Saqué la pequeña llave que tenía en mi bolsillo y fui hasta mi bicicleta. Antes de siquiera llegar a ella una mano me detuvo. Me di vuelta lentamente con algo de miedo, pero al ver a Sammy y su mano en mi hombro no pude evitar sonreír.
– Perdón, creo que logre asustarte – murmuró sonrojado tocándose su cabellera negra en un gesto de vergüenza.
– No, claro que no. Solo... no te vi venir.
– Te fuiste tan rápido cuando estábamos hablando que no tuve tiempo de preguntarte como estabas.
– Me enoje – admití bajando la vista –. Bonnie siempre ha sido mi amiga. Desde que tengo memoria ella y yo hemos sido inseparables. Y no logro pensar en qué razón tendría para no querer hablarme mas. Escuchar qué dice esa basura sobre mí, solo hace que me duela más.
– Los amigos no siempre actúan como uno espera, ¿no?
Asentí sin querer hablar más del tema.
– Me tengo que ir, pero gracias por decirme la verdad hoy. Casi nadie hubiera hecho lo que tú hiciste. Eres valiente, Sammy. De verdad lo eres. No se si yo tendría el valor de poder confesar algo tan libremente.
Como gesto de amistad choque levemente mi puño contra su hombro. Pensé que se iría pero se quedó mientras me veía desencadenar mi bici. Cuando estaba sacando para irme sus palabras me dejaron en shock.
– ¿Te gustaría salir alguna vez? – se atrevió a decir con rapidez – Es decir, salir conmigo. No tenemos que hacerlo si tú no quieres, tal vez solo pasar el rato o... lo que tú prefieras hacer. Pero si no quieres lo entiendo completamente.
Creo que jamás en vida había escuchado a nadie tan nervioso como él. Y mi expresión solo le generó más nervios. Quiero creer que era una expresión de sorpresa pero lo más probable es que fuera de puro miedo. Era la primera vez en mi vida que un chico me invitaba a salir y la verdad jamás imaginé que sería Sam.
¿Era normal salir a los 14 años?
¿Que suponía que debía decir?
¿De verdad pensé que iba a ser como en las películas y que el chico me daría una rosa luego de un despampanante número de baile?
Mil preguntas cruzaban por mi mente, pero no había tiempo de responder ninguna de ellas, porque el pobre de Sam me miraba súper avergonzado. Así que por una vez hice algo que hubiera hecho mi propio padre. Decidí que nada me importaría.
"A la mierda todo", me dije asintiendo con la cabeza.
Tendría todo el tiempo del mundo para torturarme a mí misma preguntándome el porqué lo hacía, pero no quería. Estaba frente a un chico que era bastante guapo, al que le gustaba por cómo soy y que no creía las mentiras que decían sobre mi.
En este preciso momento lo único que quería decir era...
– Si, sería muy lindo.
– Genial – exclamó con victoria.
– Mi madre me castigó hoy, pero tal vez el sabado podríamos salir – señale esperando que dijera que sí.
– De acuerdo – murmuró con una sonrisa –. El sábado será entonces.
Fue un lindo momento.
Yo sonriendo como una tonta enamorada y Sam mirándome como si fuera perfecta. Por un breve momento nada ni nadie existía, solo nosotros dos y nuestras sonrisas. No sé cuánto tiempo estuvimos de aquel modo, pero fue muy especial.
Casi me sentía como una chica normal. Por un pequeño segundo, realmente fui solo Selene.
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Al llegar a casa lo único que quería hacer era tirarme en la cama y descansar un rato. Tener un día como cualquier otro adolescente. Pero se nota que yo no puedo tener el privilegio de estar un día en paz. Ni en el colegio ni en mi propia casa. Tengo un defecto, cuando dejo de ver a las personas por un periodo prolongado de tiempo sencillamente me olvido de la existencia de esa persona. No es que no importe lo que le pase, eso sería desalmado. Yo creo que si ellos pueden vivir sin mi, yo puedo vivir sin ellos. Varias personas lo han demostrado en mi vida; mi padre, mi hermana, y ahora, Bonnie. No era que no me hubieran amado, se que todos ellos lo hicieron, en un cierto grado.
¿Las personas que nos dejan por elección merecen nuestras lágrimas? Yo realmente creo que no.
Traigo este defecto a colación, ya que, una de esas personas estaba tocando a mi puerta. Trayendo el drama siempre que venía.
– Hola, Isa – salude sin mucho entusiasmo, empujando y volviendo a cerrar la puerta después de ver a mi hermana pasar con prisa – ¿Cómo te ha ido?
– ¡Mamá! – gritó ignorándome completamente a lo que solo hice una mueca.
Como un perro rabioso busco por todo el piso pistas de mi madre. Al no encontrarla vino de vuelta con el ceño fruncido y ambos brazos en las caderas exigiendo respuestas.
– Es viernes – señale con obviedad. Al ver su cara de confusión supe que no debía estar enterada porque añadió –. Los viernes vuelve a las 7, porque debe revisar con el contador los registros de gastos – me vista vuela hasta el gran reloj de la sala de estar y lo apunte –. Son las 5 y media. Puedes quedarte hasta que ella venga. No creo que llegue tarde. Bueno, no más de lo normal en ella.
Isabell suspiró con molestia caminando hasta la cocina, donde la seguí.
– ¿Acaso no noto que no he estado en más de dos semanas? – Inquirió completamente furiosa abriendo el refrigerador.
– Estuviste aquí el lunes pasado, y hoy es viernes, Isabella — señalé con obviedad.
Al ver como comía con desesperación un pedazo de carne asada que había sobrado de hace unas noches no pude evitar asquearme y dejar de verla. Sabía perfectamente en qué estado estaba. Nadie necesitaba decírmelo. Y la idiota no hacia mas que ponerse en evidencia.
— Aun así — refutó con comida en su boca. Al ver mi cara de asco no pudo evitar enfadarse — ¿Qué pasa, hermanita? ¿Te da asco?
— La verdad es que sí — confesé manteniendo la mirada en sus ojos perdidos —. Nada me da mas asco que cuando te presentas drogada. Das verguenza y ni siquiera te puedo decir cuánto asco das porque es como decirselo a la pared — al ver su asombro no pude evitar dejar salir lo que hace años pensaba, ya que por primera vez ella estaba lo suficientemente lúcida — ¿Te enoja que no nos preocupemos por donde estas? Siempre desapareces, a nadie le asombra que no estés. Hace dos meses desapareciste 20 días en los que no llamarte ni te comunicaste e incluso cuándo mamá te llamo tu dijiste que no te molestará.