Las Crónicas de los Lobos Fantasmales

Capitulo II: El Lobo Perdido (Parte II) (Arco Argumental I)

(Aldea de los Garras Gélidas, gran salón).

Los patriarcas de los Lobos Fantasmales resultaban obtener el título al interior de los clanes por sus "dones" o conocido como "la bendición del Gran Lobo Lunar" en lugar de heredarla. Dichas capacidades permitían desarrollar el sexto sentido como si fueran verdaderos lobos, contando con unos pocos afortunados al interior del clan Garras Gélidas que habían recibido aquellas habilidades.

El patriarca Halfdan había de despido hace tres días a la joven Torvi hija de Leif, el traidor del clan. Meditando en el gran salón de la aldea a solas mientras los habitantes realizan sus actividades diarias, un extraño sentimiento le invadió obligándolo a retirarse en la soledad de dicha edificación dejando a cargo al jefe Torstein de todas las actividades del clan.

–¡Es frío pero a la vez cálido! – se dijo el patriarca.

Ubicado en el trono frente a un enorme brasero pudo percibir como las llamas lentamente iban enfriándose pero sin dejar de arder. Halfdan recientemente había cumplido los 46 años y siendo hace tan solo 10 años el nuevo patriarca del clan, era un hombre imponente, tan fuerte como un oso, de cabellera gris con unas pocas hebras de color castaño claro y sus ojos reflejan un verde oscuro.

–¿Torvi? – se pregunto y tratando percibir la presencia de la joven paria. –Ella está con Viento Blanco…. Viajo pero ella encontró algo…

La bendición del Gran Lobo Lunar le permitía escuchar el "Gran Bosque Sombrío" en parte de su extensión, él percibía los susurros de los arboles que hablaban de un inesperado visitante que había sido dejado a su suerte y rescatado por los habitantes del reino de Theodor pero su vida había sido atestiguado por el Gran Lobo Lunar.

–Tienen un don fuerte…. Es alguien que nunca ha aprendido de su herencia– se dijo.

Las puertas del salón se abrieron por completo ingresa por ella, un hombre de constitución fuerte, su cabello era oscuro, con una cicatriz en su mejilla izquierda, vestido con cuero y pieles.

–¿Patriarca Haldfan? – pregunto el jefe de la aldea Torstein.

Haldfan al colocarse de pie su rostro revelaba sus inquietudes sobre el mensaje enviado por su deidad, el jefe de la aldea se presento en el interior de la edificación por la preocupación por parte de los jóvenes del clan que habían recibido de igual forma los "dones", entre los cuales saldría el próximo patriarca que a diferencia del jefe era elegido por su deidad en una ceremonia secreta. El patriarca apoyo su pesada mano en el hombro de su amigo y dijo:

–Un lobo perdido fue encontraba por nuestra joven paria… pero sus dones son demasiados intensos… a diferencia de los míos…. Quiero que un grupo de guerreros vayan y dile a Kol que vaya con ellos… tráiganlo ante mí y sean en lo posible amables con Torvi.

Torstein reconocía de inmediato las preocupaciones del patriarca.

–¡No se preocupe! – contesto Torstein asistiendo. –Sí, algo le perturba al patriarca debe ser muy serio– se dijo viendo sobre su hombro al imponente hombre completamente intrigado y temeroso.

(Cerca del crepúsculo, Ciudad Capital de Theodor).

–¡¿Dónde está mi hijo?! – pregunto Ruth.

Frank había cumplido su misión de traer a salvo al nuevo cardenal del reino. Luego de lograr en huir dejando a la retaguardia que defendía al resto de ellos de los Ettins, solo debió continuar su camino escuchando a los lejos los gritos y rugidos pero el cardenal Roose solo dijo:

–¡Capitán!... era su deber en dar sus vidas por una noble causa…

–"Una noble causa"– se repitió en todo el camino, era algo fácil de decir especialmente por considerarlos solo carne de cañón o reemplazables pero él, debía dar cuentas a sus familiares como al rey que les deseo un buen viaje y en especial a su esposa.

Luego del regreso con menos de una hora de luz del sol, apenas fue capaz de verle la cara a Ruth y explicando lo sucedido pero ella solo tuvo una respuesta siendo una bofetada tan violenta que el labio inferior de Frank se rompió. Ruth lo golpeo en repetidas ocasiones pero el capitán la sostuvo entre sus brazos viendo a su hija menor Irene ser consolada por William.

Los familiares de los caídos compartían su dolor tratando de reconfortarse mutuamente pero hasta el rey Gerad y la princesa Liv solo se limitaron a omitir cualquier comentario.

–¡Lothar!– dijo nuevamente Ruth que trataba de liberarse de los brazos de su esposo. –Es mi hijo… mi hijo… yo lo cuide, ame y le di todo el amor que una madre debe darle.




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