La clase de matemáticas me había parecido eterna pero finalmente había terminado. En lo que respecta al bobalicón de Dragomir, no volvió a dirigirme la palabra el resto del día. Yo por lo menos no tenía nada para decirle. Su molesta actitud no hacía más que ponerme de mal humor. Aunque sabía que estábamos peleando por tonterías, él hacía que mi mente quisiera explotar. Además si él tenía algo que decirme lo haría, no era una persona que se guardaba para sí mismo sus opiniones. Eso me gustaba de él. Hasta que decidió usar eso en mi contra. Mientras él no se disculpara no volvería a hablarle.
Cuando el profesor dijo que podíamos retirarnos fui la primera en salir. Tenía muchas ganas de volver a casa y dormir un poco. Debía pensar en todos los pequeños datos que tenía en la cabeza y en las preguntas pendientes que aún debían respuestas. No había caminado ni seis calles cuando sentí que alguien me estaba siguiendo desde el colegio. Había decidido ignorar la presencia ya que pensé que tal vez íbamos para el mismo sitio, pero al sentir de quien se podía tratar supe que no era coincidencia que me estuviera siguiendo. Levante la cabeza y olfatee el aire, temiendo que mis sospechas se confirmaran.
Y lo hicieron.
Últimamente pasaban tantas cosas raras en mi vida que ya no sabía realmente qué esperar. Pero al reconocer ese hermoso perfume importado de Francia supe quien era y me reí al saber que me estaba siguiendo, y peor aún, que la tonta esperaba que no me diera cuenta.
– ¿Por qué la gran Emma Hunter me sigue como un jodido acosador? – pregunté en voz baja dándome vuelta buscándola en la calle.
Era una zona de casas de clase media llena de árboles por lo que en un primer momento no pude encontrarla, pero al ver un mechón de pelo negro brillante volando en el aire me di cuenta que estaba detrás de un gran árbol. Camine hasta ella con una sonrisa en mi rostro. Realmente era una escena digna de una película.
La chica perfecta persiguiendo a la loca de la escuela.
– ¿Qué haces siguiéndome, Emma? — suspiré sintiendo algo de lástima al verla en un estado tan... diferente — Creía que te tomabas tus tardes libres para jugar con tu noviecito Ken en tu casa a los toquesitos. Además, no me considero una persona muy interesante como para tener una acosadora.
Al verme a su lado, saltó del susto. Como si realmente tuviera miedo de mí, algo tonto ya que no le haría daño. Si, tal vez, la había hecho volar dos metros, pero ahora era diferente. No quería herirla. No quería hacerle daño a nadie más, solo quería conseguir respuestas y dejar de sentirme incompleta.
– ¡No te estaba siguiendo! – replicó avergonzada bajando la cabeza. Note que sus mejillas se tiñeron de rojo, lo que provocó que si no hubiera sido por sus pequeñas cicatrices de las cuales me hacían sentir culpable, me hubiera reído, pero preferí mantenerme seria, pensativa.
– Pues no parece. Estabas escondiéndote detrás de un árbol, Emma — señale con la vista —. Si vas a mentir intenta ser más convincente.
— Estoy yendo a mi casa — se justificó. Otro error.
— Vives en el lado norte y yo en el sur. Y estamos yendo al sur, Emma — realmente no quería reírme pero su poca capacidad para mentir estaba logrando romper cada barrera dentro de mi.
Por unos momentos se quedó quieta, pensando en qué hacer. Me miraba y al instante cambia la dirección de sus ojos. Quise tocarla para calmarla, pero creo que en este caso solo la hubiera puesto más nerviosa.
– Tal vez... si te estaba siguiendo – aceptó entre dientes sorprendiéndome.
– ¿Por qué?
Mi desconcierto era tan real que hice una mueca.
– Tu ya sabes porque estoy siguiendote. No te hagas la idiota.
– No, en realidad no lo se— negué realmente sin saber.
– No me hagas decirlo, Smith – me quedé callada mirándola. Sabía al punto que quería llegar pero no le iba a dar el gusto de decírselo. Al ver que no planeaba responderle se exaspero –. ¡Bien, lo diré yo! Se las estupideces que dicen de ti, y quería verte para hablar de... ¡eso!
– ¿Y con eso? — repliqué sin querer darle mucha importancia a ese maldito asunto.
– ¿Por qué no lo has desmentido? — inquirir desesperada — ¿Por qué seguirles el juego a toda la escuela sin decir nada?
Dude en responder al verla tan interesada en mi maldita respuesta.
– Jamás me creerían si les digo lo contrario, y además, me importa poco lo que los demás opinen de mi — respondí observando los alrededores de la calle y poniéndome nerviosa al ver como unos chicos más chicos que nosotras nos observaban desde lejos, como si fuéramos una puta función de fenómenos.
Uno de ellos incluso sacó una foto de nosotras hablando. Quería ir hasta allí y romper su móvil, ¿pero cuál sería el punto? Ya tenía bastantes problemas justo frente a mi.
– Se que no es así, Selene – dijo segura de sus palabras, como si ella me conociera más allá del colegio –. He visto cómo reaccionas cuando hablan de tu familia o de tus amigos, y se que te importan. Te importa lo que los demás opinemos de ti. Te encanta saber que se dice de ti.
– Ajá — comunique ya harta de toda la conversación — Estoy cansada y la verdad solo quiero irme a casa y dormir. Así que vete a tu casa, Emma.
Comencé a darme media vuelta pero Emma salió de su escondite y saltando justo frente a mi me bloqueó el camino. La verdad es que ya estaba comenzando a desesperarme.
— Se que no es fácil escuchar las cosas que dicen sobre ti — cedió —, o de tu familia, pero quiero que sepas que yo jamás me he burlado de ti a tus espaldas ni de tu familia, aun cuando he tenido motivos más que suficientes para hacerlo, y lo sabes mas que bien.
Baje la cabeza sabiendo perfectamente a qué se refería. "Historia familiar", habría dicho mamá. Había un porque no éramos bien recibidos por el pueblo aun cuando prácticamente éramos los dueños del culo de todos. Y para mi desgracia tenía que ver con los Hunter.