Las crónicas de Ynuk

Capitulo 1

Capítulo 1: El día que se abrió el cielo

Dicen que antes del olvido, Ynuk cantaba.

Bajo los tres soles eternos, la tierra hablaba con voz de antiguos dioses, y los Hijos del Primer Sol caminaban entre raíces vivas, en comunión con los Espíritus Ankarëts.

Todo estaba en equilibrio. Todo tenía su nombre y su propósito. Hasta que el cielo se rasgó.

Nadie sabe de dónde vino el portal. Solo que apareció en medio del valle sagrado, como una herida que nunca cerró. De él surgieron sombras sin forma: los Zaurak.

Criaturas de otro plano, sin rostro ni alma, que devoran la memoria y pudren el espíritu... o eso se especulaba.

Con el tiempo, los Zaurak fundaron su propio reino, hecho de ruinas, ecos y odio antiguo. Frente a ellos, los Hijos del Primer Sol levantaron sus murallas y templos, aferrándose al recuerdo de lo que eran.

En ese mundo dividido, dos jóvenes se encontraron.

Él, nacido del reino sombrío, criado en el olvido. Ella, hija de la luz y la raíz. No sabían a qué lado pertenecía el otro, ni les importó. Entre ruinas y murallas, se enamoraron.

Durante un tiempo, Ynuk respiró en calma.
Pero las raíces viejas no olvidan, y los celos de un hermano nacido en la oscuridad estaban por despertar una guerra que rompería el mundo de nuevo.

Los Zaurak, con su hambre insaciable, fueron tomando terreno, devorando aldeas, templos y bosques sagrados. El equilibrio ya no era más que un recuerdo.
Los Hijos del Primer Sol apenas comenzaban a reorganizarse, instruyendo a sus jóvenes en las antiguas artes espirituales.
Surgieron entonces los primeros Nahual-Kan, guerreros entrenados no solo en combate físico, sino en la protección del alma.
Eran la última muralla entre la luz y la extinción.

Mientras tanto, del otro lado del abismo, el reino de sombra crecía.
Aquellos que llegaron de un lugar desconocido levantaron fortalezas entre ruinas y fundaron su propio linaje. Fue allí donde dos hermanos, nacidos de la oscuridad, comenzaron su propio conflicto.

Uno de ellos —el mayor— había conocido algo imposible: el amor.
Lo halló entre ruinas, cuando cruzó las fronteras prohibidas y se encontró con ella, la hija del linaje solar.
Nunca supieron los nombres del otro al principio, pero bastó una mirada para que la guerra no importara.

Pero el hermano menor había estado observando en silencio, con envidia.
No soportaba ver a su sangre pactar con el enemigo.
Su traición fue brutal: reveló a los suyos todo cuanto sabía. Y con esa información, lanzó el primer ataque.

El Reino de la Luz fue tomado por sorpresa.
El fuego llovió del cielo. Los Espíritus Ankarëts lloraron.

La princesa huyó al santuario más sagrado, el Templo de las Tres Voces, donde el joven la encontró. Allí se prepararon para un sacrificio.

Juntos, unieron su esencia.
No eran lo bastante fuertes para vencer, pero sí para sellar.
Canalizando el poder de los Espíritus y el eco de los Tres Soles, tejieron una barrera de memoria y fuego.

Cuando los Zaurak intentaron cruzar el umbral del templo, el cielo rugió una vez más.

La luz y la sombra se fundieron, y el portal fue sellado junto con todos sus demonios.

Desde entonces, nadie ha vuelto a ver a la princesa ni al joven.
Pero algunos dicen que la barrera no es eterna.
Y en los días donde los tres soles se alinean, el cielo canta…
con dos voces entrelazadas.



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Editado: 20.07.2025

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