Las Cinco Lunas [saga moons #1]

Capítulo cinco

   Una sensación de molestia invadió su pecho, y esa impresión, junto al acoso que había visto, perduraban sobre cierta muchacha que estaba siendo acorralada. Ese chico parecía una hiena bruta deseando a aquella cachorrita indefensa, pero él no se lo iba a permitir, aunque no supiera la razón por la cual lo hacía.

—Voy a los lavabos— sentenció Alex.

—Date prisa, Joen parece un saltamontes a punto de comer insectos.

—¿Alguna vez te han dicho que eres demasiado exagerado, Thomas? —cuestionó el joven mirando impacientemente hacia Lara.

—Ya regreso —rió el rubio.

  Dirigió sus pasos despreocupados fuera del área repleta de estudiantes eufóricos, luego llegó hasta un pasillo y atraviesa centímetro a centímetro las separaciones visibles. Después agudiza el oído y un cráter de furia se instala en sus puños: el humano agredía esa piel, tocándola e insultándola de una manera horrible, y si no actuaba rápido, sería la locura, y no su sensatez, la que lanzaría como cuchillos.

   Ellos  intercambiaron palabras y oraciones, y mientras ciertos sucesos se empujaban a la lámpara insólita, pudo ver a un culpable orgulloso, y al mismo tiempo afligido, de sus actos. Paralelamente, y sin querer contemplarlo, el guerrero pudo notar el cambio drástico en Julia: unos dibujos permanentes, ubicados en sus clavículas, junto con sus ojos y venas, manifestaron una iluminación rojiza.

—¿Tienes alguna idea de quién soy?

—Una chica frágil y delicada, que otra vez se entrometió en lo que no le importa.

—Esa torpe nos quería hacer daño otra vez. Ninguna de nosotras estaba dispuesta a soportarlo.

—Tú y tus amigas no tienen idea de nada— excusó él forzando su cuello.

—Es cierto, pero eso no le da el derecho a tratarnos como basura — exclamó ella en un ahogo.

   Acto seguido, el infeliz cayó al suelo como un saco de ladrillos.  Alex, quien tenía los ojos muy abiertos, no quería que sus dudas y temores fueran guardándose; y aunque Julia tuviera una habilidad, no iba a dejar que su curiosidad se mal interpretara con atención.

—No volverás a molestarme, ni recordarás ningún otro detalle de lo pasado.

   Él quiso huir y correr, no obstante sus pies permanecían atascados, ¿Qué le había hecho ella a ese chico?, ¿Acaso existían más? Si bien quería mantenerse oculto, y sin crear ruido, la mirada estupefacta de Julia no ayudó, ni tampoco su inmovilidad.

 

—¿Qué haces aquí? —preguntó con nerviosismo, aunque pudo notar que una pequeña relajación invadía su cuerpo.

—Responde tú niña, ¿Qué diablos eres? — esa no debió ser una respuesta considerable, aun cuando la rabia lo carcomiera.

Vino dicha contestación rara y a la vez… deseada.

—No metas tus narices en mis asuntos, extraño.

—Brillas, gatita: eso no lo puedo ignorar.

—Ignoralo: es tan fácil como salvar a una damisela— reclamó la castaña de brazos cruzados.

—¿Eres de esas que no gusta de ser salvada?

—Soy de esas que a la que no les gusta llamar la atención, y no me quejo de ser salvada, me pareció interesante que chicos que no conocemos fueran tan caballerosos.

—Lo dices como si ni un chico hubiera hecho eso por ti— dijo Alex acercándose.

—Prefiero mantener mis batallas en silencio, ya que si hago ruido, puede llegar a pasar justo lo que está sucediendo— expulsó con sarcasmo la joven.

  El combatiente puso los ojos en blanco. Al parecer, no le gustaba ser una molestia ni que la molestaran. Mientras tanto, cada interrogante agolpaba su cabeza por algo, y es por esto que retomó la postura con una simple pregunta, la cual levitaba entre los dos:

—¿Puedes hacer ese tipo de trucos mentales siendo humana?

   La acusada bufó, si creía que le iba a responder estaba muy equivocado.

—Primero me llamas gata y luego me haces una pregunta loca en el baño de mujeres. Que creativo.

   El chico, impaciente, tomó su brazo, obligándola a ir junto a él de manera forzosa. Julia, quien continuaba sorprendida, no imaginaba que alguien de su misma edad tuviera semejante fuerza, y pesar que él tenía unos músculos visibles, no se veía de esos  los presumiera a menudo.

—Me lastimas, idiota, suéltame —ella liberó su agarre de aquellas manos.

 El muchacho sonrió ante la reacción de esa muchacha, ¿De verdad pensaba fingir que no había pasado nada?

—Ni sueñes que voy a olvidar lo que acabo de ver. ¿Qué planeas hacer ahora?, ¿borrarme la mente? Te aseguro que eso no funcionará en mí— apuntó Alex agachándose a su altura.

   La señalada frunció el ceño, mordió su labio y se sintió rendida.

—Tienes razón, no puedo porque tus patrones mentales son diferentes al de un humano, explícate.

—No creo que deba dar una explicación a algo que no es verdad.

—Ni tú ni yo podemos asegurarlo. Tú porque deseas mentir y yo porque no tengo evidencia alguna.




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