Las memorias del Duque [larry Stylinson]

Capítulo 1.

♕ CAPÍTULO 1. UN PRÍNCIPE NO TAN FELIZ 

Cuando Oscar Wilde publicó en 1888 su obra "El Príncipe Feliz", Harry no pudo evitar sentirse directamente afectado con aquella breve historia que había culminado en menos de media hora. Fue como si leyese una descripción exacta de cómo se sentía: tan bonito por fuera y tan miserable por dentro, con un corazón de hojalata que le imposibilitaba sonreír y solo le consentía llorar.

Se había vuelto un hábito, casi algo religioso, el identificarse con cualquier libro que leyese. A su propia opinión, era la forma más patética de sentirse entendido... si las personas no podían ofrecérselo, las palabras impresas tal vez podían.

Harry colocó su taza de porcelana — con la que hubiese estado jugueteando cual llavero, sin importarle siquiera que era un regalo de los reyes de España — sobre la bandeja de plata, donde se hallaba un juego de té a su disposición. Una de las criadas lo había llevado hacía al menos una hora atrás, con la esperanza de complacer al joven príncipe, quien de cuando en cuando superaba los estándares de exigente. No se le podía culpar por ello, desde muy joven se había acostumbrado a que cumpliesen hasta el más estúpido de sus caprichos.

No cabía duda que la criada supo cómo hacer su trabajo: la leche estaba a la temperatura que le gustaba y no existía rastro alguno de impurezas en su té que pudiesen perturbarlo; en un tarro se hallaba el azúcar en forma de pequeños cubitos brillantes y no como simple polvo, las cucharas se juzgaban recién lustradas y la servilleta de tela blanca estaba ubicada en el lado izquierdo de la salvilla, no en el derecho como su descuidada servidumbre solía ponerla. Incluso la pila de tartaletas — que no gustaba acompañar con su bebida — habían sido acomodadas en forma de ruleta, formando una extraña estrella de cinco picos.

Lástima que el último deseo del príncipe era degustar aquel brebaje caliente. Su centro de atención era el tablero de ajedrez sobre su escritorio y el rostro confundido de su mayordomo, Javier, quien apenas tenía idea de lo que estaba pasando. Harry era muy conocido por ser muy volátil — a veces gustaba de convivir con el mundo exterior y llamaba a la servidumbre para que se unieran a cualquier actividad que realizase y otras, prefería encerrarse en sus aposentos o la biblioteca. La última ocurría la mayor parte del tiempo, por lo que siempre que "amanecía de buen humor", nadie sabía cómo reaccionar.

— ¿Cuál consideras que es la mejor apertura? — preguntó Harry, sin apartar la mirada del tablero —. ¿El gambito danés o la defensa siciliana? La primera es básicamente una coreografía de veintitrés pasos, si nos basamos en la partida de Hermann contra Munk en 1870, donde básicamente los alfiles tiene el protagonismo — conforme hablaba, jugaba tanto blancas como negras, con tanta rapidez que Javier apenas era capaz de procesar sus movimientos —. Incluso se sacrifica a la dama, cuando es una pieza mayor en el ajedrez.

Harry dejó caer con suavidad su espalda sobre el revés de la silla y admiró su obra maestra. Había estudiado la jugada por semanas, paso por paso y poniéndola en práctica hasta aprenderla de memoria y encontrarle un sentido.

Muchos no lograban comprender el gusto tan apasionado del joven príncipe por el ajedrez, mucho menos su obsesión por perfeccionar su estrategia cuando su interés por participar en torneos o competir contra otros jugadores de forma extraoficial, era prácticamente nulo. Pero aquello no le importaba a Harry, para él el ajedrez era la distracción más efectiva para controlar su ansiedad y no caer en la tentación de hurtar en los cajones de la reina y robar un poco de sus reservas de opio.

— Por otro lado, tenemos la defensa siciliana: agresiva, respetada por todos los ajedrecistas del mundo sin importar su nivel y básicamente una veterana — recargó el mentón sobre el puño de su mano izquierda y tocó un piano imaginario con la derecha, era su tic más característico —. No sé si lo sabías, pero ésta fue inventada por un sacerdote italiano llamado Pietro Carrera, o al menos eso es lo que afirmó Jacob Henry Sarratt en el siglo XVIII. Aún tengo mis dudas — tomó el peón de rehén y lo admiró cual piedra preciosa —. Es curioso cómo fue considerada como una defensa menor hasta después del encuentro de Luis Carlos de Bourdonnais y Alexander McDonnell en el treinta y cuatro, cuando hoy en día es de las más importantes y usadas — se dirigió hacía Javier —. ¿Tú qué opinas?

— ¿Yo...?

El nerviosismo impregnó la voz del mayordomo de una forma casi vergonzosa, demasiado cómica para resultar el mejor de los chistes. Sabía que cualquiera se reiría de él en una situación así — es decir, había sido intimidado por un joven con rostro angelical sin siquiera intentarlo—, menos el príncipe, y no porque fuese un ser bondadoso, sino porque parecía carecer de expresión alguna.

O al menos de alguna que fuese amena pues apenas escuchó el balbuceo del mayor, Harry rodó los ojos con fastidio.

Odiaba que sus conversaciones no fueras orgánicas, que cada persona que se le acercase — lo cual era una formalidad, debido a que el príncipe era conocido por su selectividad tan severa, al punto de ser considerado como inalcanzable — pensase más de dos veces sus respuestas sin importar si la pregunta era acerca del clima.

En pocas palabras, odiaba que nadie fuese capaz de mantener una conversación real con él.

— No hay nadie más en la habitación que tú y yo, Javier — adentró la mano en el bolsillo interno de su levita negra y sacó una cajetilla de cigarros, pese a la expresión de disgusto de su acompañante. No iba a encenderlo, pues no le apetecía empapar su ropa con el olor a tabaco, solo quería tener algo entre sus manos —. Así que dime, ¿cuál es, a tu consideración, la mejor apertura? Yo soy incapaz de elegir, ambas poseen una sencillez tan severa, que al mismo tiempo pareciese que son algo más allá de este mundo.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.