Las aventuras de Mina White

Capítulo 8: Puedes llorar…

Por la mañana una réplica despertó a Jon, fue mucho más pequeña que las otras, pero bastó para hacerlo abrir los ojos, aunque no es como si hubiera podido dormir placenteramente durante toda la noche, pero curiosamente durmió más de lo que esperaba teniendo en cuenta que habían quedado varados en una pequeña montaña rodeados de bosque y con los constantes temblores azotando durante la noche.

El sol comenzaba a salir y se podía escuchar algunos animales a la lejanía, quizás alguno era el erizo al que habían ido a buscar, pero Jon ya había tenido suficiente con el día de ayer y no le emocionaba volver al bosque.

Durante toda la noche en el pueblo no se encendió ni una sola luz, probablemente por haberse cortado la electricidad, algo muy común, pues cuando Jon vivía en la ciudad sucedía lo mismo durante los terremotos, las luces, el agua, había árboles caídos y miles de personas asustadas. Jon tembló ante la posibilidad de que fuera aún peor en el pueblo, casi se le pasó por la cabeza esperar un poco a que todo mejorara, pero de inmediato se dio cuenta de lo ridículo que era esa idea.

El chico salió de la bolsa de dormir con mucho cuidado de no despertar a Mina, luego de lo vivido ayer, era sorprendente que se quedaran dormidos, y más aún, que ella no despertara ni una sola vez por la noche. «Tal vez el cansancio físico y mental influyó más de lo esperado» pensó el joven mientras admiraba a su amiga babear su campera que actuaba como almohada improvisada.

Jon se acercó a la parte superior del pico a ver como amaneció el pueblo, y no era de extrañar que estuviera igual que el día de ayer, solo que ahora se podía ver más claramente la enorme grieta en la calle principal. «Por suerte no afectó directamente a una casa» pensó aliviado mientras recorría todos los lugares que conocía con la vista.

—¿Jon?, ¿ya amaneció?

El chico se giró y vio a su amiga despertando poco a poco, al igual que él, a pesar de haber dormido toda la noche aún parecía muy cansada, nadie creería que roncó toda la noche como si estuviera en su propia cama.

—Sí, ¿quieres comer algo? —dijo acercándose a la somnolienta joven.

—Sí, muero de hambre.

Ambos desayunaron lo que les había sobrado de ayer, dos barras de chocolate con nuez, una galleta de arroz (que Mina no tocó), media bolsa de caramelos y dos envases de chocolatada. Jon se rió entre dientes y le contó a Mina que una vez había soñado que desayunaba solo dulces, cuando se lo comentó a su madre, ella dijo que nunca lo permitiría.

—¡Ja!, ¿quién dice que los sueños no se cumplen? —se jactó orgullosa.

Luego de comer los chicos decidieron que lo mejor sería partir pronto, pues tendrían un largo camino que recorrer hasta poder llegar a casa. Las réplicas parecían haber cesado bastante por la noche, y como la última había despertado a Jon hacía una hora, era la oportunidad perfecta para cruzar el bosque.

—¿Estas lista? —preguntó Jon.

—No, ¿y tú?

—Yo tampoco —dijo con una sonrisa. Y ambos entraron de nuevo al bosque.

Los chicos caminaron entre los árboles y arbustos, ahora un tanto cambiados, pues algunos robles y abedules caídos y otros tenían las ramas partidas. Pero en general y salvo esos pequeños detalles, el bosque parecía muy normal después de lo ocurrido, Jon recordó que su madre le había dicho que los terremotos formaban parte de la naturaleza, y aunque no les gustara eran cosas que ellos no podían cambiar.

A unos metros de caminata Mina se paró de repente y se quedó observando un abedul caído en el suelo. Permaneció en silencio por unos instantes, casi como en trance, y luego dijo en voz baja.

—Cayó muy cerca mío.

Jon sujetó su mano con una sonrisa de consuelo, el joven no quería pensar en eso ¿qué hubiera hecho él si a Mina le pasaba algo? Probablemente no habría salido vivo de ese bosque, y si lo hubiera hecho… pues eso no se consideraba vida. Mina le devolvió el gesto para reanudar el camino de vuelta.

—Bueno, no creo que el autobús vaya a pasar —comentó la joven al ver la parada destrozada por un árbol caído. Jon asintió un tanto sorprendido.

—¿A dónde vamos primero? —preguntó Mina mientras caminaban por la extensa carretera de la que les tomaría una media hora recorrer.

—Deberíamos ir a tu casa, está más cerca y tu mamá puede avisarle a la mía.

—Además la tuya me mataría si aparecemos así de la nada.

—Muy cierto.

Una terrible sensación se apoderó de Jon en ese momento, con todo lo que había pasado ningunos no se paró a pensar si sus madres estarían bien. La mamá de Jon, Ana, ya había vivido varios terremotos en la ciudad y sabía cómo actuar, pero por la reacción que había tenido Mina a este, era seguro que en La Colina no sucedía muy seguido.

—Nunca escuché de uno. Pero seguro que todos están bien —dijo ella tratando de sonar despreocupada cuando Jon le preguntó.

—Eso espero.

***

Mientras más se acercaban al pueblo, más claro eran las consecuencias de lo que había sucedido. Casas con las ventanas rotas, árboles y postes de luz caídos que tapaban el tránsito y algunos que habían caído sobre autos y motos que ahora pasaban a ser inutilizables. Sin embargo, lo que más afectó a los chicos fue el ambiente de tristeza y pérdida que los recibió al llegar a la entrada norte del pueblo.




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