Las aventuras de Mina White

Capítulo 7: El día después de la catástrofe.

La noche estaba cayendo y Mina y Jon no sabían qué hacer. Por un lado, las réplicas del terremoto aparecían cada cierto tiempo, no eran tan grandes como el propio terremoto, pero no podían moverse descuidadamente; por el otro, su pueblo estaba devastado y no podían volver allí, el trayecto de regreso era muy largo, eso sin contar el tenebroso y peligroso bosque: Estaban atrapados.

—¿Qué hacemos Mina?

—No lo sé —respondió ella limpiándose las lágrimas de su rostro.

Por lo general Mina siempre tenía un plan o una salida, algo para cualquier problema o situación, pero en esa ocasión, ella parecía paralizada por lo sucedido. Jon nunca esperó ver a su mejor amiga Mina de ese modo, confundida e indefensa ante alguna situación, para él eso había sido imposible hasta ahora: Puede que eso le asustara incluso más que el propio terremoto.

—Mina… —dijo sosteniendo su mano, la chica que parecía estar en trance hasta ese momento volvió en sí, y al ver la expresión de Jon, intentó volver a su yo habitual.

—Por cómo están las cosas en casa dudo que vengan a rescatarnos, no podemos ir en la noche por el bosque y el trayecto hasta el pueblo es muy largo. Y todo eso sin no contamos el terremoto y las réplicas —dijo ella sentándose y respirando hondo para poder tranquilizarse.

—¿Debemos pasar la noche aquí?

—Sí —respondió con una falsa seguridad que no le resultaba muy convincente a ninguno de ellos, pero era todo lo que tenían en ese momento —¿Qué trajiste en tu mochila?

—No mucho, un abrigo, unos dulces y una bolsa de papas.

—Pues yo traje una linterna, una soga y… aquí está, un encendedor —dijo sacándolo de la mochila. —Cortesía de Nana.

Confundido por la expresión de alivio y hasta satisfacción que tenía su amiga por haber encontrado ese objeto, Jon le preguntó por el encendedor y ella al ver su desconcierto le aclaró.

—Con esto haremos una fogata, solo necesitamos ramas y hojas secas del bosque…

Ambos miraron cuesta abajo hacia la zona con árboles, se podía ver a simple vista que no era un lugar muy seguro para ir todavía, y Mina parecía extremadamente asustada de volver a entrar, por lo que solo quedaba una opción lógica.

—Yo iré —dijo Jon.

—No creo que sea buena idea, te perderás —comentó.

—No hay otra opción. Tranquila, estaré bien —dijo tratando de sonar seguro, aunque él mentía incluso peor que Mina.

—De acuerdo, solo no te alejes tanto.

—No lo haré —aseguró.

—Y si ves algo raro, vuelve de inmediato.

—Entendido —respondió.

El joven se acercó hasta la frondosa línea que separaba su “zona segura” del peligroso bosque que había sido azotado por temblores. Respiró hondo en busca de llenar sus pulmones de aire y mucho valor y se adentró en el bosque nuevamente.

Si bien la última réplica se había dado hacía unos pocos minutos y no era probable que ocurriera otra tan rápido, Jon no tenía pensado quedarse mucho allí. El chico caminó por la cubierta de hojas secas buscando ramas para la fogata, optó por llevarse las hojas en los bolsillos en caso de que debiera correr y soltar las ramas por lo menos llevaría algo; además, según Mina, eran fáciles de encender.

Había mucho silencio dentro del bosque, y Jon apenas podía escuchar a los pájaros en las copas de los árboles, por lo general el chillido de las aves le daban cierta tranquilidad, pero verlas en silencio lo ponían aún más nervioso.

Una sensación de temor se apoderó del joven cuando vio un árbol caído a lo lejos, «Mina estaba frente a uno cuando la encontré…» Jon sacudió la cabeza para alejar esos malos pensamientos, la idea de que ella casi fuera herida por uno le llenaba de temor y no podía permitirse esos sentimientos en esos momentos.

—No debí dejarla sola —dijo en voz baja reanudando la búsqueda.

Una vez consiguió todas las cosas que su amiga le necesitaba, Jon se dispuso a volver con Mina, pero un chillido agudo se escuchó detrás suyo, el mismo sonido que lo había guiado a Mina cuando empezó el terremoto: era la misma criatura.

Sin pensarlo soltó las ramas y comenzó a buscar por todo el lugar, no se alejó demasiado, pues con el silencio que había pudo localizar rápidamente el sitio de donde provenía el chillido del animal, creía haberlo localizado detrás de un árbol caído, pero cuando revisó, no encontró absolutamente nada.

—Se me escapó —gruñó frustrado.

Decepcionado Jon se fue de allí, no sin antes haber arrancado algunos pedazos de corteza de árbol que había en el suelo «supongo que esto también servirá» se dijo mientras volvía a buscar las ramas que había soltado.

Al cabo de unos minutos el joven volvió a su pequeña base improvisada. Mina estaba haciendo una estructura con algunas rocas y cerca suyo había un saco de dormir extendido en el suelo, con algunas piedras que evitaban que se lo llevara el viento.

Al verlo llegar la expresión de la chica se relajó bastante, para Jon no hubo duda de que Mina lo había estado esperando por un buen rato, «supongo que estuvo preocupada durante un buen tiempo» pensó con una tímida sonrisa.




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