Ellie
Apenas había pegado ojo en toda la noche. Ver a mis padres discutir de esa
forma había sido mucho más fuerte que cualquier cosa que pudiera
imaginarme. Alguna vez se habían peleado, sí, pero no a ese nivel. Nunca
había visto a mamá llorando de esa manera. Nunca había visto a papá
pálido y silencioso como esa mañana. Nunca había visto a Jay tan perdido
que no sabía ni qué hacer.
La noche anterior quise decir algo, pero no me salió nada útil. No sabía
cómo mejorar la situación, y sentía que tan solo podía empeorarla. Quizá
por eso me quedé en silencio absoluto y no hice nada. No dije que no era
culpa de ninguno de los dos. No dije que, si se volvieran a hablar como
antes, nada de aquello habría pasado.
Por primera vez en mucho tiempo, me salté mi agenda y me quedé en la
cama hasta que quise. No fue por un tiempo prolongado, pero sí el
suficiente como para que, al bajar a desayunar, Jay me mirara con
extrañeza. Estaba sentado a solas en la isla de la cocina frente a su bol de
cereales, pero apenas les prestaba atención.
En cuando me senté a su lado, mi hermano me miró de reojo.
—¿Has podido dormir?
—Ojalá.
—Yo estoy igual.
—Qué mierda todo.
—Lo sé.
Durante unos segundos, el único sonido que nos acompañó fue el de su
cucharita dando contra los bordes del bol. Hundí la cara en las manos, cada
vez más desanimada. No soportaba vivir en ese ambiente.
—¿Cómo han terminado así? —pregunté en voz baja.
—Muchas discusiones pendientes, supongo.
—Pero… ¿cómo pueden decirse todas esas cosas? Se supone que se
quieren, ¿no?
—Una cosa no quita la otra, Ellie. Cuando te enfadas, no dices las cosas
tal y como las piensas. Siempre parecen mucho peores.
Tuve que contener una sonrisa un poco amarga. Mi hermano de veinte
años que hablaba como uno de setenta… nunca fallaba.
Y por eso lo queremos.
—Podríamos hacer alguna cosa —murmuré—. Prepararles una cena
romántica o algo así, ¿no?
—No creo que sea tan fácil, Ellie.
—Pero… no podemos quedarnos de brazos cruzados.
Pensé que iba a negarse de nuevo, pero, para mi sorpresa, dejó de
remover los cereales y me miró. Lo hizo de una forma muy particular que
pocas veces había visto en él. Casi con… determinación. Podía parecer una
chorrada, pero en Jay era algo muy inusual.
—Tienes razón —murmuró.
—¿La tengo?
—Sí. Vamos a echarles una mano.
Estaba tan pasmada que no supe qué decir. Ni siquiera había considerado
la posibilidad de que estuviera de acuerdo. ¡Nunca lo había hecho!
Jay se puso de pie y yo, todavía medio ida, me obligué a imitarlo.
—Pero no podemos hacerlo solos —añadió.
—¿No?
—No.
—Ah.
—Necesitamos ayuda, hermanita.
—¿De quién?, ¿de Ty?
—Bueno…, más o menos.
Jay
Voy a admitirlo: tener una distracción ayudaba. Esa discusión tan jodida
entre mis padres fue horrible, pero al menos me distraía del hecho de que
casi me había liado con un chico que tenía pareja; y del agobio que me
producía no poder dejar de pensar en ello. Y una parte de mí, la que me
hacía sentir peor, odiaba que Nolan me hubiera detenido.
Pero no era momento de pensar en ello, porque estábamos en casa de tío
Mike y teníamos compañía.
No había limpiado mucho la casa, pero al menos había hecho un caminito
entre los montones de ropa para que pudiéramos pasar, tanto nosotros como
los demás invitados; tía Sue y dos nuevas incorporaciones: nuestros tíos
Naya y Will.
Tía Sue se quitó un calcetín del pantalón con una mueca de asco.
—Por Dios, Mike…
—¡Oye, tú eres la que ha querido venir!
—¡Porque me lo han pedido!
—¿Y si nos calmamos y escuchamos a Jay y Ellie? —sugirió tío Will con
su calma habitual.
Sonreí, aliviado.
Papá y mamá solían hablar de los años en los que habían compartido piso
todos juntos. Bueno, tenía entendido que tío Mike no vivía exactamente con
ellos, pero eso daba igual. La cosa era que los consideraban unos de los
mejores años de sus vidas. Y sabía que les dolía haber tenido que dejarlos
atrás, por mucho que ahora también disfrutaran de la vida que tenían con
nosotros. ¿Qué mejor forma de arreglar su relación que recordarles por qué
había empezado?
