Las luces de febrero

¡Manos a la obra!

Ellie
Apenas había pegado ojo en toda la noche. Ver a mis padres discutir de esa 
forma había sido mucho más fuerte que cualquier cosa que pudiera 
imaginarme. Alguna vez se habían peleado, sí, pero no a ese nivel. Nunca 
había visto a mamá llorando de esa manera. Nunca había visto a papá 
pálido y silencioso como esa mañana. Nunca había visto a Jay tan perdido 
que no sabía ni qué hacer. 
La noche anterior quise decir algo, pero no me salió nada útil. No sabía 
cómo mejorar la situación, y sentía que tan solo podía empeorarla. Quizá 
por eso me quedé en silencio absoluto y no hice nada. No dije que no era 
culpa de ninguno de los dos. No dije que, si se volvieran a hablar como 
antes, nada de aquello habría pasado. 
Por primera vez en mucho tiempo, me salté mi agenda y me quedé en la 
cama hasta que quise. No fue por un tiempo prolongado, pero sí el 
suficiente como para que, al bajar a desayunar, Jay me mirara con 
extrañeza. Estaba sentado a solas en la isla de la cocina frente a su bol de 
cereales, pero apenas les prestaba atención. 
En cuando me senté a su lado, mi hermano me miró de reojo. 
—¿Has podido dormir? 
—Ojalá. 
—Yo estoy igual. 
—Qué mierda todo. 
—Lo sé.

Durante unos segundos, el único sonido que nos acompañó fue el de su 
cucharita dando contra los bordes del bol. Hundí la cara en las manos, cada 
vez más desanimada. No soportaba vivir en ese ambiente. 
—¿Cómo han terminado así? —pregunté en voz baja. 
—Muchas discusiones pendientes, supongo. 
—Pero… ¿cómo pueden decirse todas esas cosas? Se supone que se 
quieren, ¿no? 
—Una cosa no quita la otra, Ellie. Cuando te enfadas, no dices las cosas 
tal y como las piensas. Siempre parecen mucho peores. 
Tuve que contener una sonrisa un poco amarga. Mi hermano de veinte 
años que hablaba como uno de setenta… nunca fallaba. 
Y por eso lo queremos. 
—Podríamos hacer alguna cosa —murmuré—. Prepararles una cena 
romántica o algo así, ¿no? 
—No creo que sea tan fácil, Ellie. 
—Pero… no podemos quedarnos de brazos cruzados. 
Pensé que iba a negarse de nuevo, pero, para mi sorpresa, dejó de 
remover los cereales y me miró. Lo hizo de una forma muy particular que 
pocas veces había visto en él. Casi con… determinación. Podía parecer una 
chorrada, pero en Jay era algo muy inusual. 
—Tienes razón —murmuró. 
—¿La tengo? 
—Sí. Vamos a echarles una mano. 
Estaba tan pasmada que no supe qué decir. Ni siquiera había considerado 
la posibilidad de que estuviera de acuerdo. ¡Nunca lo había hecho! 
Jay se puso de pie y yo, todavía medio ida, me obligué a imitarlo. 
—Pero no podemos hacerlo solos —añadió. 
—¿No? 
—No. 
—Ah. 
—Necesitamos ayuda, hermanita. 
—¿De quién?, ¿de Ty? 
—Bueno…, más o menos.

Jay 
Voy a admitirlo: tener una distracción ayudaba. Esa discusión tan jodida 
entre mis padres fue horrible, pero al menos me distraía del hecho de que 
casi me había liado con un chico que tenía pareja; y del agobio que me 
producía no poder dejar de pensar en ello. Y una parte de mí, la que me 
hacía sentir peor, odiaba que Nolan me hubiera detenido. 
Pero no era momento de pensar en ello, porque estábamos en casa de tío 
Mike y teníamos compañía. 
No había limpiado mucho la casa, pero al menos había hecho un caminito 
entre los montones de ropa para que pudiéramos pasar, tanto nosotros como 
los demás invitados; tía Sue y dos nuevas incorporaciones: nuestros tíos 
Naya y Will. 
Tía Sue se quitó un calcetín del pantalón con una mueca de asco. 
—Por Dios, Mike… 
—¡Oye, tú eres la que ha querido venir! 
—¡Porque me lo han pedido! 
—¿Y si nos calmamos y escuchamos a Jay y Ellie? —sugirió tío Will con 
su calma habitual. 
Sonreí, aliviado. 
Papá y mamá solían hablar de los años en los que habían compartido piso 
todos juntos. Bueno, tenía entendido que tío Mike no vivía exactamente con 
ellos, pero eso daba igual. La cosa era que los consideraban unos de los 
mejores años de sus vidas. Y sabía que les dolía haber tenido que dejarlos 
atrás, por mucho que ahora también disfrutaran de la vida que tenían con 
nosotros. ¿Qué mejor forma de arreglar su relación que recordarles por qué 
había empezado? 
Me acomodé un poco mejor en la alfombra. Ellie estaba a mi lado, tan 
seria como debería estar una compañera de investigación. Delante de 
nosotros, apretujados en el sofá y con Benny rebotando en sus cabezas, se 
sentaban los cuatro mejores amigos de nuestros padres. Un cuadro, la 
verdad. 
—Os estaréis preguntando por qué os hemos llamado —dije finalmente. 
—Me pregunto más bien por qué hay un hurón sobre mi hombro — 
comentó tía Naya, pero suspiró en cuanto su pareja le echó una ojeada—. 
Vaaale, perdón. No interrumpo más.

