Las Espinas de La Arrogancia

Capítulo 1

A mediados del siglo XVIII, un pueblo considerado uno de los más bonitos de Europa, Eguisheim situado en la región de Alsacia. Es un pueblo conocido con una increíble producción de vinos, entre aquellos productores se entrelazaban uno de los más importantes y queridos de la zona, Belmont Voclain, quien aparentaba enfrascarse la vida con un vino en la mano y una sonrisa ante aquellos individuos indignados a su valorada fama, en esas miradas se les encantaba esconder el cebo rondando de pelota en pelota con persona en persona quien desconocía la vida de aquél hombre, un odio por sólo existir acaparaba de una envidia acumulada, los escándalos sigilosos venían como ondas más fuertes volando contra la cara del señor en cuanto todos descubrieran aquél regalo que recibió e incluso llegara a alcanzar su vida llena de despreocupación y distracción emocional, el nacimiento de su nieto fue la semilla de su corazón, Antoine Voclain, un niño que muy pronto llegó a tener afición por la lectura a los diez años, eso quedaría a manos del señor quien influenciaba su mente con facilidad a que el joven vislumbrará una gran pasión por la lectura cuando él mismo le regalaba libros en cada cumpleaños y poesías escritas, desvaneciendo cada burbuja de interés infantil en él y convirtiéndolo en un niño aficionado a la escritura, cuando niños jugueteaban a las praderas de su casa, se veía en el segundo piso a través de una ventana deteriorada al niño quien escribía una y otra vez la misma hoja, un grupo de tres niños holgazanes sin oficio se comprometieron a suspender el campo de estudio del ajeno, reuniendo unas ramas de madera que por sorpresa eran una perfecta figura lisa y larga, hallados en los escombros del suelo, era de esperarse que los materiales fueran fáciles de encontrar gracias a los leñadores que despreciaban los restos de madera y por coincidencia trabajaban a un lado de aquél edificio, unos clavos oxidados se aliaban en las puntas iniciales de cada madera que deseaban conectar hasta alcanzar la altura exacta de aquella ventana cerrada, la altura era tan alta que les pesaba y complicaban mantenerse a un equilibrio para poder tocar su ventana por curiosidad, su plan falló y terminaron chocando repentinamente contra aquél panel de cristal aturdiéndole del pánico al pobre niño que fue interrumpido por aquella intervención traviesa de aquél grupito de mocosos, este impacto produjo una pequeña grieta a un costado izquierdo, menos mal que la madera no fuera tan gorda ya que hubiera destruido aquél cristal y la madera que tenía un clavo atorado se pudo haber introducido en el ojo vislumbrado al reflejo del cristal, ese desastre casi le sobraba que entrará un trozo de cristal en él y ahí perdiera media vista. 
¿Tienen problemas o no tienen nada qué hacer?, ¡pedazos de idiotas! —El altanero les gritó con una imprudencia desgarrada en su consciencia por haber soltado aquél vocabulario que desafortunadamente engendraba una incomodidad por toda la multitud en aquella pradera que llegaría poner en riesgo al abuelo. Rápidamente el ajeno de aquella ventana tapó su boca por aquella palabrota que ''ofendería'' a los niños, en realidad todo fue contradictorio, los insultos sacados de un niño ingrato como él eran un chiste acorralado por risas burlonas y restregadas en la cara del inocente, la arrogancia los sanó y de inmediato tuvo que cerrar las ventanas antes de que precaviera los líos en señoras ruidosas que se alimentaban los rumores a través de susurros inaudibles.


Ya era como un periódico la familia incógnita de Belmont, un viejo sociópata que oprimía la infancia del niño y lo obligaba a encerrarlo para ser un futuro escritor sobre el renacimiento y miles de novelas que girarían en un vuelo por el mundo, sería un gran avance para borrar la inestabilidad económica de su existencia, en este paso todos inventaban la personalidad de Antoine como un niño antisocial, amargado e incomprendido  por cualquier lazo paternal quien se convertiría muy pronto en un farsante, sin embargo el niño no recibía esas aprensiones con relevancia, por más que unía su conexión con el señor, más se decidía a si mismo bloquear la sociedad con el punto de que un habitante que lo soplaba sabría que llenaba su alma en una satisfacción incrementada en narcicismo, sólo deseaban que su abuelo decaiga tan bajo por el comportamiento ignoto de Anto.
A la luz de la noche que poco a poco oscureciera el pueblo, los habitantes decidieron cerrar sus puertas y apagar cada foco que hacía desaparecer aquél lugar en la oscuridad, cada niño se quedaba en su dormitorio sin alguna esencia de ellos saliendo de su hogar, cada persona que viviera en una ventana cerraban hasta las cortinas en cambio Antoine desgarrado por los murmullos de aquellos insensibles pueblerinos, esos pesados pensamientos lo atormentaban en una cruel ola de lágrimas consigo mismo, a este paso su abuelo quien todos juraban ser un fenómeno y farsante entró de forma imprevista al dormitorio de su nieto que se hallaba en un costado de su lecho, en posición fetal y cabizbaja sollozando con el frío viento que abrazaba el cuerpo estremecido hasta el corazón del pequeño. 


