Las aventuras de Selene: volumen I

Capitulo Dos : El monstruo sin rostro

Lancé un suspiro de alivio al verlo frente a mí con su sofisticada sonrisa. Al igual que siempre, nunca dejaba ver su dentadura, solo una línea de finos labios. Al ver mi mirada de molestia supo que iba a empezar la pelea, y como todo caballero terminó de ayudarme a levantarme, para luego escucharme.

— Creí haberte dicho que ya no podías invocarme. Tengo que asistir a la escuela ahora, y lo sabes — recriminé, terminando de acomodar mi falda estilo escocés —. Debo parecer una loca justo ahora. Sabes que mientras estoy aquí, pierdo segundos alla.

Al ver mi alrededor supe al instante que ya no me encontraba en Robins Lane. Estaba en sus dominios, en una habitación a la que nunca había estado antes. 

Una alfombra tapizada cubría la habitación de punta a punta. Había varias sillas que rondaban por la habitación, muchas de ellas se encontraban cerca de una mesa de té. En la esquina este se encontraba una chimenea y sobre ella había una pintura de por lo menos dos metros. Docenas de antigüedades se hallaban descansando en la habitación. No tenía muy buena iluminación y no poseía los preciosos ventanales o arañas colgando del techo como las demás habitaciones de la casa, aun así, no se quedaba atrás en belleza. Estaba decorada con el exquisito gusto que solo Areu poseía.

— Lo lamentó, señorita, pero sabe que eso es imposible. Sus clases aún deben seguir en pie.

— Pero ahora no es el momento ni el lugar. Además, puedo estar sin clases unos días — decidí restarle importancia al mismo tiempo que me acercaba al sofá.

— Creo que se equivoca.

— Pues yo no — lo desafía abiertamente —. No me has traído a hablar sobre mis lecciones, di lo que quieres decir. Tengo que volver.

 

— ¿Qué pasó por su mente para usar sus poderes de forma tan imprudente? — Areu subió ligeramente su tono de voz.

Rodé los ojos al escuchar su regaño.

— Fue un detalle minúsculo. Un pequeño arrebato de sentimientos. No volverá a pasar. Sabes que cada dia controlo mas mi lado salvaje — menti evadiendo su mirada.

Si controlarme era posible, no veía como. Había intentado todo, pero nada funcionaba. Tarde o temprano siempre volvía a recaer en el mismo patrón. Mis emociones se descontrolan, y la catástrofe se desataba en mi vida.

— Debe controlar sus emociones o ellas la controlarán a usted.

— Ya lo sé, ya lo sé. La chica estará bien, sé que sí. No la conoces, pero tranquilamente podría ser como tu o como yo. Yo solo... me perdí, perdí el control un segundo. No fue más que eso, y cuando menos lo pensé ella voló, los focos se rompieron en millones de pedazos y los gritos comenzaron una vez más.

— Un segundo es todo lo que se necesita para destruir un mundo entero — filósofo más para el mismo que para mi.

— De todas formas, ya pasó. Para mañana todo esto pasará, y la gente lo olvidará. Siempre es igual. El miedo no dura mucho mientras no haya un culpable, lo sabemos más que nadie.

— No comprende el alcance de sus poderes. Ni quiere comprenderlos  — reprocho decepcionado a lo que no hice más que ignorarlos —  Aún es muy joven para entender las consecuencias de sus actos. Si usted no...

Areu siempre ha sido así, o por lo menos desde que lo conozco, y no hay forma de cambiarlo, tampoco callarlo. Desde la primera vez que lo vi siempre fue un hombre bien portado y vestido, con unos modales impecables. Nunca se ha dirigido a mí por mi nombre de pila y solo me habla por usted, señorita, o mi favorito, damita.

Durante el último año y medio ha estado enseñándome a cómo dominar mi Dumnima, es decir, mi fuerza salvaje. La raíz de mi poder viene de esa fuerza, sin ella... no soy nada. Y si no puedo controlarla, no soy apta para poseerla. Un lazo entre un mentor y un estudiante es muy fuerte, y según Areu, en su cultura significa que hemos creado un lazo irrompible. Por eso mismo no me sorprende que sepa cuando dejo salir mi lado salvaje. Es un buen maestro, pero tiende a sobreprotegerlo. Creo que aún no ve de lo que soy capaz de hacer, y suele guardarse demasiados secretos. El cree que no lo se, pero lo se. 

— Podría ser más cuidadosa... si en realidad supiera todo acerca de mis poderes — insistí —. Porque los tengo, y de quienes debo ocultarme. ¿Que soy?

Camine hasta una de las varias sillas de la habitación. Me senté para luego cruzar mis piernas, y volver a mirarlo. Se encontraba dado vuelta mirando un cuadro de una hermosa mujer con cabello negro azabache. Estaba con ambas manos juntas detrás de sí, pensando en mis palabras. Ni siquiera se volteó a mirarme antes de rechazar mi propuesta.

— Ya le he dicho que aún no es tiempo para saberlo. Usted es demasiado...

— Si, ya lo sé. Aún soy demasiado joven — refunfuñe en voz baja.

— Exacto, además de ser una dama muy imprudente, para la edad.

— Solo soy humana, está en mi naturaleza ser imprudente.

"Eso es", recordé con malicia. Me detuve en seco al ver que Areu dejo de observar a la bellísima mujer de la pintura para verme. Sus facciones se encontraban endurecidas, sus oscuros ojos cafés se encontraban echando chispas de la rabia. Recordé que esa era una palabra prohibida en esta casa. No se me permitía decir humana ni referirme a mi misma como tal.

— No, no es una humana — corrigió dando pasos lentos y largos por toda la habitación hasta llegar a mi lado. Añadió en un titubeo —. Los humanos no son ni nunca serán como usted.

— Ya lo has dicho cientos de veces, Areu, pero hay veces en las que me gustaría volver a ser, no lo sé, normal. Sin tener que preocuparme o sentirme culpable por lo que siento. Todo esto, mis poderes, este mundo, es... extraño. Me siento como si fuera un monstruo. 

— No existen tales cosas como monstruos.

— No siento nada. Eso no es normal, maestro — señale cerrando mis ojos con enojo —. Cada vez me siento peor. Mas sinica. Anormal. Ya no se que sentimiento es real y cual es un engaño para que el resto del mundo siga su curso.S




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