Las Cinco Lunas [saga moons #1]

Capítulo veinticuatro

    La textura de ese líquido seguía pareciéndole muy irreal, pero dado que se utilizaba para mantener las manos limpias, se echó un poco, las frotó con cuidado y el agua cristalina hizo el resto de la tarea. Su mente viajó, sin querer, hacía el recuerdo de la primera vez que vió a Julia: cabello marrón, piel ligeramente bronceada, cuerpo delgado y, al mismo tiempo, lleno de curvas. Tenía miedo de su personalidad tan pasiva, de su resistencia espontánea y de su habilidad manipuladora. Era única, y se preguntó, mientras se secaba las palmas con un papel áspero, que cosas les gustaban y que otras llegaba a odiar.

    Un ruido extraño lo distrajo de esas memorias: giró sobre sí mismo, y observando a su alrededor, camina hacia el centro de los sanitarios para descubrir quién era el fastidioso que causaba ese sonido. No había nadie, o al menos eso creía luego de corroborar al haberse agachado. Su reflejo lo hizo reír, y arreglando su coleta, se dispuso a abandonar el área, pero una sorpresa dolorosa se lo impidió: ahí estaban los dos, juntos y tomados de la mano, como siempre lo habían estado antes de aquel trágico día. Su padre, Brayden Boladis, y su madre, Nicki Dizon, lo saludaron con nostalgia desde el enorme espejo de los baños para chicos.

     Alex, derramando un mar de lágrimas reprimidas, se tambaleo hasta llegar a ellos y acarició con pesar el vidrio que los separaba. Sus padres, muertos desde hacía ya dos años, no paraban de sonreír desde el otro lado.

—Kartupeļi {1}

Papá {1}

    Este colocó su palma abierta en la barrera, y dejando que el hijo pusiera la suya encima de la de él, analizó la altura de su muchacho.

—Krūtis {2}

Mamá {2}

     El letón era su idioma, era el lenguaje con él solía desenvolverse en la Luna Azul, y aunque ya no estaba viviendo ahí, le gustaba practicarlo con el aire, e incluso, muy en el fondo, con la imagen que ahora estaba teniendo frente a él. A Alex le fascinaba poder hablar y desenvolverse con esas palabras que aprendió luego del primer año de su nacimiento.

—Tu esi ļoti liels, mans puika. {3}

Estas muy grande, mi niño. {3}

—Jūs esat diezgan karotājs. Pastāsti man, cik meitenes tu esi iekarojis? {4}

Eres todo un guerrero. Dime, ¿A cuántas chicas has conquistado? {4}

     El chico se rio por ese chiste: iba a responder que nadie le había llamado la atención hasta ahora, pero las figuras desvanecidas no le permitieron continuar. Se estaban yendo, se iban a alejar otra vez, pero él no lo permitiría, no cuando los había recuperado. Golpeó el cristal con impaciencia, primero con su cabeza y luego con sus puños, y no percatandose de las heridas sangrantes de su frente y nudillos, dejó que los pedazos resplandecientes cayeran en el lavamanos.

¿Satisfecho?

     La voz de Samuel lo hizo mover la cabeza de un lado a otro, y jalándose unos cuantos mechones rubios, se sentó en el suelo e intentó con todas sus fuerzas no caer en la trampa.

Ellos pueden volver a ti, aunque para eso debes cumplir con algo primero.

—¡No pienso hacer nada para ti! Solo devuélveme a mis padres, tú hiciste que se fueran…

Y puedo hacer que vuelvan, pero solo si haces algo a cambio.

     La rabia se apoderó del cuerpo de Alex, y sin más, gritó: un remolino de agua lo rodeó en unos cuantos minutos, y levantando su cuerpo dañado, se abandonó ante su habilidad. Lloró con amargura al estar en medio del calabozo que él creó, y no pensando en los humanos que podían entrar, se quedó ahí, suspendido en al aire y siento oculto por un mar de agua.

 

 

 

    Suspiró con fastidio al haberse dado cuenta del sudor que lo estaba empapando, y dejando sin una gota la botella de tapa azul, se secó las pizcas fastidiosas que caían por sus sienes. No le sucedía seguido, pero cuando pasaba, era como tener a un volcán en su interior. Thomas se lavó las manos y las sacudió, y amarrándose el cabello que ya tenía planeado cortar un poco, sonrió. Se sentía bien, y eso le gustaba.

     Contempla  a su otro yo una vez más, y listo para partir, se detuvo: achicó los ojos, y siendo atacado por la sorpresa repentina, trago con dificultad. Tom Daigle se estaba dirigiendo a él con paso ligero, e Iría Jovic permanecía detrás de él, como siempre había hecho a la hora de caminar juntos.

     Detuvieron su andar, y observando al muchacho que ya no era un niño sino un adolescente, se rodearon con los brazos del otro y se abrazaron. Lo extrañaban, y ellos dos no tenían idea de cuánto era que él los anhelaba en vida. Es por eso que habló en tagalo, y dejando escapar una lágrima que danzó hasta su barbilla, pronunció:

—Mahal kita nang buong puso, at sisiguraduhin kong mananatili kang buhay sa aking mga alaala. excuse me. {5}

Los amo con todo mi corazón, y me aseguraré de mantenerlos vivos en mis recuerdos. Perdonenme. {5}

    Cierra la mano con lentitud, y recostando la frente contra el espejo, llega a estampar su puño en medio de las dos figuras. Un sollozo reprimido fue lo unico que escapo de su boca, y listo pata recibir al torrente de los recuerdos, se extraño al escuchar la voz de aquel desconocido famoso:




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