Las aventuras de Mina White

Capítulo 3: Recuerdos de ciudad.

—Muy bien, ahora el cereal…

—¡De chocolate!

—¡De frutilla!

Las hermanas se miraron en completo desacuerdo, cada una sostenía una caja diferente siendo las de chocolate la de Mina y la de frutilla que tanto le gustaba a Nana, por cierto Mina creía que eso era la única cosa que parecía hacerla feliz. Ninguna tenía deseos de ceder y Delia lo sabía.

—Ahí vamos… —dijo resignada la mujer mientras sus hijas comenzaban a discutir sobre cuál llevar y por qué la opción de la otra era una tontería monumental.

Así eran la mayoría de los días de la familia White, tanto Mina como Nana peleaban por cualquier cosa por más pequeña que fuera, incluso si estaban de acuerdo al principio, solo una chispa podía ser capaz de hacer explotar todo. Su madre ya se había acostumbrado a esas discusiones y sabía muy bien cómo calmarlas. La mayor parte de las veces.

—Bueno, como no se deciden, elegiré yo —dijo tomando un cereal de aspecto poco llamativo del estante, era de color cartón y Mina estaba segura de que lo traía en los ingredientes, pero por supuesto la creadora del cereal lo escondería, “un auténtico complot contra nosotros los niños” solía decir ella.

—Puaj, eso sabe a cartón, creo que prefiero darle el gusto a la tonta de Mina antes que probar eso.

—¡Oye!

—Muy tarde, si no les gusta comprense ustedes las cosas.

—Eso es imposible —argumentó Mina

—Claro que también podrían llevarse bien…

—¡Jamás!

—¡Jamás!

—Ahh, solo en eso están siempre de acuerdo —dijo suspirando muy cansada.

La familia siguió con sus compras, al menos Delia y Mina, pues Nana ya se había marchado dejándolas solas en los pasillos blancos del mercado.

Sin importar lo mucho que tratara, Delia no era capaz de hacer que Mina se concentrara en su tarea allí, la joven aprovecha cada oportunidad para correr, desordenar las cosas y poner de los nervios a su madre, y a los empleados.

—Creo que iré a explorar el área de golosinas.

—Recuerda que no debes comer las cosas antes de pagarlas —le recordó su madre

—Sí, si —dijo la joven mientras se marchaba.

El supermercado del pueblo era bastante grande, tenía una decena de pasillos muy largos, lo suficiente para que se pudiera hacer una pequeña carrera, pero Mina sabía por experiencia que eso era una mala idea. Los estantes rebosaban de productos, algunos muy interesantes para la joven y otros no tanto. Pero había uno de esos pasillos que ella debía visitar al menos una vez por visita, la sección de golosinas.

Mina caminó entre los estantes repletos de cosas dulces, si fuera por ella comería cada una de las delicias que veía, pero seguro que su madre se enojaría, probablemente por no compartirlas con ella.

La joven se detuvo a observar lo que parecía ser un nuevo tipo de malvavisco, solía comerlos cuando iba de excursión con los exploradores del pueblo. Comandados por el viejo Joseph, los exploradores se reunían todos los domingos a hacer actividades como explorar los alrededores del pueblo, acampar en bosques y demás cosas divertidas y de dudosa seguridad. Sin embargo, desde hacía años que el viejo Joseph ya no estaba en condiciones de hacer ese tipo de actividades y los campistas habían dejado de reunirse.

—Me pregunto cómo estará… —dijo la chica mientras le daba un bocado a una barra de chocolate que había tomado de la estantería de detrás suya.

—¿Cómo estará quién?

—¡Ah!, Jon casi me matas del susto —exclamó sorprendida la joven, que casi se atragantó con el bocado que tenía en la boca.

—Perdón, te vi ahí parada y quería saludarte… Em, creo que no deberías estar comiendo eso.

—¿Eh? Ah, no te preocupes, todos me conocen en el pueblo.

—Eso no explica mucho…

—Olvida eso, ¿qué haces aquí?

—Estoy de compras con mamá.

—Ah, bueno vamos —dijo de repente la chica.

—¿A dónde vamos?

—A pasear, te mostraré algo —dijo ella arrastrando al joven por los pasillos,

Puede que fuera por los cerámicos relucientes y el muy buen trabajo del conserje al lustrarlos, o porque en el fondo el chico deseaba seguirla, pero Jon no opuso mucha resistencia, y a medio camino ya estaba caminando al mismo ritmo que Mina.

Los muchachos caminaron por el lugar hasta la salida, pasaron por una caja registradora y Mina pagó el chocolate que había estado comiendo, aunque para ese entonces solo quedaba un pedacito de barra y la envoltura. Jon vio con extrañeza como la cajera no se sorprendió ni un poco por ver a Mina comerse el resto de la barra como si nada, de hecho parecía que ya estaba muy habituada a eso y hasta parecía divertirle la actitud de la joven. «Eso no pasaba en la ciudad…» pensó el joven antes de ser conducido por ella hacia la salida.

Mina y Jon rodearon un poco el super hasta llegar a la salida oeste, la joven echó un vistazo a la zona del estacionamiento como si buscara algún peligro, pero no encontró nada y con una sonrisa condujo al joven a una banca.




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