Las aventuras de Selene: volumen I

Capítulo veintisiete: dos frentes

Sus malditos ojos rondaban por toda la casa. Buscando, analizando cada superficie a su paso. Mi sonrisa creció al ver decepción en sus ojos.

— Siempre pensé que tu casa sería... — se quedó unos segundos pensando en una palabra óptima mientras daba vueltas mirando la sala — más, no lo sé, formal, ¿sabes?

— Disculpa por no tener oro y espejos en todos lados, como el salón de Versalles — murmuré sarcástica.

— Eres dueña de la mitad del pueblo, creo que mínimamente tendrías que vivir en un palacio — espetó sentándose en el sillón junto a mi bolso.

— Lamentó decepcionarte, Emma.

— Descuida, debes estar acostumbrada.

Para aniquilar mis ganas de golpearla suspiré varias veces y mordí mi labio para ir en busca de mi computadora portátil. Al volver con ella en mi mano, la coloqué en la mesa de té. No quería ser la primera en hablar, ya que la incomodidad del ambiente era muy pesada. Al escuchar la voz de Dragomir le envía una mirada de agradecimiento, por ser el único valiente.

— Podemos empezar hablando de cómo la revolución industrial cambió el mundo y atrajo a las personas del campo a la ciudad en busca de promesas de trabajo, y como al no sobrepasar la demanda de mano de obra provocó que muchos quedarán en pobreza extrema — ejemplificó.

Debo admitir que me asombre al escucharlo hablar.

— Me gusta — admití asintiendo —. Podemos agregar también cómo eso afectó a los demás países como América, con su inmigración.

— Si, es verdad. Es un buen punto.

Mi corazón palpito más rápido ante su brillante sonrisa y sus melodiosas palabras. Pasamos un segundos mirándonos entre sonrisas, las cuales desaparecieron al oír su tonta voz.

— Selene, ¿puedo ir a tu baño? — preguntó Emma algo irritada — No me siento muy bien.

— Claro, hay uno justo al lado de la cocina, de puerta blanca — aclare señalando el lado derecho.

— Gracias, ahora vuelvo — agradeció falsamente.

Cuando nos dejó solos, Dragomir pasó de estar en el sillón pequeño al grande, y terminó justo a mi lado.

— No sabía que te gustara la historia.

— No sabes mucho sobre mí, a decir verdad — se defendió.

— ¿Y de quién es la culpa? — bromee pero al ver su expresión supe que no se lo había tomado a broma — Debo admitir que puede que tenga algo de culpa. No soy la persona más amigable del mundo y mucho menos contigo. Tienes algo... extraño, Dragomir. Algo que me dice que me aleje de ti.

— ¿Y por qué no lo haces? — inquirió acercándose poco a poco.

— Porque esa voz que me dice que me aleje no es tan tentadora como la que me dice que me acerqué — revele sorprendiéndome a mí misma.

"¿Por qué le estas diciendo la verdad?", me pregunté asqueada a mi misma dándome cuenta que lo estaba haciendo de forma involuntaria.

— ¿Dónde está esta Selene sin temores el resto del tiempo?

— ¿Qué quieres decir? Yo no le temo a nada.

— No me gustan las mentiras, y creo que no me estas mintiendo. Creo que de verdad piensas que lo que dices es verdad.

Ofendida me levanté del sofá y me alejé lo más que pude de él. No me gustaba como estaba haciendo sentir. Me sentía extraña, de una forma que no entendia.

— No creas saber qué me conoces. Tú no sabes nada de mí. Porque si lo supieras sabrías que no le temo a nada — exclamé tratando de convencerme de que era verdad.

— Cálmate, Selene. No quise insultarte, solo fue un decir — intentó calmar mi enojo levantándose y viniendo hasta dónde yo estaba, pero ya era demasiado tarde. La fiera estaba liberada.

— No sabes absolutamente nada de mí, como para asumir tonterías sobre mí — brame sin poder contenerme.

— Te gusta Daniel Kelly — afirmó sin dudarlo.

— ¿Qué mierda dijiste? — tartamudee rápidamente con temor.

— Dijiste que no se nada sobre ti, y te equivocas. Si no supiera nada sobre ti, ¿cómo sabría que no te gusta que otros asuman cosas sobre ti?, ¿cómo sabría que siempre qué estas nerviosa te gusta tomar cosas ajenas y tocarlas? Por eso siempre llevas el colgante en tu cuello, para tocarlo cuándo estás nerviosa. O, ¿cómo sabría que cuando alguien te gusta, tomas tus manos detrás de ti y te sonrojas suavemente? — al ver que no podía proclamar ni una simple palabra él prosiguió — Sé que te gusta Daniel porque cada vez que lo ves haces las mismas acciones y cuando te vi hoy hablando sola con el, confirmaste mis sospechas.

— No me gusta Daniel Kelly — murmure en voz baja temiendo que Emma pudiera escuchar.

— Te gusta mucho hablar de los demás, y de cómo son medió idiotas. Siempre siguiendo y estando pendientes de lo qué los demás dicen o hacen, pero déjame decirte que no eres tan distinta a ellos. Si realmente no tienes miedo, ¿por que susurras en tu propia casa, Selene?

No deje pasar ni siquiera un segundo cuando fui hasta su mochila y su chaqueta negra y las tome como si fueran mías. Sentía como sus ojos me seguían y como estaba atento a cada movimiento que hacía. Al ver lo pendiente que estaba seguí caminado con sus cosas entré mis brazos, fui hasta la puerta y las lancé afuera.

— Vete — ordene obligándome a no mirarlo.

— ¿De verdad vas a echarme de tu casa mientras está lloviendo por decirte la verdad?

Solo cuando él me hizo notar fue que vi como caían las gotas desde el cielo, provocando una lluvia algo intensa.

— O te vas o juro que no voy a responder de lo que haga — amenace sabiendo que lo que decía era verdad y que mis palabras no eran más que eso, palabras que eran mentiras. Pero lo necesitaba lejos. Estaba provocando sentimientos nuevos y muy fuertes en mi. Sentimientos que no sabía si podría controlar.

— No sabía que te iban las amenazas. Todos los días se aprende algo nuevo — ironizó pasando delante de mí y saliendo por la puerta. Se agachó y tomó sus cosas que ya estaban algo mojadas por la lluvia, pero aún así se las coloco —. Realmente pensaba que eras diferente, Smith. Pero veo que eres igual al resto.




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