Desperté no por la alarma de mi celular al igual que cada mañana, claro que no. Esta mañana había sido despertada por los gritos de mi madre. Mi cabeza no dejaba de dar vueltas sobre sí. Sentía como pequeñas navajas arremetieron contra él. Estaba muy confundida. Lo último que recordaba había sido perder el control de mi misma. Algo había pasado, estaba segura de ello. Las ventanas se habían roto, algo había impactado contra nuestro patio. Estaba segura de que había conjurado algo, pero no sabia que era. Estire mis manos aun sin abrir mis ojos, y me sorprendí al notar que no estaba en el piso. Estaba recostada en mi cama protegida por mis frazadas bien puestas. Con lentitud y tratando de comprender lo que estaba ocurriendo me levanté volteando a ver mi ventanal, solo para descubrir que estaba intacto. Era como si nada hubiera pasado. "¿Lo habría imaginado?", me pregunte mirando mis manos con detenimiento. Recordaba haber tocado vidrios con ellas. "Me había cortado la mano izquierda", recordé dándome cuenta que se encontraba sana.
Tal vez si te estás volviendo loca.
— Cállate — murmuró llevando mis manos a mis oídos como si con eso pudiera silenciarla.
No sería una locura después de todo lo que haz pasado.
— No estoy loca — intente convencerme —. Nunca he estado loca.
No digo que lo estés, solo digo que no sería extraño que lo estuvieras. Después de todo hay alguien en tu cabeza hablándote.
— Si pudiera deshacerme de ti ten por seguro que lo haría — le aseguré con enojo y frustración.
Pero no puedes, y te molesta no poder hacerlo, pero ten por seguro que el sentimiento es mutuo.
— No eres más que la maldición de tener estos poderes — brame.
Si de verdad pensarás eso, habrías buscado la forma de deshacerte de mí. Pero ambas sabemos por qué no quieres que desaparezca, o es que acaso... dime selene, ¿has olvidado que es lo que pasaría si yo no estuviera cubriendo tus espaldas?
No quería responder pero sabía que ella seguiría hablando si no le respondía.
—No, sé perfectamente que es lo que pasaría. Catástrofe.
Bien, me gusta que las dos sepamos que aunque no nos agrademos nos necesitamos mutuamente. Es reconfortante de cierta manera, ¿verdad?
— Lo que digas — respondí sin mucho interés.
Alégrate, Selene, si realmente estuvieras loca, no perdería la oportunidad de decírtelo.
— Piérdete, no quiero seguir oyendo — la rechace saliendo de mi cama y buscando mi uniforme.
Te convendría ser más amable conmigo. Ahora que dejaste ir al viejo, yo puedo volver a intentar guiarte por el buen camino, dijo sarcástica al igual que siempre.
— No hables así de él.
De acuerdo, como tu desees, Selene. Pero solo para que sepas, y te quedes tranquila, yo no creo que estes loca.
— ¿De verdad? — pregunté con ingenuidad
Claro que no.
Decidí no contestarle. Me terminé de poner mi uniforme y al revisar mi celular casi vuelvo a desmayarme. Era tardísimo.
— ¡Selene, baja en este instante! — ordenó mi madre — Juro que si no bajas y me haces subir lo lamentarás.
Como un rayo baje las escaleras y la encontré en la cocina.
— ¿Qué pasa, mamá? – pregunté con voz baja.
– Creí haberle ordenado que limpiarás los platos anoche. ¿Por qué no está hecho? – no dije nada, me quedé callada mientras apenas la miraba – ¡Siempre ocurre lo mismo, no sirves para nada! ¿Sabes? Espero muy poco de ti Selene. No te pido que trabajes, o nada de otro mundo, solo que laves unos malditos platos.
A veces creo que mi madre no se da cuenta que solo tengo catorce años y es ilegal que trabaje. De todas formas es inútil discutir con ella. Solo escuchaba lo que quería oír.
– Lo olvidé, mamá. Lo lamento, no volverá a pasar – prometí.
Se notaba angustiada. Pasó sus manos por su frente como si tuviera migraña.
– Siempre es lo mismo contigo, Selene. Nunca aprendes nada. ¿Quieres verme muerta, es eso? ¿Haces todos estos escándalos para provocar mal?
A veces mi madre parece sacada de un programa de televisión sobre drama.
– No, mamá, no te quiero muerta. Y no hago ningún drama tu eres la única que está gritando – aclare desanimada.
Era muy temprano para esta basura.
– Sé lo que piensas de mí, pero yo soy la que está aquí todos los días. Tu padre fue el que arruinó todo, pero yo soy la que escucha todas las basura que rumorean sobre mí el resto del pueblo. Yo soy la que sale todos los días por esa puerta y traigo comida a esta casa. ¡Me debes respeto!
— Nadie te está faltando el respeto, mamá — suspiré tomando mi mochila.
— Solo era limpiar unos platos. Desde que regresé ayer que estabas acostada sin hacer nada — señaló captando por completo mi atención.
Recuerdo bien como mi madre me había llamado al levantarme de la siesta de ayer. Me había dicho que estaba llegando a casa antes de ver a Areu. Me quedé callada pensando en sus palabras, observandola, mirándola. No pensaba decir nada, tampoco quería. Solo quería irme de allí, como cada día. Al ver que no iba a decir nada más simplemente agarro sus llaves y me hizo subir al auto.
Si realmente el arrebato de ayer hubiera pasado, mi madre hubiera visto el desorden de mi cuarto, pero no lo hizo. Todo había sido normal para ella. No había visto nada. "¿Realmente me estaré volviendo loca?", implique con miedo de que fuera verdad. Regrese a la realidad al escuchar como mi madre me regañaba al no haberme puesto el cinturón. Con mala cara me lo puse. Siempre me decía que ella no me importara, y no era así. Era mi madre claro que me importaba, solo que me había tomado mucho tiempo que lo que dijera sobre mi no lo hiciera. No era que no la amara o no me importara su opinión, pero cuando creces escuchando todo el tiempo que no sirves para nada - sabiendo bien que si lo haces - o que siempre haces todo mal, ya no te importa lo que tengan que decir sobre ti.