Las Cinco Lunas [saga moons #1]

Capítulo treinta y cuatro

    Alex no sabía si la petición de sus amigos era peligrosa o no, pero de todas formas, ahí estaba, con una gorra, unos lentes de sol y una mascarilla encima para evitar que alguien lo reconociera, y pese a que no deseaba admitirlo, también quería ver a Julia.

    El chico deja descansar la espalda contra la pared de un local, se mantiene quieto al otro lado de la calle y justo cuando la campana suena, se le acorta la respiración. Las puertas se abren, masas de alumnos invaden la avenida y algunos vendedores, listos para probar su suerte, comienzan a gritar a los cuatro vientos sus productos y el costo de estos. Para Alex, ese cuadro era algo nuevo para ver, analizar y guardar en su memoria, pero no pudo completar ninguna de esas actividades a tiempo: Julia había salido, Lara también, pero dado que la segunda estaba ocupada hablando con Chelsea, tomó la decisión de seguir a la primera.

    Lo que él no sabía, es que esa conversación era tan importante como las evidencias de un caso policial: la pelinegra detiene a Lara sujetando su brazo izquierdo, y está, fastidiada, le pregunta con desdén:

—¿Qué quieres?

—Advertirte que no debes andar sola. Sé que no nos agradamos, pero somos hermanas, y ese hombre…

—Me persigue, le fue infiel a mi madre y no sé qué más debo agregar a la lista— enumera Lara buscando algo en su bolso.

—Lamento si todo esto te toma de sorpresa, y sumándole que tengo poderes también…

—Eso sí que me sorprende, y no me malentiendas: cualquier ser existente es capaz de hacer lo que se proponga, pero a menos que hayas estado en el mismo lugar, el mismo día y a la misma hora, no deberías tener esas habilidades— dice Lara entrando en pánico—. Maldición, creo que olvidé mi billetera en el casillero.

      Sin pensarlo dos veces, la muchacha corre hacia el interior de la escuela, y aunque escucha los gritos de Chelsea, no se detiene. Por un minuto, piensa que se va a resbalar, sin embargo, algo se lo impide: el brazo de Abel, quien en un instante, le tapa los labios y la arrastra a uno de los salones de la planta baja. Ella, atónita, lo deja hacer, sin embargo, termina estampando los dos codos en su estómago, y pese a que logra liberarse y correr hacia la puerta, está simplemente no cede ante su fuerza, y es que su hermano, sin siquiera analizarlo, lanzó un rayo para congelar la cerradura.

—Vienes conmigo te guste o no— dijo él acercándose a Lara.

—No le haré eso a mi madre.

—Y yo no permitiré que tu malnacido padre se quede con lo que quiero.

      El primer puñetazo lo lanza Abel, pero Lara se agacha y lo evita, quedando así con una escapatoria hacia el otro extremo de la habitación. Sin embargo, él la agarra de la cintura, y mientras ella patalea en el aire, sus manos expulsan rayos verdes que destruyen desde bibliotecas pequeñas hasta pupitres blancos, por lo cual el la baja, haciendo que Lara le pise el pie, se dé la vuelta y lo empuje al suelo de una sola patada.

      Un ruido la distrae por un segundo, y mirando hacia la entrada, ve a Chelsea, quien se encuentra golpeando la puerta y gritando en medio del pasillo. Y es ahí cuando el joven aprovecha para sorprenderla: una ráfaga de aire helado la hace estremecer, y mientras retrocede hacia el pizarrón por fuerza del viento, la que está afuera se dedica a llamar a Peter como refuerzo.

 

 

    La sensación de sentirse vigilada hace que sus manos comiencen a temblar, y doblando hacia un callejón, observa la espalda del tipo que la sigue. Un mal presentimiento invadió la cabeza de Julia, y antes de marcar el número de la policía, el susodicho se voltea y se quita los lentes: un par de ojos azules la dejan hipnotizada, aunque el miedo también la invade por completo, y es que esa mirada no era normal: ¿dónde estaba la pupila?, ¿y la esclerótica?, ¿dónde había quedado el aspecto normal en ese rostro?

—Julia…

—Aléjate de mí— le amenazó ella sacando la navaja que siempre permanecía en su bolso.

—¿Vas a hacerme daño, gatita?

   El apodo fue lo que hizo que Julia cambiara de opinión, y bajando el arma, se acerca a Alex, y colocándose en puntillas, le arranca la gorra y la mascarilla negra: una cabellera larga y sedosa cae sobre los hombros del muchacho, y este, luego de mojarse los labios con la lengua, se queda quieto y a la expectativa.

—No me juzgues por estar alerta— dice ella apartando la mirada.

—No lo hago, es solo que…

—¿Por qué han faltado tanto? No sé cómo es en tu hogar, pero aquí cuentan todo para una buena calificación— informa Julia cambiando de tema.

—Atacaron a Joen y a Thomas el día que fuimos al café, y me he dedicado a cuidar de ellos.

   Julia frunce el ceño debido a la noticia, y tratando de buscar las palabras adecuadas, solo logra decir lo siguiente:

—¿Qué?

—Fue el padre de Lara, y debido a eso, planearemos nuestro regreso dentro de poco.

—Espera…— le pide Julia solo con el fin de hablar.

—Y lamento si no me soportaste todo este tiempo: sé que puedo parecer fastidioso, luego frío y después hiperactivo, pero todo es por una razón, gatita. Y si esta será mi única oportunidad, prefiero aprovecharla— dijo él tomando un poco de aire—. Me gustas, Julia, y esto nunca antes lo había sentido: las ganas de que me prestes atención me confunden, el saber cómo estas por las noches me desesperan y el saber si piensas por un instante en mí me pone nervioso. Sé que soy un alien, pero aunque sea la versión mejorada del ser humano, también tengo mis defectos. De verdad…




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