Una perfecta tarde de verano, sin tareas de la escuela, sin hermanas molestas y con todo el parque para ella sola.
Mina White inspiró hondo el aire del lugar mientras buscaba cualquier obstáculo para saltar, cualquier animal para atrapar y cualquier excusa para demostrar sus dotes atléticos que había desarrollado a lo largo de sus 10 años de vida.
Cualquier niño de esa edad creería que está en lo más alto de su vida, y ella no era la excepción; la diferencia es que Mina podía justificar sus palabras. Era la mejor en educación física, su reputación era reconocida por todo el pueblo debido a sus pequeñas aventuras individuales, y hasta la fecha no había nada que pudiera pararla. Excepto quizás la naturaleza.
Una fuerte ráfaga de viento le arrebató su sombrero favorito de la cabeza, y este quedó atascado en la rama de un enorme pino que se erguía orgulloso en medio del parque. Mina observó el árbol confiada: no era la primera vez que escalaba uno, por lo que se puso manos a la obra y comenzó a trepar. Pero un paso en falso provocó que cayera al suelo.
Ese pino era especialmente grande y extrañamente difícil de escalar: no era como los que acostumbraba a subir, pero eso no iba a detenerla. Volvió a trepar, esta vez con más cuidado, pero cayó de nuevo al suelo.
Frustración fue lo que sintió, estaba cubierta de tierra y ramas, seguía tratando de escalar completamente decidida a lograrlo; pero mientras más lo intentaba, más veces caía.
—¿Necesitas ayuda? —escuchó detrás suya.
Ella se levantó del suelo al escuchar la sutil voz de un niño, era de su edad, y estaba mirando la escena un tanto preocupado y con curiosidad. «Genial, lo estoy haciendo tan mal que le doy lástima a un desconocido» pensó molesta.
—No, estoy bien —respondió cortante.
A pesar de como pareciera la situación desde el punto de vista de otra persona, Mina ya había escalado árboles docenas de veces sin mucho esfuerzo y esa no sería la excepción. Si había algo que la caracterizaba era su valor y terquedad.
El muchacho, que al parecer no era de por ahí, se quedó observando tranquilo y en silencio; mientras ella, inútilmente, seguía luchando con el gigante de madera. En una de las ya frecuentes caídas, el muchacho suspiró cansado y se acercó diciendo.
—Sabes que… te voy a ayudar.
El joven se acercó al árbol y con dificultad comenzó a subirlo. «Es un principiante» pensó mientras veía como, con mucha lentitud y una casi inexistente destreza, ascendía hasta lo alto.
—Deberías bajar, si te caes de tan alto te lastimaras —dijo molesta, pues hace bastante había superado la altura máxima a la que llegó.
—Tranquila, ya casi… —aseguró acercándose a la rama que tenía atrapada su sombrero —Lo tengo —agregó al tomarlo.
El joven se veía muy feliz y orgulloso de su hazaña mientras llamaba la atención de Mina, «qué fanfarrón» pensó ella. Era obvio que el chico no acostumbraba a hacer ese tipo de cosas, lo cual la irritaba aún más, pues un novato la había superado en escalar árboles.
—De acuerdo, ahora baja que tengo que irme.
—De acuerdo —gritó el chico desde lo alto.
Estaba mintiendo, la mamá de Mina estaba charlando tranquilamente con otra mujer lejos de allí, y no tenían la menor intención de irse pronto, pero ella quería recuperar su sombrero tan rápido como fuera posible. Además, en cuanto bajara le enseñaría lo hábil que era en realidad, «esto no se va a quedar así» aseguró en su mente.
—¡Es para hoy! —gritó a todo pulmón queriendo que se apresurara.
El muchacho, que había comenzado a descender con lentitud y cautela, al escuchar sus palabras se apresuró más, y empezó a bajar rápido y sin cuidado de ver donde pisaba. Y pasó lo que tenía que pasar.
Una rama se quebró y de un segundo para otro, el chico quedó extendido en el suelo, sin señales de movimiento.
Mina escuchó el fuerte ruido del cuerpo del chico cayendo contra el suelo del parque. Con preocupación y rapidez se acerqué al joven, que permanecía inmóvil, y sin responder a las preguntas que ella le hacía. Desesperada comenzó a pedirle disculpas esperando que con eso despertara, pero no fue así. «Los adultos» pensó y se dispuso a buscar a alguien que lo ayudara, pero en cuanto quiso darse la vuelta, su visión se oscureció repentinamente: algo tapaba su vista. Confundida retiró el objeto que tapaba sus ojos y notó que era su sombrero. Giró rápidamente y vio al joven recostado y con una sonrisa adolorida en su rostro.
—No deberías darme por muerto tan rápido, em… —el chico dudó qué decir al no saber su nombre.
—Soy Mina, Mina White —dijo aliviada extendiéndole la mano para que se sentara en el suelo.
—Bueno Mina, soy Jon Black, y no tenías que preocuparte, soy de cabeza dura.
—No estaba preocupada —replicó volteándose y ocultando sus ojos húmedos, como si nada hubiera pasado.
—Lo que tu digas —respondió mientras arreglaba su cabello castaño, ahora manchado con un poco de sangre que brotaba de su frente.
—Ah, esto dejará marca —comentó adolorido tanteando la zona sobre su ceja.
—Lo siento.
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Editado: 13.09.2024