con ambos— soy el doctor Beccadelli, y estaré a cargo del caso de su hijo, por el tiempo que dure su tratamiento.

—Confiamos en usted, doctor— Anne lo miró, con la esperanza brillando en sus ojos—con su juventud, las posibilidades de una recuperación total son buenas ¿Verdad?

—Todo dependerá de lo que encontremos durante la cirugía, es por eso que me reservo una respuesta más clara, hasta el momento en que sepa con lo que estaremos lidiando.

—¿Luzen? —Laila murmuró, llamando la atención del médico, de inmediato.

—¿Disculpa?

—Oh no, disculpe usted, solo pensaba en voz alta —ella se sonrojó—su rostro se me hace muy familiar, eso es todo.

—Entiendo —le sonrió amablemente— ¿Y tú eres su hermana menor?

—No, de hecho soy su novia —dijo, llamando la atención de todos.

—Ah, disculpa el despiste, debí suponerlo por la manera en que están tomados de las manos —dijo mirando sus dedos entrelazados.

—No se preocupe —ella le sonrió esta vez.

—¿Cuánto tiempo durará el procedimiento? —Damian intervino, nervioso.

—Entre una hora o más, es algo delicado, estamos tratando con el cerebro, después de todo.

—Si, está bien.

—Bueno, iré a prepararlo todo para la cirugía, te veo en un momento, Damian—diciendo esto, el médico se alejó.

—Todo va a estar bien, cariño, no te asustes— Damian sostuvo la mano de Laila, al notar su temblor.

—Eso espero, porque no quiero perderte—ella lo abrazó.

—Chicos, ¿Podrían dejarnos a solas un momento?

—Por supuesto —Charles asintió, y le señaló la salida a Ace.

—Mantennos informados de todo ¿Sí?

—Por supuesto —Damian asintió, y los tres se dieron la mano antes de irse.

—Supongo que nosotros también debemos salir —Anne le sonrió con cariño.

—Discúlpenme por eso.

—No te preocupes por eso —Stanley respondió, en lugar de su mujer—estaremos afuera, por si necesitan algo.

—De acuerdo, muchas gracias.

Al estar solos en la pequeña habitación, el ambiente entre ellos se tornó pesado e incómodo, pero Damian dio una profunda respiración que resonó en el cuerpo de ambos, luego habló:

—Lotus…

—Lo siento… —Laila sollozó de repente—siento todo lo que pasó, lo que te dije, el haberte alejado de mi aun cuando tú solo querías ayudarme, fui una tonta, no merecía tener a alguien tan bueno como tú en mi vida —lo miró, hipeando suavemente— y sigo sin merecerte.

—Oye, no digas eso —Damian frunció el ceño—no me gusta que hables de esa manera sobre ti… además, entiendo que no te ha sido fácil lidiar con lo que pasó, y yo tampoco ayudé a tu situación.

—Te amo, y te extraño —Laila bajó la mirada— la idea de que ya no estés conmigo me asusta muchísimo.

—Yo también te amo, cariño… con la misma intensidad que el primer día —le dio una cálida sonrisa que la reconfortó—ha sido duro no poder estar cerca de ti, no poder abrazarte, o besarte, yo también te he extrañado mucho —dijo, entrelazando sus dedos.

—¿De verdad? —Ella lo miró, sonrojada por sus palabras.

—Por supuesto —Damian asintió— y bueno, si tú quieres podríamos… ya sabes… volver a intentarlo, después de salir de todo esto —balbuceó, inseguro.

—Me encantaría —Laila asintió, con más entusiasmo del que pretendía—aunque no quiero esperar, y si me toca pedirte ahora, otra oportunidad, lo haré —dijo decidida.

—Me gusta eso de que tomes la iniciativa —Damian rió—y en cuánto al diagnóstico, no me perderás —le dijo con cariño, aunque no estaba seguro de eso— sea lo que sea, lo detendremos a tiempo.

—Sí, sé que así será —Laila volvió a mirarlo, con lágrimas en los ojos.

—Oye, no llores —acarició su rostro— o me pondré triste yo también.

—Lo sé, debo ser fuerte por nosotros ¿Verdad?




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