Las Cinco Lunas [saga moons #1]

Capítulo cuarenta y uno

—¿Aceptas o no?— inquiere Catherine.

     Si ese chico era su hijo, debía buscar una forma de comprobarlo, ¿pero cómo? Habían pasado muchos años, y hasta donde podía ver, él no estaba del todo contento con su vida ni con lo que paso en ella.

—No soy un soplón, señora.

—Al ayudar a Samuel estas traicionando a mucha gente.

—¿Qué importa?— se queja Abel sintiendo un ardor en el brazo herido—. Usted no sabe nada de mí ni de lo que paso en la Guerra Infinita.

—¿De qué hablas?

—¿No lo sabe? El que fue su esposo provocó una masacre en las cinco lunas, y aunque todos los alienígenas lograron salir adelante, ya nada volvió a ser igual.

     La expresión de Catherine cambia, el cuchillo en su mano tiembla y la culpa, sin querer, la envuelve. Dieciséis años fuera de su mundo, dieciséis años en los que ella jamás quiso saber nada de la Galaxia Andrómeda y ahora, al enterarse de eso, solo pudo pensar en sus amistades, sus padres, pero sobre todo, en su propia cobardía. Y es por es esto que el muchacho, dándole provecho a esa repentina vulnerabilidad, se abalanza contra ella.

     De una patada, el soldado logra hacerla estrellarse contra una de las paredes, y haciendo un gran esfuerzo en minutos, él trata de ponerse en pie. Sin embargo, la madre de Lara vuelve a atacar: extendiendo las manos, consigue formar una capa de hielo sobre la alfombra, por lo cual Abel se tambalea un poco durante unos instantes, aunque después logra mantener el control sobre sus pies.

     Catherine deseaba seguir, darle una batalla que lo agotara lo suficiente como para negarse a continuar, pero una explosión la detuvo al tiempo que cubría su cabeza con las manos. Por un breve momento, nada ni nadie se mueve, el silencio penetra en la estancia y ella, desde una esquina, se decide a mirar: la puerta de la casa ya no estaba en el marco, la piel del brazo de Abel ya estaba siendo curada y, para su sorpresa, pude ver como Lara y Joen abrían un portal.

—Lara…

—Llévanos con mi padre— ordena la chica ignorando a su mamá.

—Hija, ¿qué estás haciendo?

—Cumpliendo con mi deber.

     No la reconocía: su pequeña no habría dicho esas palabras, su Lara jamás se habría con una persona desconocida para ella, y a medida que el reloj avanzaba, Catherine se iba dando cuenta de que todo se estaba saliendo de control. Lanzando unos cuantos quejidos, y caminando hacia ellos con lentitud, hace el intento de detener a la alien, pero solo provoca que esta la electrocute con sus rayos verdes y que después, viéndola debilitada, la envuelva en una espesa nube negra.

—Princesa…— la llama su madre desde el aire.

—No te dirijas a mí de esa manera, ya no.

     El poder de su hija no tenía comparación al de otros, su cara inexpresiva no dejaba de asustarla y Catherine, levitando a unos metros del suelo, comienza a ahogarse debido a la ceniza que entra por sus fosas nasales.

—Debemos irnos— avisa Joen por primera vez.

—Él los estará esperando.

—Y nosotros lo seguiremos— declara Lara observando a su hermano.

     Su madre quiso gritar, hacer un último esfuerzo para que Lara no se fuera, pero al abrir la boca, una capa de humo llena de radioactividad entra por su garganta, y viendo a los tres adolescentes desaparecer, supo que era cuestión de minutos para evitar que esa habilidad provocara efectos catastróficos en ella.

 

 

     Mucho antes de ir a su propio hogar, y mucho antes de que Lara, junto con Joen, armaran un caos total en la escuela, ambos comenzaron a sentir cosas extrañar en sus cuerpos. El soldado, luego de haber hablado con la joven, estaba caminando de regreso a la clase, cuando de repente, el chip en su nuca le da una descarga, lo cual hace que se arrodille y que sus manos sean invadidas por un purpura fuerte. ¿Qué le sucedía? Pequeños rayos bailaban entre sus dedos, la cerámica bajo sus pies comenzaba a derretirse y la electricidad hacer que se retuerza sobre sí mismo.

     Un grito, perteneciente a Lara, le advierte que algo más está sucediendo, y pese a que quiere ayudarla, no puede levantarse. Su nombre, solo en eso podía pensar él mientras su cuerpo dejaba de ser suyo, mientras su cerebro intentaba aguantar y mientras las luces del pasillo titilaban debido a la energía que emanaba de sus extremidades.

     Pero lo que él no sabía, era que a Lara le estaba sucediendo lo mismo: sus manos no respondían a sus órdenes, sus piernas tampoco y el mismo chip, que su propio padre se había encargado de introducir en ambos, le comenzaba a hacer más daño de lo que creía. Ninguno de los quería eso, pero desde antes de que nacieran, todo ya estaba planeado, hecho y escrito. ¿Y por quién?, ¿Por Samuel o por alguien más?

     Las manos de Lara se llenan de un verde esmeralda, aquel color que también estaba presente en sus ojos, esos que siempre ocultaba al mundo; y arrastrándose al interior del baño, trata de permanecer despierta. Sin embargo, ninguno de los dos resiste por más tiempo: a ambos se les nubla la vista, ambos dejan de luchar y los dos, víctimas de la planificación de Samuel, se dejan llevar por la inconciencia en menos de unos segundos.




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