Leah
Una sonrisa en mis labios apareció apenas pude tirarme en mi cómoda cama. Fue un día un poco pesado para alguien que no entiende nada acerca de geometría espacial. O como sea que llame ese tema.
No hablé con Sierra en el resto del día porque nos tocaban clases separadas y también porque estaba con ese noviecito insoportable suyo. Aunque, debía de admitir, cualquiera de esos chicos me parecían fastidiosos hasta más no poder. No solo porque me estaban arrebatando los besos de mi Sierra, sino porque de verdad ¡Eran un maldito dolor de cabeza! Hacían bromas desagradables sobre el cuerpo de una y hasta había algunos que olían mal por más lindos que se veían.
El único decente del que me logro acordar es Jay, hasta entablé una amistad con él porque dios, ese chico sí que te hacía reír. Lo malo es que no le puedo hablar mucho ya que Sierra y él terminaron en "malos términos" y, por supuesto, no quiere que intercambie palabra con el chico.
Muchas veces me valía. No siempre tiene el control sobre mí...aunque bueno sí. Esas palabras, esa cara, esas acciones, esos labios...me controlan hasta un punto que simplemente me da escalofríos y me pregunto por qué mi amor hacía ella es tan fuerte. Tan fuerte como una combinación de ron y whiskey.
Y de repente me acuerdo, mierda, ¡la fiesta de Matías! Tengo que prepararme desde ya, aunque la casa del desgarbado chico se encuentra al frente de la mía, solo porque la apariencia es primordial para mi persona desde que soy el "perrito faldero" de la chica más linda de todo el mundo: Sierra.
Me paro de mi cama y agarro mi celular, pongo algo de música que descargué en casa de Mariana y comienzo a buscar un conjunto de ropa para la fiesta. Encuentro una polera blanca, perfecta para el crudo invierno que está azotando a Platinum, que deja mis hombros ligeramente descubiertos y una falda rosa que deja ver perfectamente mis curvas. Coloco en mi cama las dos prendas y agregó un calentador blanco y una camiseta de tiritas a la lista para estar más protegida del frío. Mis fieles botines negros me acompañarán durante esta noche.
A pesar de todo lo que pueda argumentar Sierra, sigo siendo un poco recatada al vestir. Eso es algo que logro conservar. La ropa que uso intenta decir que no soy lo que aparento, sin embargo, nadie ha notado eso hasta ahora. Las faldas son solo un señuelo de que prefiero los pantalones de cualquier tipo; mientras que las poleras algo reveladoras, según mis estándares, de que realmente prefiero las camisetas de manga larga con cuello de tortuga y una fiel casaca.
Estaba tan pérdida en mis pensamientos que ni me di cuenta que estaba sonando una de las nuevas canciones favoritas de Mariana. Se lo coloqué porque ella me lo sugirió así, bueno prácticamente me rogó.
Agarré el teléfono entre mis manos y procedí a aceptar la llamada.
- ¡Hasta que por fin contestas! - dice ella desde el otro lado del teléfono. La oigo masticar y esbozo una ligera sonrisa. Sigue comiendo su almuerzo, claro nunca pierde ese costumbre de llamarme mientras almuerza.
- Me distraje con la canción de Demi Lovato, esa canción es lo mejor.- declaro, mientras coloco mi celular entre mi hombro y oreja.
- ¡Lo sé! Por eso la puse de ringtone.- ríe y hay una pausa en el teléfono, porque seguramente está que se sirve otro vaso de limonada.- bueno tú la pusiste. En fin, te hablaba para preguntarte si ya puedo ir a tu casa.
- ¿A la mía? - pregunto extrañada.
- ¡Sí, para acompañarte hasta mi casa!
- Tú y tu mamá tienen una lógica bien extraña, ¿sabes?
Ella se ríe y la oigo masticar otra vez. A pesar de que odio el sonido de las personas masticando, escuchar el de Mari me es completamente normal. - ¿Cómo sabías que mamá me dijo que dijera eso?
- Porque tú y tu mamá siempre tienen las mismas ideas, personalidad, pensamientos. Me atrevería a decir que son un clon, pero tú eres muchísimo más bajita.- hago una ligera pausa para colocarme el celular en el otro hombro porque el izquierdo ya me comienza a doler.- malograste la genética.
- ¡Que yo no tengo la culpa de medir 1.55! ¡Sabes que la altura es un rasgo poligénico!
Me comienzo a reír tan intensamente que simplemente siento que no puedo parar, hasta lágrimas de felicidad brotan de mis ojos porque siempre es divertido molestarla con su altura.
Mariana y yo somos algo disparejas en cuanto a altura, bueno si ella es un hobbit cómo no va a ser así, y por eso siempre termino molestándola con eso. Es divertido y a pesar de que lo he hecho desde el minuto que me di cuenta que no iba a crecer, no me deja de dar risa.
Otra cosa graciosa es que su madre mide 1.75 y su padre medía 1.90. Dios, que ironía.
- Doña comedias como siempre.- dice Mariana cuando oye que mi larga carcajada ha terminado.- entonces, ¿a qué hora voy?
- Yo iré, Mari.
- Está bien, solo trae tus cosas para mañana y el sábado, dice mamá.- asiento, aunque ella no pueda verme, y escucho como lleva los platos a ese aparato que se los lava automáticamente.
Cosas de ricos.
- Supongo que también cosas de la escuela, ¿no? Porque no hay internet en casa, otra vez.
- Sí, Leah.- ella dice y agarro mi mochila. La lleno con toda la ropa necesaria, mi cuaderno y algunos libros en los que tengo tarea pendiente.
Cuando estoy apunto de meter mi cartuchera, el ligero silencio que hay en la línea se rompe por el sonido de la voz de Mari.- oye, Jay me ha estado preguntando por ti.
Frunzo el ceño y comienzo a doblar delicadamente todo mi conjunto para la fiesta de hoy. ¿Por qué Jay preguntaría por mí? ¿Será por qué lo dejé en visto hace 2 días?
Recuerdo eso, Sierra revisó mi celular el miércoles, parte de la revisión semanal rutinaria para asegurarse que no la engaño, y encontró ese mensaje de Jay. El mensaje trataba sobre algunas bromas de nuestro show favorito "Victorius" y cuanto nos gustaba la pareja Jodi. Sin embargo, Sierra había sacado una conclusión en la que, idiota si me lo preguntan, yo le dejaba implícito a Jay que era lesbiana. Así que se molestó y me reclamó. Tuve que decirle que solo era una estupidez y que se tranquilizará, por eso me olvidé de responderle a Jay.