—Estamos preocupados por nuestros padres —dijo Ellie, ya sin 
preámbulos—. Llevan un tiempo muy distanciados y anoche explotaron el 
uno contra el otro. Queremos que vuelvan a… apreciarse un poco, no sé. 
Tía Sue enarcó una ceja. 
—Supongo que esto explica los gritos que oímos, entonces. 
Me sorprendió que tío Mike no hiciera ninguna broma al respecto. 
Siendo la persona que menos en serio se lo tomaba todo, no esperaba que, 
precisamente él, permaneciera callado y atento a nuestras explicaciones. 
—Nos gustaría saber qué cosas hicieron para enamorarse —proseguí—. 
Qué…, no sé, qué le gustaba al uno del otro, cuál fue su primera cita, si 
tenían alguna bromita habitual… 
—Cosas que les recuerden por qué empezaron a salir —añadió Ellie. 
—Exacto. Así podremos crearles una especie de…, em…, noche 
temática para que hablen las cosas. Un poco condicionados para que todo se 
encarrile bien, ya que estamos. 
—Me parece una idea terrible —murmuró tía Sue—. Me apunto. 
—¿De verdad? —pregunté, ilusionado—. ¿Y los demás? 
El que más me preocupaba era tío Will, que solía ser la persona razonable 
del grupo. Tanto podía estar de acuerdo al cien por cien como en contra. 
Tanto podía decirnos que había que echarles una mano como que no era 
asunto nuestro y que no deberíamos meternos. 
Por suerte, optó por nuestra opción. 
—Está bien —murmuró—. Seguro que algo se nos ocurre. 
Ellie y yo intercambiamos una mirada cómplice. Era la primera en 
muchísimo tiempo, y me hizo sentir sorprendentemente bien. Intenté no 
darle más importancia. 
Ellie 
No eres consciente de lo mucho que habla la gente hasta que le das un 
micrófono, ¿eh? 
Veo que vamos bien. 
Pensé que nuestros tíos nos harían un resumen rápido sobre lo que había 
sido el inicio de la relación entre papá y mamá, pero… todo lo contrario. 
Empezaron a hablar y hablar, a darnos detalles un poco innecesarios, a contarnos todas y cada una de las anécdotas que ocurrieron en ese piso… 
Que si una vez tía Naya casi quemó la cocina, que si tío Will perdió el 
diploma nada más terminar la graduación y luego resultó que papá se lo 
había escondido, que si tía Sue se pasaba más tiempo en su habitación que 
fuera de ella, que si tío Mike nunca había pagado un mes de alquiler, que si 
papá había cambiado al conocer a mamá, que si mamá les echó tal bronca a 
todos que no dejó a ninguno sin su pertinente regañina… Mi capacidad de 
atención tenía un límite y lo encontré a la media hora, justo cuando 
llegábamos a la parte en la que mamá admitía no haber visto ninguna 
película. Oh, papá había contado eso demasiadas veces. No podía seguir 
escuchando. 
Por suerte, Jay era mucho más atento que yo y lo escuchó todo con sumo 
interés. Incluso tomó notas, el muy insoportable. No sabía si me parecía 
admirable o aborrecible. Era una mezcla de ambas. 
Para cuando salimos de la casa de invitados, nuestros tíos seguían 
discutiendo entre ellos sobre las fechas y la veracidad de algunas anécdotas. 
Menos mal que a nosotros ya no nos afectaba. 
—Cuánto hablan —protesté de camino a casa. 
Jay sonrió de medio lado mientras repasaba sus notas. 
—Solo con lo que me han dicho podría escribir varios libros. 
—Nadie los leería. 
Oye
—Creo que tengo todo lo que necesito —añadió Jay al llegar a la puerta 
del patio trasero—. Deberíamos empezar a trazar el plan cuanto antes, que 
mañana tenéis vuestro primer partido y ellos estarán distraídos… Además, 
yo tengo la fiesta de Beverly y debo ir sí o sí. 
—Vale, vale. Hay que solucionarlo hoy. Lo pillo. 
—Bien. 
—Solo hay una cosa que no me convence. 
—¿Cuál, Ellie? 
—Eso de trazar un plan… A mí se me da mejor improvisar. Al menos, 
cuando se trata de los demás. 
—La situación es dramática y no nos podemos permitir un error. La 
improvisación, mejor para otro día. 
Suspiré con dramatismo y lo seguí escaleras arriba, hacia su habitación. 
Vale, me equivocaba. Planificar era todavía más aburrido que escuchar.



#11054 en Novela romántica

En el texto hay: amor, amistad, baloncesto

Editado: 04.01.2024

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