Las Estrellas En Mi Boca

Capítulo 1

Los sueños no podrían ser mas raros 

 

Carly Peterson nunca había corrido tan rápido en su vida entera, incluso cuando había enfermado del estómago y necesitaba llegar muy rápido al baño más cercano, pero un  perro era una buena razón para correr, o al menos eso pensaba ella.

- Alejate abominación del demonio - grito Carly mientras corría por la acera de una de las calles que siempre tomaba después de la escuela para llegar a su casa.

La joven siguió corriendo lo más rápido que podía hasta que pudo ver la casa de sus vecinos asomarse de entre las demás casas. Al volver la vista se dio cuenta de que el perro San Bernardo que la perseguía estaba sentado en medio de la calle mirándola atentamente, ¿que le pasaba a ese perro? ¿acaso se estaba burlando de la inteligencia de Carly?.

Y justo antes de que la rápida chica se hiciera estas preguntas tan sencillas escuchó un ladrido que provenía juste de detrás de ella, cuando logró pasar saliva se dio vuelta y vio a otro gran y endemoniado perro que estaba saliendo del jardín de una casa que se encontraba enfrente de la de sus vecinos.

- ¿Desde cuando los Miller tienen un lobo cuidando su casa? - la respuesta no fue muy clara ya que el gruñido del perro no le daba esperanzas de un convenio de paz entre la humana y el canino.

El lobo de los vecinos empezó a correr hacia Carly, por lo que no le quedó de otra que allanar propiedad privada.

La chica corrió hacia la puerta que daba al patio de la casa de enfrente de la residencia del lindo animal que la perseguía, justo al lado de esta estaba su casa y saltar la cerca sería muy fácil si la mesa que utilizaban para carnes asadas seguía justo donde la recordaba.

Carly no presto mucha atención a su alrededor y siguió corriendo por la propiedad privada sin darse cuenta de que su anciana vecina se encontraba haciendo yoga bajo un árbol a unos pasó de donde ella había pasado corriendo.

Salto sobre la mesa y después se abalanzó sobre la cerca de madera provocando que la delgaducha chica callera de espaldas sobre las flores violetas que su madre había plantado la semana pasada.

- ¡Dios! - dijo levantándose de un salto - Casi me mata un lobo siberiano.

Carly camino hasta la puerta trasera que daba a la cocina de su casa, abrió la puerta vieja y descolorida con una sonrisa en su cara después de haberse librado de tales criaturas.

- ¡Ya he llegado! - grito a los cuatro vientos para que su madre la escuchara - ¡Y tengo mucha hambre!.

De las escaleras bajaba una muy enojada Amaya que murmuraba algo sobre patiar a una tal Lucy. A Carly no le interesaba ni lo más mínimo, por lo general era así, si Amaya no interfería en su vida ella tampoco lo hacía en la de su hermana menor.

-¿Ya ha llegado papá? - preguntó a la joven mal humorada.

-¿Acaso lo ves por aquí? - dijo Amaya con un gesto de desagrado hacia Carly.

- No, pero eso no quiere decir que no lo hayas matado y enterrado en el patio justo antes de que yo llegara.

Amaya solo pudo hacer lo que toda niña de su edad haría, repetir lo que su hermana había dicho deformando las palabras para que sonaran tontas.

-¿ Te das cuenta de que eres más tonta de lo que sueltas por la boca? - cuando la última palabra fue pronunciada por Carly las cosas empeoraron hasta un nivel en el que Amaya piso con todas sus fuerzas a su hermana asiendo la gritar un montón de palabras inapropiadas.

- ¡Agh¡ - Carly tomo uno de los brazos de Amaya y jalando la hacía ella le gritó - ¿A casó estás loca? ¿me has pisado por decirte la verdad?

-¡Solo te he dado lo que mereces por ser una mentirosa! - la pequeña Amaya trataba de sacarse de encima las manos de su hermana pero no conseguía soltarse.

- ¡¿Pueden dejar de pelear las dos?! - al parecer la madre de estas dos las había escuchado y los gritos no le agradaban.

Nadie volvió a soltar una sola sílaba en el resto de la tarde.

El pequeño y crujiente sonido del reloj llenaba la habitación de Carly ya que ningún otro sonido lo hacía, su madre le había dicho que no quería verla pelear con su hermana otra vez,  y la única manera de evitar pelear con Amaya era no cruzarse con ella hasta que sus ganas de matarla se fueran.

Carly comenzó a botar una pelota azul que apenas llenaba su mano, la boto por toda la habitación, incluso pensó en intentarlo en el techo para tarde darse cuenta de que si lo hacía solo terminaría golpeándose la cara con esta.

Estaba aburrida y no encontraba que otra cosa hacer, había terminado la tarea y revisado más de 10 veces que estuviera bien, ordenado sus libros en la estantería por orden alfabético, regado a su planta carnívora e incluso había contado los lunares que se espacian por todo su cuerpo. Evidentemente Carly no tenía amigos y no le había preocupado nunca tenerlos.

Carly dejo de botar la pelota contra la pared que también era la pared del cuarto de su hermana y se levanto de la cama recordando que unos días antes había encontrado el escondite secreto de Amaya donde guardaba todo tipo de cosas que no quería que nadie supiera que tenía.




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