Ya escuché sobre lo que pasó hace unas horas. —Aclaró con firmeza hacia el joven tumbado contra la tristeza. 
Se acercó cuidadosamente al nieto sobándole la nuca para indicarle sus señas de humor, presentía que su alma no fue atrapada por la melancolía frustrante de todo ese odio injustificable así que el joven se volteó hacia la presencia de su abuelo e inmediatamente lo abrazó sin haber previsto su acto de cariño mientras su cara se nublaba de lágrimas y cada gota se estaba empapando de aquella camisa blanca desgarrada del señor. 
No voy a durar para toda la vida, niño.—Afirmó Belmont con poca amabilidad que se amarraba por su cruda verdad, esto le crujió el corazón al joven. 
¿Qué te hace pensar en eso tan rápido? —Contradecía Antoine con una voz entrecortada, sacudía con agonía sus brazos pero no era relevante para el viejo, era como si estuviera noqueado de sus pensamientos. 
Hay miles de caminos que no ha pasado al exterior de tí, no te acortes pensando en eso, viejo engreído. —Insistió el joven alzándole la voz con pavor. 
Además, lo que pasó se ocasionará en el ayer pero no se escribirá jamás en otra página. —Continuó balbuceándole Antoine. 
Eres muy niño para entenderlo. —Replicó con facilidad Belmont. 
¡PORFAVOR QUÉDATE,  PEDAZO DE  ARROGANTE! —Rogó con impaciencia el joven.
¡CÁLLATE Y ESCUCHAME! —Le rezongó empujándolo hasta alejar sus manos que arrugaban su camisa de tanto aprensarla con sus pequeñas yemas.
...—Se tragó las palabras por lo que acaba de decir su abuelo, se convenció a sí mismo que era necesario para aliviar su reacción de ira mezclada de agonía.
Eres demasiado imprudente diciendo tantas barbaridades, además te falta educación.—Aclaró, el joven sintió haber persuadido con facilidad una bofetada de su abuelo por cierta honestidad que acumulaba. 
 —Yo puedo sentir dolor, ¿y tú?, ¿qué harás cuando suceda lo que no puedes evitar? —Le preguntó. 
Antoine se enmudeció por unos momentos, a este paso de lo que piensa sonará muy atrevido así que añadió un suspiro para serenarse. 
Haría lo imposible y no sabrás porque ya te habrás ido.
Hmm... —Pensó innecesariamente que acariciaba su propio mentón al costado de su dedo índice acompañándolo del pulgar, pareciera que su idea iba como cuerda floja, toda concuerda junto a una ambición que rozaba esta conexión y eso le rebozó una sonrisa por aquella coincidencia expuesta. En cuanto tomó el momento de informarle, retiró sus dedos de aquella parte y en esa misma mano le sobó la cabeza del pequeño. 
¿Sabes?, ambos somos muy iguales. —Articuló el viejo.
Necesito que hagas un último favor para mí. —Añadió él mismo.
El joven arqueó una ceja tratando de pretender que es lo que insinúa su abuelo.
Te escucho. —Atendió Antoine.
Hay una señora que me puede dar mi último deseo, a este paso cuando todo acabe, tu obtendrás el tuyo, un fragmento que necesitas aprenderlo hasta aceptarlo. —Afirmó
Un deseo muy importante para tí. —Halagó la propuesta para convencerlo.
No me importa nada, quiero que eso te haga feliz. —Asumió el niño.
Impórtate a ti, luego a los demás. —Respondió para expandirle ese mensaje por su pequeña cabeza.
Esto se trata de tí, no de mí. —Contradice.
Como tú quieras, será lo mejor para ambos. —Apartó su mirada en él dándole la espalda y se alejó de su lecho.
¿Vendrás?—Añadió su duda. 
Lo haré. —Asintió con la cabeza saliéndose de su zona de confort para estar al lado de su abuelo al pie de su camino.



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En el texto hay: francia, romance, edad moderna

Editado: 15.05.2021

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