Cuando la campana tocó, mi nerviosismo creció. Era hora de pasar las horas más incómodas de mi joven vida. No solo tendría que soportar a la rara y perturbadora versión de Emma y a Dragomir, sino que los dejaría vagar libremente por mi casa. Para mi suerte todo lo que me relacionaba con mi verdadero ser estaba escondido debajo de mi cama, y por nada del mundo los dejaría entrar allí.
En cuanto a Daniel... me alegraba que estuviera bien. Tanto como podría estarlo. Ya no era el mismo de antes. No sabía si los demás también podrían notarlo. Su aura había cambiado y sus ojos... simplemente no parecía el chico valiente y popular de siempre. Supongo que cuando casi te matan enfrente de tus amigos y compañeros cambias la perspectiva de la vida, pero como saber.
— ¿Nos vamos?
Miré a Emma quien se notaba bastante ansiosa con una sonrisa de oreja a oreja. Cosa que me molesta bastante. Podía tratar de ocultar su emoción por visitar mi casa. "¿Qué es lo que quería ver?", me pregunté sin dejar de mirarla con seño fruncido. Sabía que no solo quería visitarla para verla intentar desenmascarar. Claro no. Su pequeña observación con mi casa, viene mucho antes que esto. Ella quería descubrir si lo que nuestros compañeros decían sobre la mansión era verdad. Tenía razones ocultas, que no me gustaban en lo más mínimo. Nunca me gustó tener a extraños en mi casa, y mucho menos a una persona que sabía y quería confirmar mis poderes.
Al no querer decir nada malo, simplemente asentí. En su lugar cambié mi vista hasta Dragomir quien venía caminando por el pasillo hasta donde estábamos nosotras. Tenía que admitir que hoy no había sido un buen día para él tampoco. Era casi como si su resplandor propio se hubiera apagado. Sus ojos no tenían ese bello brillo y su cabello estaba más revoltoso de lo normal, lo que le daba un toque desaliñado. Al acercarse le sonrió débilmente a Emma mientras que solo posó su vista en mi por un pequeño segundo con algo de molestia.
Estuve tentada a usar mis poderes por tratarme de ese modo pero decidí solo apretar mis puños y dar media vuelta.
— Ahora que estamos los tres, podemos irnos — exclame yendo hasta la puerta.
Camine sin ver si me seguían o no, y al llegar afuera vi como todos nuestros compañeros ya se estaban yendo en los autos de sus padres, en bicicletas o caminando. Esperé unos minutos y al notar que ninguno de mis invitados se encontraba cerca volví a entrar al colegio. En el mismo momento que cruce la gran puerta roja vi como Emma salió a mi lado corriendo. Iba a gritarle ante su rara huida pero una mano en mi hombro me detuvo.
— Daniel la llamó por teléfono. Me dijo que iría luego y que nosotros vayamos ahora — informó Dragomir con cara de pocos amigos.
— Pero si estaba a su lado hace un segundo — repliqué sin comprender en qué momento había sucedido esa llamada.
— Solo hablaron dos segundos, me dijo que nos fuéramos sin ella y salió corriendo, ¿sabes algo de eso?
Con la mirada busqué a Emma pero ya no estaba. "Así que Daniel no tuvo mejor momento que decidir hablar con su novia el mismo día que ella va a mi casa", reí para mis adentros.
— Claro que no — negué con una sonrisa —. No sé qué pudo haber pasado.
— Que raro, él vino hoy al colegio, pensé que tal vez tú lo habías visto.
Si creyera en cosas imposibles diría que Dragomir estaba celoso, lo cual si fuera cierto me hubiera descolocado, pero seguramente solo estaba enojado por el estado de su amigo.
— Vamonos — volví mi vista hasta él, ignorando sus palabras.
Comenzamos a caminar por las calles sin hablar prácticamente. Era algo incómodo, ya que, ambos hablamos dentro de la escuela y, al no hacerlo ahora mismo solo mostraba lo poco que sabíamos del otro al no poder entablar una simple y llevadera conversación, mucho más al notar el mal humor de el. Cuando pasamos la ciudad y empezamos el camino por el bosque decidí aprovechar los últimos 10 minutos de caminata que nos quedaban para por lo menos intentar descubrir más sobre el. Tratar de descubrir un poco sobre su misteriosa persona.
— Has estado muy callado últimamente.
— Eso no es cierto — negó —. Siempre estoy callado.
— No estás callado con Emma — comente sin pensar, y al instante añadi — aunque fue muy poco cortés preguntarle por Daniel.
Al decir eso quise golpearme, y quise golpear su tonta sonrisa creciente. Mis mejillas se tiñeron de un rosado horrible que traté de ocultar en vano.
— Es la novia del único amigo que tengo aquí, tengo que intentar agradarle. Además, ella es...
— No empieces, por favor — rogué caminando más rápido dejándolo atrás —. No tengo interés en escuchar esto.
Desde niña siempre había escuchado lo perfecta que ella era, lo atlética, lo hermosa que era Emma. Y por alguna razón no quería escucharlo de él.
— ¿Que no empiece qué? Tu comenzaste a hablarme — refutó levantando su voz detrás de mí.
Me frené en seco y me di vuelta. Al ver mi expresión de cansancio supo que no iba a discutir ni gritar.
— Que no empieces con lo amigable que Emma es, con lo hermosa que se ve siempre, con lo... insuperable que es. Porque lo he escuchado toda la maldita vida. Desde casi los seis años cuando ella pintaba, escribía y ya sabía las putas multiplicaciones... mientras que yo apenas aprendía a leer junto con el resto de nuestros compañeros. Así que no necesito un recordatorio de alguien más que piensa que Emma es una jodida diosa.
Suspire al darme cuenta de lo que le había soltado. Un pensamiento que guardaba muy dentro de mi. Un sentimiento de inseguridad y celos que trataba de hacer desaparecer diariamente pero que lo único que hacía era expandirse dentro de mí como un veneno. Volví a caminar para tener un poco de espacio de él. No sé qué poder tenía sobre mi pero era casi como si él pudiera sacar mis más profundos y sinceros sentimientos a la superficie.
Al no escuchar sus pasos detrás de mí, me detuve para ver qué estaba haciendo. Me sorprendí al verlo quieto mirándome, como si estuviera estudiándome.