Las aventuras de Selene: volumen I

Capitulo Tres: Fue un dia maravilloso

No podía creer lo que me estaba pasando. Estaba acostumbrada a ser la rara e incluso a veces la antisocial Selene, pero jamás había llegado a tal punto. Al punto de sentirme tan extraña por fuera como por dentro. Con todas mis fuerzas pateé la pared del baño, llena de mosaicos blancos. Como era de esperarse, nada pasó, solo el hecho de que mi pie dolía como los demonios. Luego choque repetidas veces mi cabeza sin saber por qué.

Mi madre siempre dice que es muy duro ser adolescente, que a veces es sentirse como un extraterrestre entre humanos, pero no debería ser así. Debería ser más fácil, simplemente estar con amigos verdaderos, salir y hacer tonterías sin sentido. No debería esconderme como si fuera una puta "abominación", porque no lo soy, solo soy... un poco diferente.

Ya quisieras ser solo un poco diferente.

— Maldita sea — dije con amargura en voz alta mientras me miraba en aquel espejo —. No soy diferente.

Claro que sí. Eres mejor que el resto, por ser diferente.

Mirándome con más detenimiento pude notar como varias marcas oscuras comenzaban a formarse en mi garganta, marcas de manos. Las manos de aquel monstruo, un monstruo que supuestamente no debería existir. Debía tener marcas en todo el cuerpo aunque gracias al uniforme solo las de mi cuello eran notorias. Con ambas manos comencé a desatar mis trenzas. Desde mi cabeza hasta las rubias puntas de mi cabello. Las ondas que se formaron luego de quitármelas, sirvieron para que no se pudiera notar casi nada de los moretones.

— Eres... — comencé a decir en voz alta pero me sentía una idota hablando en voz alta por lo que calle.

Mi mente sadomasoquista volvió a aquella habitación, y volvió una vez más a recrear sus caras de horror luego de decirme que creían que era una bruja. En especial el rostro de Bonnie. No podía creer que creyera esa tontería. La chica que siempre necesitaba pruebas de todo. Justo ahora venía a creer en los tontos rumores de adolescentes. Y Archer, mi dulce y torpe Archer, que aún creía qué hay posibilidades de que Santa Clous exista. Mis únicas anclas — las que me mantenían tranquila y estable — estaban empezando a creer en la multitud más que en mí.

¡Yo sé que es verdad lo que los rumores dicen, pero ellos no!

Deberían creer en lo que su mejor amiga les dice más de lo que oyen por ahí.

Después de mirarme por varios minutos la tediosa enfermera por fin apareció. Querían llevarme al hospital para un chequeo, pero logré convencerlos de que sufro de "ataques de epilepsia repentinos" y que estoy tratando —junto con mis padres— de aprender a sobrellevarlos. Así que además de ser una bruja rara y una abominación, ahora también soy una puta epiléptica. ¿Realmente algo más en la vida puede ser peor? No respondan porque se que si, y las autoridades de mi escuela me lo confirmaron. La enfermera junto con la directora hablaron de comenzar una terapia para alguien "anormal" como yo. Ay, perdón, sus palabras reales fueron "person con características especiales", asi de tonto se oia. Si mi madre oía que una de sus hijas tendría que ir a terapia... bueno, creo que ella misma era capaz de destruir la escuela. Gracias a dios fue solo un pensamiento el cual dijeron que lo hablarían en la próxima reunión de padres y maestros. Hasta ese día todavía podía vivir.

Lo cual hizo. Luego de quince minutos encerrada con mi tortuosa mente, salí corriendo hasta mi curso.

Al entrar solo estaban algunas chicas junto con dos o tres chicos, pero apenas les presté atención. Solo quise sentarme en mi lugar y tratar de descansar por lo menos solo dos minutos. Me senté en mi asiento habitual, la segunda silla del lado de la ventana. Los profesores apenas podían ver que era lo que estabas haciendo y tenía una de las mejores vistas del colegio, al bosque oscuro, llamado así por una antigua leyenda. Como había hecho esa misma mañana coloqué ambos brazos sobre la mesa y me recosté cerrando lentamente los ojos.

Los murmullos y chismes que mis compañeros compartían detrás de mí de un momento a otro se detuvieron. La habitación se cargó de una espesa energía. Un escalofrío recorrió todo mi cuerpo dejándome completamente extrañada, hasta que me tocó. Sentí como sus manos sacudieron bruscamente mi hombro, a lo que instantáneamente levante la cabeza mirándole con la peor cara posible.

Fue ese el momento exacto cuando lo vi por primera vez.

Sus bellos ojos me miraron examinándome, buscando algo que no pude descifrar. Con algo de decepción levantó su vista de mí para rodar sus ojos con un gesto de exasperación, para más tarde volver su vista hacia mí.

— Estas en mi asiento — afirmó apoyando lentamente su brazo bastante fornido sobre la mesa.

— Creo que te estás equivocando, amigo — dije con la sonrisa más falsa que pude crear al mismo tiempo que achicaba mis ojos.

— Yo no me equivocó.

Al verlo detenidamente me di cuenta de que su rostro no me parecía familiar. Algo raro para un pueblo y una escuela tan pequeña.

— Todos cometemos errores. Además... ¿Estás seguro de que esta es tu clase? Jamás te he visto aquí.

Supe al instante que mi comentario no le cayó para nada bien. Tomó mi mochila y con rapidez la lanzó hasta el final de la habitación.

— Escúchame, niña tonta, no me interesas y yo no te intereso así que lárgate de mi vista porque ya me tienen cansado.

Inflando su pecho y poniendo su peor cara trató de intimidarme como si fuera una estúpida que no se diera cuenta. Poniéndome de pie lo enfrenté. Llegamos a estar separados por dos pequeños centímetros. Yo soy alta, -por así decirlo- mido un metro con sesenta y ocho centímetros. Aun así, él me sacaba media cabeza. A su lado me sentía una pequeña pulga, pero una pulga con carácter que no iba a dejar que nada la pizarra.

— Ya quisiera. Es el primer día de clases imbécil, no tengo nada en esa mochila como para ir a buscarla. Y tu show de chico malo junto con tu actitud de mierda no me asustan ni un poco. Este es mi lugar así que puedes irte.




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