Las aventuras de Mina White

Capítulo 16: ¡Vamos a enamorarnos!

El mar, un enorme cuerpo de agua salada se encontraba justo detrás de ese largo montículo de arena que dificultaba su vista. Él nunca había ido al mar, para Jon era una de las cosas en su lista de deseos, y el poder estar allí era una mezcla entre ansiedad y felicidad que no lo dejaban moverse ni un centímetro de la arena blanca «¿y si no era como lo había imaginado?, ¿y si solo era un montón de arena y agua cualquiera?» pensó inquietante por las dudas que aparecían en su mente.

Para su fortuna, no tuvo tiempo de seguir pensando, pues una mano lo golpeó en su espalda de tal modo que le hizo avanzar unos pasos hacia adelante. Mina, con impaciencia, comenzó a empujar su cuerpo y poco a poco el chico se encontró subiendo el montículo de arena.

—Mina que estas…

—Si te quedas parado no podrás ver nada —aseguró mientras empujaba a su amigo.

Un rayo de sol cegó su vista unos instantes, y luego le mostró uno de los mejores paisajes que había visto en su vida. Arena en grandes cantidades, de color amarillo brillante, como si fueran granos de oro esparcidos a lo largo de la tierra y que fronterizaban con el enorme cuerpo de agua salada: el mar.

El agua tenía un tono cristalino que solo había visto en los libros, el enorme cuerpo de agua se extendía hasta el horizonte volviéndolo interminable y un espectáculo maravillosos. Las pequeñas olas azotaban gentilmente la costa arenosa y dejaban alguna que otra caracola o piedra brillante. El lugar estaba vacío (era muy temprano para el resto de las personas), salvo alguna que otra persona, tenían toda la playa para ellos solos.

Jon estaba maravillado por el paisaje, todos los elementos que veía por separado eran geniales, pero juntos se transformaban en algo mágico. Con un soplido del viento su cabello se ondeó por unos segundos, y con sus ojos cerrados pudo escuchar los sonidos del paisaje, las aves buscando comida, las pequeñas olas en la playa y las más grandes que se encontraban mar adentro.

—Increíble ¿verdad? —preguntó Mina poniéndose a su lado.

—Mágico —respondió maravillado.

—Pues vamos a divertirnos —dijo corriendo directamente al agua.

Jon se apresuró para ir con ella, pero en cuanto dio un paso algo provocó que cayera y rodara por el montículo de arena. el joven acabó repleto de una delgada capa de arena dorada que le cubría todo el cuerpo y con la visión tapada, el chico escuchó detrás suyo una voz de tono burlón diciendo.

—Ups, perdón no te vi.

Claramente mentía y mientras se quitaba la arena de los ojos escuchó a Mina gritar a lo lejos.

—¡Nana, ya verás cuando te atrape!

—Uy que miedo —dijo sarcásticamente —nuestras madres fueron a ver la casa, y me pidieron que los vigilara. No lo haré, así que no se metan en problemas. Y traten de que no se los lleven las olas… o sí, me da igual.

Como pudo Jon vio a Nana alejarse de la playa con su celular en mano. Volteó su vista hacia el mar y vio como Mina se acercaba preocupada hacia él.

—¿Estás bien? enseguida le daré una lección.

—Estoy bien, —dije deteniéndola —vamos al agua mejor.

—De acuerdo —se resignó mientras le ayudaba a levantarse.

Los chicos pasaron varias horas jugando en el agua, Mina aprovechó el momento para enseñarle a nadar a Jon, por suerte este aprendía bastante rápido, y en cuestión de un par de horas ya lo dominaba un poco (aunque él insistía en no irse muy profundo).

A medida que pasaba el tiempo los chicos se salpicaban entre ellos, nadaban por el extenso mar y buscaban caracolas y tesoros. Con Mina era imposible aburrirse, de todo se asombraba y en todo encontraba una forma de divertirse. Si se le podía criticar algo, era la cantidad exagerada de energía que tenía. Probablemente el doble que Jon.

—¡Puaj, el agua está salada!

—¡Mina no te lo bebas!

—Pruébalo también Jon.

—No.

—¿Cómo qué no? —dijo salpicándole agua en la cara.

—Tienes razón, está salada —comentó limpiándose la boca.

—Te lo dije.

Cerca del mediodía sus madres aparecieron y ambos se dirigieron con ellas.

—Iremos a comer a la ciudad —informó Ana.

—¿Dónde está tu hermana? —preguntó Delia a su hija.

—Se fue apenas llegamos.

—No es cierto, llevo aquí desde el inicio —respondió una voz detrás de ellos. Era Nana.

—Bueno, vayan a cambiarse que iremos al centro —agregó Ana.

Nana miró a los chicos y con una sonrisa burlona les mostró un llavero de guitarra que definitivamente se había comprado cuando se alejó de ellos.

—¿Cómo hizo para volver antes que nuestras madres?

—Créeme, no quieres saberlo —comentó frustrada Mina mientras iba a cambiarse.

—Pero sí quiero…

***

Ya en su habitación Jon tuvo tiempo para recordar, cuando Mina le dijo que iría de vacaciones al mar no pensó que acabaría arrastrándolos a su madre y a él con ellos, aunque se lo agradecía enormemente. Todo era divertido cuando estaba con ella y últimamente le resulta más raro el hecho de no estar juntos que el estarlo. Podía sonar dramático, pero Jon no era capaz de imaginarse divirtiéndose sin Mina, pero si era una maldición, la aceptaba con gusto.




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