Las luces de febrero

El primer partido

Jay 
Por la mañana, bajé las escaleras con la tensión cargada en los hombros. 
Había dormido mejor que la última noche, aunque los nervios aún me 
impedían descansar al cien por cien. No sabía qué me encontraría al entrar 
en la cocina. Cuando la noche anterior habíamos vuelto a casa, papá y 
mamá ya se habían ido a dormir y no habíamos tenido ningún tipo de 
respuesta a nuestro plan. 
En la cocina, me encontré a Ellie ya vestida en su uniforme de 
baloncesto. Ty también llevaba uno puesto, aunque el gorrito de entrenador 
lo diferenciaba del resto. Papá era el único que iba vestido normal. Y de 
mamá no había noticias. 
Mala señal. 
Al sentarme entre mis hermanos, los miré de forma significativa. 
Necesitaba una respuesta. Ninguno de los dos pudo dármela. 
—Buenos días —murmuré. 
Esperé que la cara de papá, al menos, pudiera darme una pista sobre qué 
había pasado. No fue así. Tenía la misma expresión cansada de cada 
mañana. 
—Buenos días, Jay —dijo como si nada, y continuó removiendo el café. 
Sin saber qué otra cosa hacer, me serví una tostada ya un poco fría y le di 
un mordisco. Así, sin mantequilla ni nada. Necesitaba distraerme con algo, 
y comer parecía la única opción disponible. 
—¿Nerviosos por el partido? —sugerí con una sonrisa algo temblorosa.

—Los ganadores no sienten nervios —aseguró Ty, muy serio. 
—Pues yo estoy acojonada —murmuró Ellie. 
Papá le dirigió una miradita de advertencia. 
—Perdón…, muy asustada —se corrigió. 
Volvimos a quedarnos en completo silencio. ¿Por qué me sentía 
responsable de sacar una conversación en medio de aquel cuadro? 
Porque nadie más va a hacerlo. 
—Me encantaría ir a veros —dije en un tono que, a mi pesar, no me salió 
demasiado neutral—, pero justo hoy es el cumpleaños de Beverly y tengo 
que echarle una mano con las preparaciones. 
—Mejor que no vengas —aseguró Ellie entre dientes—, seguro que 
haremos el ridículo… 
Papá, de nuevo, le dirigió una miradita significativa. 
—Esa no es la actitud, jovencita. 
—Cada vez que me llamas «jovencita» envejeces cinco años. 
—¿Quién está envejeciendo cinco años? 
La voz de mamá me provocó tensión y alivio a partes iguales. Por un 
lado, me alegraba de que alguien más estuviera ahí, porque así no tenía que 
ser yo quien tomara la iniciativa en todo. Por otro lado…, bueno, si lo de 
anoche no había funcionado, aquello resultaría muy incómodo. 
Sentí la tensión emanando de mis hermanos. Supuse que en mi caso 
también se notaba a leguas. 
Hora de la verdad. 
Mamá se detuvo junto a papá, pero no se tocaron. Ni siquiera se miraron. 
Oh, oh. Tragué saliva. Ella se sirvió una taza de café, tan tranquila, y luego 
se volvió para mirarnos. 
—Buenos días, chicos —murmuró tras darle un sorbito. 
Nadie respondió. Papá observaba nuestras reacciones y esbozó una 
sonrisa divertida. 
—Parece que no les queda nada que decir —comentó. 
—Después de lo de anoche, creo que se han quedado sin palabras. 
Miré a Ellie por el rabillo del ojo. Luego, a Ty. No sabía cuál de las dos 
caras era peor. Tan solo estaba claro que nadie diría nada. 
—Em… —murmuré tras la sonrisa más incómoda de mi vida—. ¿Esto 
quiere decir que no os gustó? 
—¿Cenar con vuestros tíos? —preguntó papá—. Tengo mejores ideas para un viernes por la noche, la verdad. Y mucho más tranquilas. 
—Oh, em… 
—Claro que nos gustó cenar con ellos —interrumpió mamá, divertida—. 
¿Por qué no se lo dices directamente, Jack? Los pobres niños están 
sufriendo. 
—Ah, pero es que un poco de sufrimiento le da sentido a mi alma. 
—Qué malo eres. 
Espera, esa interacción no era agresiva. Noté que se me relajaban un 
poco los hombros, pero, aun así, no me permití bajar la guardia por 
completo. 
—Lo siento si fue muy invasivo —dije como portavoz oficial del grupo, 
ya que mis hermanos se habían llenado las bocas de comida para no tener 
que hablar—. Solo queríamos que recordarais todos esos momentos tan 
bonitos. Pensamos que sería una buena forma de…, no sé… 
—¿De hacer las paces? —sugirió papá con una ceja enarcada. 
Tras dudar unos segundos, los tres asentimos a la vez. Ellos 
intercambiaron una mirada. No era tensa, pero tampoco tan alegre como nos 
habría gustado. ¿Eso era mala señal? 
—Las cosas no son tan fáciles —admitió mamá—, pero sí que nos disteis 
la oportunidad de hablar un poco. Y creo que nos hacía falta. 
—¿Sí? —preguntó Ty, esperanzado. 
Su reacción nos sorprendió un poco a todos. 
—Sí —afirmó papá—. Y, de hecho, uno de los temas de conversación fue 
el cumpleaños de Ellie. 
Mi hermana casi murió atragantada por un cereal. Alarmada y tosiendo, 
se señaló a sí misma. 
—¿M-mi…? 
—Tu fiesta, sí. —Mamá suspiró—. Vamos a confiar en ti, Ellie. 
—Bueno, y en tus hermanos. En los tres juntos. 
—Aprovecharemos esa noche para salir y hacer un plan a solas. La casa 
será vuestra. 
Ellie abrió mucho los ojos. Se estaba conteniendo para no esbozar una 
sonrisa malvada. Eso sí que era mala señal. 
—Estamos confiando en vosotros —nos advirtió papá. 
—¡Y no os arrepentiréis! —aseguró Ellie, entusiasmada—. ¡Será la fiesta 
más aburrida y tranquila del mundo!

