Las Crónicas de los Lobos Fantasmales

Capítulo V: El Rey y El Cardenal

Notal del Autor:

Hola lectores. Ha pasado un buen tiempo de mi última actualización y espero que las ansias los mantuvieran al tanto de las semanas transcurridas.

Retomaremos los sucesos dejados en la anterior publicación.

Especialmente nos apartamos de un poco de los puntos de vistas centrales para desarrollar otros y especialmente dos visiones distintas por decirlo de alguna forma.

Otro aspecto es ir profundizando en determinados sucesos sobre el reino de Theodor y sus habitantes. Además del culto religioso que ha estado establecido desde hace bastante tiempo dentro del denominado continente y como ha ido impactando.

Sin mayores palabras, comenzamos:

                          

Los hombres civilizados son menos amables que los salvajes porque saben que pueden ser más descorteses sin correr el riesgo de que les partan la cabeza.

Conan el Cimmerio. De Robert E Howard.

                           

Desde Lothar…

–No llores, mi pequeño. Debemos huir lejos y estar a salvo– arropando al infante y asegurando la espada envainada que cargaba consigo.

–¡¿Quién eres?!– se pregunto.

La mujer alzo la vista estudiando los alrededores del bosque y arropando al infante. La lluvia continuaba cayendo, sus huellas resultaban ser la guía perfecta y los rastreadores le pisaban los talones. Lothar, solía tener sueños o pesadillas dependiendo del caso pero aquel sueño con la mujer que cargaba al bebé entre sus brazos, corriendo bajo la lluvia y tratando de huir.

Lo perturbaba completamente.

–Solo un poco más… mi pequeño. Llegaremos a un sitio seguro y podremos vivir en paz, debemos ser fuertes sin tu padre.

–Frank, es el nombre de mi padre– se dijo y recordando la palabra "brujo". –Mi madre se llama Ruth y mi hermana Irene. ¡Ellos me adoptaron y criaron como un hijo!...

La extraña mujer lucía una piel de lobo cubriendo parte de la espalda, hombros y el rostro. El bebé finalmente logró tranquilizarse, mamar del pecho de la mujer y dormir tranquilamente. Lothar percibió el sabor de la leche materna, el calor proveniente de la extraña y la débil canción que emitía lo tranquilizo.

–Mi valiente hijo, viviremos en el exilio por el resto de nuestros días y olvidaremos quienes fuimos– dijo la mujer viendo directamente Lothar.

–¡¿Madre?!– pregunto Lothar.

Despertando abruptamente.

La chica inconscientemente se acurruco junto a él y rodeándolo con su brazo. Torvi, le señalo que las noches en el Gran Bosque Sombrío solían ser frías, compartir el calor corporal resultaba ser una buena idea y especialmente con un lobo.

Viento Blanco, estudio fijamente a Lothar por unos segundos y cerrando nuevamente los brillantes ojos. Los primeros rayos tardaban en llegar.

En cambio, esa joven de nombre Torvi. No parecía ser la protagonista de los cuentos infantiles, la denominada doncella en peligro sino resultaba ser una especie de amazona del bosque bastante fiera junto a su particular compañero lobuno. Pero, Lothar tampoco podía negar esa belleza salvaje procedente de los bosques aledaños a Theodor.

En el pasado, había frecuentado una que otra joven. Ya fuera la hija de un carpintero o la hija del herrero pero la vida de un soldado theodoriano, apenas permitía mantener siquiera un intento de cortejo o darse el lujo de pensar una vida de casado con alguna buena joven para desposar.

Lothar intentaba librarse del brazo de Torvi pasado por su pectoral recubierta por una camisa teñida de sangre, sudor y mugre, una cota de malla y un abrigo desgatado con parches en las mangas. Finalmente, logrando apartarse con bastante suerte y deslizándose fuera del refugio edificado con piedras. Contemplo los primeros rayos del sol, escuchando a lo lejos a las aves y quitándose la ropa.

Minutos después, volvió a colocarse los pantalones y calzarse las botas.

–¡Buenos días!– dijo Torvi desarmando su peinado y sacudiendo su larga melena rojiza. –¡Veo que te bañaste!. ¿Esta fría?– pregunto.

–Algo fría– contesto Lothar.

La melena de Torvi parecía una auténtica cascada de miel y reflectando los débiles rayos del sol. Quitándose parte de las prendas de vestir superior del cuerpo, luciendo una camisa de piel de cervatillo. Ella dijo:

–Por mí, está bien. Y procura mirar hacia otro lado, me voy a lavar.

–¡Sabes!– dijo Lothar. –Puedo huir lejos de aquí. Mientras te lavas y posiblemente tu lobo desee cazar una mejor presa.

–No lo harás– replicó Torvi.

–¿Cómo lo sabes?– pregunto.

–Es fácil. Eres uno de los nuestros, un hermano y deseas vivir aquí en el bosque. Libre y ser parte del clan… ni tengo idea como terminaste con esos theodorianos pero hueles a un lobo-fantasmal. Debes obediencia al Gran Lobo Lunar– replicó. –Y Viento-Blanco con un silbido de mi parte, te traerá a la fuerza.




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