Me acomodé un poco mejor en la alfombra. Ellie estaba a mi lado, tan
seria como debería estar una compañera de investigación. Delante de
nosotros, apretujados en el sofá y con Benny rebotando en sus cabezas, se
sentaban los cuatro mejores amigos de nuestros padres. Un cuadro, la
verdad.
—Os estaréis preguntando por qué os hemos llamado —dije finalmente.
—Me pregunto más bien por qué hay un hurón sobre mi hombro —
comentó tía Naya, pero suspiró en cuanto su pareja le echó una ojeada—.
Vaaale, perdón. No interrumpo más.
—Estamos preocupados por nuestros padres —dijo Ellie, ya sin
preámbulos—. Llevan un tiempo muy distanciados y anoche explotaron el
uno contra el otro. Queremos que vuelvan a… apreciarse un poco, no sé.
Tía Sue enarcó una ceja.
—Supongo que esto explica los gritos que oímos, entonces.
Me sorprendió que tío Mike no hiciera ninguna broma al respecto.
Siendo la persona que menos en serio se lo tomaba todo, no esperaba que,
precisamente él, permaneciera callado y atento a nuestras explicaciones.
—Nos gustaría saber qué cosas hicieron para enamorarse —proseguí—.
Qué…, no sé, qué le gustaba al uno del otro, cuál fue su primera cita, si
tenían alguna bromita habitual…
—Cosas que les recuerden por qué empezaron a salir —añadió Ellie.
—Exacto. Así podremos crearles una especie de…, em…, noche
temática para que hablen las cosas. Un poco condicionados para que todo se
encarrile bien, ya que estamos.
—Me parece una idea terrible —murmuró tía Sue—. Me apunto.
—¿De verdad? —pregunté, ilusionado—. ¿Y los demás?
El que más me preocupaba era tío Will, que solía ser la persona razonable
del grupo. Tanto podía estar de acuerdo al cien por cien como en contra.
Tanto podía decirnos que había que echarles una mano como que no era
asunto nuestro y que no deberíamos meternos.
Por suerte, optó por nuestra opción.
—Está bien —murmuró—. Seguro que algo se nos ocurre.
Ellie y yo intercambiamos una mirada cómplice. Era la primera en
muchísimo tiempo, y me hizo sentir sorprendentemente bien. Intenté no
darle más importancia.
Ellie
No eres consciente de lo mucho que habla la gente hasta que le das un
micrófono, ¿eh?
Veo que vamos bien.
Pensé que nuestros tíos nos harían un resumen rápido sobre lo que había
sido el inicio de la relación entre papá y mamá, pero… todo lo contrario.
Empezaron a hablar y hablar, a darnos detalles un poco innecesarios, a contarnos todas y cada una de las anécdotas que ocurrieron en ese piso…
Que si una vez tía Naya casi quemó la cocina, que si tío Will perdió el
diploma nada más terminar la graduación y luego resultó que papá se lo
había escondido, que si tía Sue se pasaba más tiempo en su habitación que
fuera de ella, que si tío Mike nunca había pagado un mes de alquiler, que si
papá había cambiado al conocer a mamá, que si mamá les echó tal bronca a
todos que no dejó a ninguno sin su pertinente regañina… Mi capacidad de
atención tenía un límite y lo encontré a la media hora, justo cuando
llegábamos a la parte en la que mamá admitía no haber visto ninguna
película. Oh, papá había contado eso demasiadas veces. No podía seguir
escuchando.
Por suerte, Jay era mucho más atento que yo y lo escuchó todo con sumo
interés. Incluso tomó notas, el muy insoportable. No sabía si me parecía
admirable o aborrecible. Era una mezcla de ambas.
Para cuando salimos de la casa de invitados, nuestros tíos seguían
discutiendo entre ellos sobre las fechas y la veracidad de algunas anécdotas.
Menos mal que a nosotros ya no nos afectaba.
—Cuánto hablan —protesté de camino a casa.
Jay sonrió de medio lado mientras repasaba sus notas.
—Solo con lo que me han dicho podría escribir varios libros.
—Nadie los leería.
Oye.
—Creo que tengo todo lo que necesito —añadió Jay al llegar a la puerta
del patio trasero—. Deberíamos empezar a trazar el plan cuanto antes, que
mañana tenéis vuestro primer partido y ellos estarán distraídos… Además,
yo tengo la fiesta de Beverly y debo ir sí o sí.
—Vale, vale. Hay que solucionarlo hoy. Lo pillo.
—Bien.
—Solo hay una cosa que no me convence.
—¿Cuál, Ellie?
—Eso de trazar un plan… A mí se me da mejor improvisar. Al menos,
cuando se trata de los demás.
—La situación es dramática y no nos podemos permitir un error. La
improvisación, mejor para otro día.
Suspiré con dramatismo y lo seguí escaleras arriba, hacia su habitación.
Vale, me equivocaba. Planificar era todavía más aburrido que escuchar.