—¿Por qué todo el mundo relaciona lo tranquilo con lo aburrido? — 
protestó Ty—. A mí me gusta. 
—Eso dímelo cuando estés gritando en mitad del partido. 
—Hablando del partido… —Papá miró la hora en el móvil y luego negó 
con la cabeza—. Hora de empezar a irse, equipo. 
—¡No me ha dado tiempo a desayunar! —protestó Ty. 
A modo de resolución, papá se hizo con un bollo y se lo puso en la boca 
a Ty. Este, muy airado, los siguió hacia la puerta. Mamá les iba deseando 
suerte y les aseguraba que todo saldría bien, mientras que yo solo los 
observé en silencio. 
Una vez a solas, contemplé a mamá con curiosidad. Ella me sonrió. 
—Así que la sudadera y todo, ¿eh? 
Enrojecí un poquito, avergonzado. 
—Fue… idea de los tres. 
—Fue un detalle muy bonito, desde luego. 
—Entonces ¿os gustó? 
—Claro que nos gustó, Jay. Es solo que… —Mamá, tras un suspiro, fue a 
sentarse en el taburete que Ellie acababa de vaciar. Luego me miró con una 
pequeña sonrisa—. Entiendo que os esforzarais y me pareció muy bonito, 
pero creo que es algo que debemos solucionar tu padre y yo. Aunque… 
admito que lo de tus tíos fue todo un detalle. 
—No sabía si a papá le gustaría mucho. 
—Oh, claro que le gusta. Finge que no para hacerse el duro, pero es tan 
sensiblón como tú y yo. Nos lo pasamos muy bien todos juntos. Fue una 
manera muy tierna de recordar todos esos años. 
—Me alegro. 
Mamá me puso una mano en el hombro y me dio un apretoncito cariñoso. 
—El día del concierto… fui muy dura contigo. Estaba preocupada por 
Ty, pero sé que eso no es excusa. Está bien que tengas tu vida y salgas por 
ahí, Jay. Tienes veinte años y mucha diversión por delante. Pero… avísanos, 
¿vale? No dejes que pase un día entero sin que sepamos nada de ti. Solo te 
pido un mensaje. Un «Mamá, sigo vivo» para que yo pueda continuar con 
mi día con tranquilidad. 
Asentí con la cabeza, divertido. 
—Está bien. 
—¿Irás a ver a tu abuela?



#11054 en Novela romántica

En el texto hay: amor, amistad, baloncesto

Editado: 04.01.2024

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