—No puedo creer que lo hiciéramos… —El tono de voz de Jon hacía evidente su incredulidad y temor.
—Te dije que lo lograríamos, ahora concéntrate en aprender a usar el timón —comentó molesta por el escepticismo que mostraba desde ayer.
—¿Y de dónde sacaste este velero?
—De un patrocinador.
—¿Un qué?
—Ese señor de allá dijo que lo podíamos usar gratis a cambio de hablar maravillas de su tienda cuando ganemos.
—No lo puedo creer —dijo poniendo sus manos en la cabeza.
—Pues créelo, y ya no me lleves la contraria, recuerda que somos una pareja bien enamorada.
El bote inflable en el que estaban parados era un nuevo producto del señor Rogers, un ex marinero que tenía una tienda de artículos como canoas, veleros y demás. Al parecer ese producto no estaba teniendo mucho éxito, por lo que Mina le ofreció darle el crédito de la victoria a cambio de prestarles uno.
—Sigo sin creerme cómo puedes salirte siempre con la tuya.
—Porque las personas me adoran —dijo con orgullo —. Y deja de hacerme cumplidos y estudia.
—No era un cumplido y ¿segura que podemos ganar?, nuestros adversarios se ven… motivados.
Mina observó en dirección a donde Jon señalaba y vio a los otros competidores, todas parejas, unos señores mayores con un velero pintado de blanco algo viejo por lo visto. Una pareja de chicas de piel morena y pelo enrulado preparaban su barco de color marrón madera, aunque parecían más concentradas en las fotos que en la propia carrera. Y por último, una pareja joven con un velero gigantesco y probablemente muy costoso, Jon pensó que definitivamente eran los rivales más duros a vencer. Aunque de igual forma Mina no tenía la intención de perder contra ellos.
—Estamos fritos —susurro Jon al ver a los rivales.
—Descuida, recuerda que no se pueden usar motores, ganarán los botes más ligeros y rápidos.
—Corrección, ganarán los botes con los mejores navegantes —respondió frunciendo el ceño.
—Mayor razón para que sigas estudiando —insistió.
El sonido de un claxon y la voz de la presentadora les indicó que debían prepararse para comenzar la carrera.
Una mujer vestida de blanco y negro les indicó las reglas y el recorrido que debían hacer. En cuanto ella volteó hacia la dirección de Mina y Jon, esta pareció confundida y nerviosa de verlos participar, Mina se aferró al brazo de su compañero al ver la duda en el rostro del árbitro
—¿No parecemos una pareja? —le preguntó a Jon.
—Dudo que sea por eso Mina —dijo nervioso por estar tan cerca de su amiga.
La mujer, que todavía dudaba de ellos, llamó a uno de los encargados que le mostró la hoja con la firma de sus madres, claramente falsificadas. Por suerte eso fue prueba suficiente para ella, y prosiguió con las explicaciones.
—Muy bien, en sus marcas…
Jon y Mina se alistaron, él controlaría el timón y ella la vela, a pesar de haber estudiado ninguno de los dos había navegado antes.
—Listos…
La chica miró de reojo a Jon y él, con su ya clásica sonrisa, asintió con la cabeza para indicarle que estaba listo y que no la dejaría sola. Eso tranquilizó el corazón de Mina.
—¡Fuera!
Todos los competidores salieron rápidamente de la línea de partida, la mayoría de los participantes tenía experiencia: y se notaba. En menos de dos minutos los chicos quedaron por detrás de todos los demás.
—¡Jon tenemos que apurarnos o perderemos! —gritó.
—Lo sé, solo espera.
Con esmero Jon comenzó a indicarle a Mina que hacer y en qué momento hacerlo, y en un par de minutos lograron alcanzar a los demás. A pesar de sus repetidas quejas, a Jon se le daba bien navegar, fue buena idea que Mina lo pusiera a estudiar antes de la carrera.
—Estamos terceros —anunció ella cuando pasaron el barco marrón.
Seguidamente pasaron el barco gigante de la joven pareja, que al parecer sin motor solo era un montón de metal flotante.
—¿Viste la cara del chico? —comentó Mina al notar lo frustrado que se veía por ser rebasado por ellos.
—Mina concéntrate, solo falta uno.
Jon parecía muy serio con sus palabras, «supongo que le contagié mi espíritu deportivo» pensó ella. Mina también se concentró, a pesar de que habían remontado no le bastaba el segundo lugar, debían ser los primeros. Todo por la bici.
—Bien, ahora hay que mantenernos —dijo Jon al haber rebasado a los de adelante.
Habían conseguido posicionarse en el primer lugar, y la meta estaba cada vez más cerca, iban a ganar, la bicicleta era toda suya. O eso pensaban.
Sin previo aviso el viento cambió de dirección y su velero bajó la velocidad, fue entonces cuando el barco de la pareja mayor los rebasó a pocos metros de la meta.
Segundo lugar, y por ende no ganaron la bicicleta. Gracias a que fueron los segundos en terminar la carrera y que solo eran unos niños, pudieron darle el crédito al bote del señor Rogers, que se veía muy feliz e impresionado al enterarse de que nunca habían navegado antes.
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Editado: 13.09.2024