Al estar a menos de 30 metros de llegar a mi casa no podía hacer nada más que vigilar cada movimiento del padre de Daniel.
Tenía miedo de lo que fuera capaz de hacer al llegar. ¿Tendría la audacia de bajar del auto?, ¿le diría a mi madre en la mañana?, ¿la llamaría y le contaría todo lo que había ocurrido en el bosque? Mi madre era una mujer con un carácter... mejor solo dejémoslo en una mujer "con carácter". Mientras menos metidas de pata tuviera mejor. Ella definitivamente no podía saber lo que había pasado. Estaba aterrada de lo que sería capaz de hacer si lo supiera. Si tan solo pudiera dejar de respirar, hablar y moverme creo que ella sería la madre más feliz del mundo. Nunca lo había pensado. Básicamente si no tuviera vida. Aun así no había forma de morir entre el auto y la puerta de casa, por lo que lo mejor era olvidar esa idea.
Al llegar a la entrada de la propiedad, el señor Kelly se quedó afuera, como si no quisiera entrar. Ni siquiera volteo a mirarme, solo esperaba a que me bajara del auto.
— Muchas gracias por traerme, Señor Kelly — agradecí desde la parte trasera del auto —. De verdad se lo agradezco.
— De nada, Selene. Ten más cuidado la próxima vez que salgas de noche. No queremos que tu madre se preocupe, ¿verdad?
Había algo en la forma de decir mi nombre, algo que era muy familiar y lo cual me provocaba demasiado asco. No me agradaba en lo absoluto. Tenía un presentimiento. Como si fuera un extraño cosquilleo justo detrás de la nuca, que me enviaba descargas por todo el cuerpo. Como si fuera una advertencia.
Es malvado.
— Claro, intentaré ser más precavida de ahora en adelante — mire a Daniel por los espejos y al encontrar su mirada sentí como no quería que me fuera del auto. Como si no quisiera estar a solas con su padre —. Tengo que irme. Como dijo mi madre, debe estar muy preocupada y además cansada. Ella siempre me espera despierta cuando salgo.
— Por supuesto que sí. Mañana nos reuniremos a las 9, así que debe levantarse temprano — informo y supe que intentaba decirme que le contaría todo lo que había pasado —. Esperaremos aquí hasta que entres y después nos iremos. Solo para que te sientas segura.
— Gracias, señor — murmuré poco convencida —. Gracias, Daniel, nos vemos en el colegio.
Al bajarme del auto y caminar hasta casa pude notar como sus vistas estaban puestas en mi. No era necesario darse vuelta para saberlo. Con torpeza saque las llaves de mi chaqueta y las introduje en la puerta. Antes de entrar decidí darme vuelta solo para asegurarme que seguían allí. Por lo que antes de abrir les envié un saludo con la mano y la sonrisa más forzada del mundo. Al entrar cerré la puerta rápidamente para ir corriendo hasta donde estaba la alarma. En menos de 10 segundos logré poner la clave y evitar que comenzará a sonar.
Con cansancio camine por las escaleras siendo recibida por mis gatos. Me quedé quieta al pasar por el cuarto de mamá. Observando su puerta con temor estiré mi mano hasta tomar el picaporte y girarlo. En silencio y con lentitud me acerqué hasta su cama. Me quedé callada viéndola dormir hasta que se percató de mi presencia. Fue entonces que lanzó un grito de miedo.
— ¿Que mierda haces ahí parada, Selene? Mañana tengo que madrugar. ¿Quieres que me muera de un puto infarto?— ladro como un perro rabioso, al no obtener respuesta me pregunto — ¿Que mierda te pasa?
— ¿Me puedo acostar contigo? — pregunte con ojos llorosos.
No se si al verme en tal estado había ablandado su corazón — pensando que tuviera uno — o solo estaba demasiado cansada para echarme de su lado. Pero por primera vez en mucho tiempo mi madre me mostró un poco de su cariño materno.
— Está bien, pero te dormirás y me dejaras dormir, mañana debo madrugar — me advirtió con tono amenazante —. Algún día me vas a matar de un infarto, niña.
Asentí corriendo a abrir las sabanas del lado izquierdo. Al acostarme sentí como mamá me abrazaba. Hacía mucho tiempo que no lo hacía.
— Te amo, Selene — suspiró antes de dormirse. Quise morir al escuchar esas palabras salir de su boca. Cerré fuertemente los ojos para evitar llorar.
— Lo sé, mamá.
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Sin saber porque, al día siguiente me desperté con un optimismo que no había sentido en mucho tiempo. En especial luego de la última noche llena de pesadillas relacionadas con monstruos, sombras y soledad. Al abrir las ventanas de mi cuarto, la luz se veía más clara, el cielo parecía más despejado, la vegetación se veía más verde y viva. Todo parecía mejor a comparación del día anterior. Al bajar tenía una tonta sonrisa en la cara que no podía borrar con ningún pensamiento, y no me importó para nada la mirada de confusión de mi madre ante mi repentina felicidad.
— ¿Por qué estás feliz?
— Es viernes — respondí comiendo una manzana roja —, siempre estoy feliz los viernes.
No conforme con esa respuesta se acerco a mi.
— ¿Qué pasó ayer, Selene? ¿Hay algo que debas decirme o que deba saber?
Tragué con duda pensando que tal vez el señor Kelly decidiera abrir su maldita boca y decirle a mi madre que estaba haciendo el bosque a media noche, pero decidí que no quería amargarme el día.
— Tuve una pesadilla y me asusté — bajé la cabeza fingiendo vergüenza —. Son mis tonterías.
— Está bien — comentó sin creerme —, termina de comer que debemos irnos. Ya estoy llegando tarde.
Después de cinco minutos terminé de comer mi manzana y caminé junto con mi madre hasta el auto. Cuando me subí y este comenzó a moverse, no podía dejar de mirar las ventanas, observando el cambio de la ciudad combinada con el bosque. Parecía salido de un cuento de hadas. Podrían desagradarme las personas de este pueblo pero jamás los hermosos paisajes a lo largo de toda la ciudad y sus alrededores.
Por primera vez en mucho tiempo estaba tranquila. Solo había una pequeña cosa que no podía sacarme de mi mente. No podía olvidar las palabras del maldito gnomo de jardín, sus amenazas, estaban muy presentes en mi cabeza. Pero con un simple movimiento logre sacar aquel pensamiento y guardarlo en lo profundo de mi mente. Al menos por ahora.