Ya había llegado la noche y Máximus solo quería regresar a su tienda, no había ganado nada esa tarde, no le dieron las instrucciones de su centuria, no encontró a nadie exceptuando al centurión Cornelio, que lo había saludo amablemente desde la distancia mientras al mismo tiempo vigilaba con ojo de águila el desempeño de sus subordinados, y ¡no había conseguido comida! Con su estómago vacío y una confusión de lo más grande, el recién llegado centurión no tenía la más mínima idea de adonde ir, con quien estar, que hacer y lo más importante,¡¡¡ qué comer!!
Lo único que podía sacar de bueno era el paseo por el campamento, poder observar los escorpiones, auxiliares y arqueros, ver la solidez de las murallas y las tiendas los equites, a los que misteriosamente no había visto, “Que raro” pensó, “Quizás estén en una misión de reconocimiento”. “Sea lo que fuese lo que les haya pasado tengo que volver a la tienda de Cornelio, y rápido”
Y con este pensamiento que lo distraía choco con una sombra misteriosa (de nuevo), que al pensar que era el primus pilus dijo:
-¡¡Cornelio!!¡¡Perdona!!..., no te he visto... de nuevo, creo que si te invitase unas copas podrías dejar pasar el castigo por esto, Jejeje...
Entre asustado y en broma Máximus mencionó lo del vino, cuando en realidad apenas tenía dinero para comprar una hogaza del mejor pan (duro y negro) del que podía haber en toda la legión, había perdido más de 20 sestercios en una apuesta con un par de legionarios de la V Cohorte, para adivinar que castigo recibiría un auxiliar que había lanzado su pilum a tres pies de la cara Cornelio.
...
Mientras Catus y Phoenix( los legionarios) pronosticaron que recibiría 30 latigazos y Máximus se inclinaba a que limpiaría las letrinas, un centurión, el mismo al que había visto Máximus entrenar a sus hombres tres horas antes, se acercó y para sorpresas de los tres afirmó:
-¡Ja!¿Qué clase de castigos piensan ustedes que hay en las legiones?¿Latigazos?¿Letrinas? Jajá, Apuesto 50 sestercios a que lo mandan a dormir afuera como el perro lisiado que es, y 60 sin tienda inclusive.
Los tres hombres se miraron asustados y asombrados ¿Quién se atreve a apostar esa cantidad por algo tan estúpido? Lo que equivale a la mitad de un sueldo de medio año, perdido por una burda apuesta de que castigo recibirá un perro galo que no sabe tirar la lanza, aunque asustara semejante exclamación, los tres en una mirada rápida aceptaron la apuesta. Seguro la sobredosis de seguridad le jugaría en contra.
Pero mayor fue la sorpresa cuando el propio Cornelio pidió la palabra al centurión despilfarrador.
-¡Centurión Tiberius!, ¡que grata sorpresa el tenerlo aquí observando el entrenamiento de estos perros sin futuro! ¿Puede su sabio consejo decirme que hacer con este indeseado que ha osado errar su lanzamiento tan cerca de mi trasero?
Los legionarios y Máximus se miraron apenados, sabían que es lo que diría el hijo de su madre, y sabían que no era nada bueno para ellos, al menos para sus bolsillos.
-Cornelius, estos tres de aquí- apuntando a Castus, Máximus y Phoenix- me han aconsejado que lo mandes a dormir con los bandidos y comerciantes a la puerta del campamento.
Aparte de las risotadas de los demás oficiales, Máximus solo quería irse, las personas de ese maldito campamento le daban mala suerte. Y cada vez se ponía peor.
-¡Me parece una gran idea! ¿Centurión Máximo? ¿Es usted? ¡Maldición! Mi vista empieza a fallarme de nuevo, ¡qué bueno es tenerlo aquí! ¿Está usted de acuerdo con lo que dice el centurión Tiberio no?
Intentando proteger su dinero y, por qué no, el de sus compañeros, Máximus se animó a contestar.
-No del todo en realidad, no sería darle mejor unos latigazos para que no se vuelva a repetir.
Cornelio se lo quedo mirando petrificado, como si hubiera visto a Medusa en la cara de Máximus, pero luego de un largo rato exclamó:
-¡Excelente idea Máximo! ¡Se nota a distancia que eres un centurión! Este indisciplinado recibirá 30 latigazos y luego irá a dormir afuera como el perro que es.
-¡Centurión! ¡Mándelo a dormir sin tienda de campaña también!