Una deuda que cobrar.
POV. ADRIAN.
Respiro hondo, aprieto los puños y escondo las jodidas ganas de salir corriendo de la habitación.
Siento a mi padre mirarme y por eso elevo el mentón, fingiendo que ver cómo le apuntan a un hombre no me tiene temblando de miedo.
—Espera —detuvo mi padre y el policía baja el arma.
Con saco y corbata, como recién salido de un discurso televisivo, mi padre se acerca al hombre poniéndose de cuclillas para verlo a los ojos.
—¿Me dirás de dónde sacó Snowllan los fondos para su campaña?
El hombre traía la mandíbula partida de tantos golpes, su cara ya estaba irreconocible cuando intentó formular alguna palabra.
Quise intervenir, pero sabía que no me traía nada bueno...
—¿Lo hizo de forma limpia? —volvió a inquirir mi padre—. ¿Sin nada incriminatorio?
El secretario del senador Snowllan negó levemente.
—Mierda... —masculló mi padre al no tener la respuesta que esperaba.
Entonces, se enderezo lentamente pidiéndole el revólver al jefe de policía Stonw.
—Adrián, tu turno.
Lo dijo como si fuera un juego de niños, que si no demostraba que lo disfrutaba iba a contradecirlo.
Me moví, no sé como pero lleno de angustia. Mi cuerpo se puso en modo automático acercándome a mi padre y mi cerebro se apagó.
Tome el arma, quite el seguro y apunte.
A la cabeza como me habían enseñado.
«No me mires» rogué «No levantes la mirada»
Escucho un murmullo.
—Por fa...
Apenas capto el movimiento cierro los ojos y mi cerebro hizo lo demás. El silenciador no ayudó a callar el disparo y el líquido que salpica mi cara desencadena la cascada de vomito que cae sobre el cadáver.
—¡Que estomago tan débil! —Se burlo el jefe de policía mientras los demás policías lo seguían con risas enfermizas.
—¡Es joven aun! Ya se endurecerá —quiso justificar mi padre, pero no paraba de reírse.
No importa cuántas veces haga esto, me da náusea la sangre, jalar del gatillo y seguir revolcándome en el lodo de mi familia.
Esta es mi vida.
Me ha tocado crecer en donde pocos tendrían los huevo para sobrevivir, en el lado oscuro de la perfección. Aparentar frente a las cámaras y hacer cumplir las órdenes de mi padre en las sombras.
No pedí nacer así, si pudiera desear algo sería salir de este agujero.
No puedo ser débil, no puedo demostrarlo.
Mi único cable a tierra es repetirme a mismo: Soy Adrián Greed, hijo de un respetado senador, candidato a las grandes ligas y heredero del legado Greed.
Por eso me tiene en las sombras.
Ningún político es limpio y a mí me tocó el más cochino y corrupto como padre.
Mientras los grandes cabecillas del gobierno me ven como un heredero ejemplar, el país me considera un rumor, algo no confirmado, pero ya sabido, como un secreto a voces.
Se sabe de mi existencia porque de alguna forma captaron a mi madre embarazada, desde ese momento mi padre me vio como una desventaja antes los enemigos, como un punto débil que debía de mantener escondido para que nadie de la familia saliera lastimado.
—Que pérdida de tiempo... y de dinero —suspiró mi padre palmeando mi espalda—. ¡Vamos con tu madre, muchacho! Seguro preparó algo sabroso.
—¡Invite cenador! —vociferó su fiel amigo
A lo cual, mi padre le siguió el juego.
—Claro, el viernes para ver si así recupero lo que me robaste en la última ronda de póker.
Póker.
Esa palabra secuestra mis pensamientos. Ese simple juego de carta es lo único que me desconecta de mi realidad, lo que me hace entender que pierda o gane sigo siendo un cualquiera.
Una persona normal, como desearía verme.
Tengo diecisiete años en un mundo donde desde que das el primer paso de vida tienes que inspirar respeto y suprimir emociones.
Me obligaron a ser el villano en todas las versiones. Ni siquiera me pueden dar el beneficio de la duda, de ser la víctima en una historia bien contada.
Con tantas muertes en mis manos y negocios ilegales en mis hombros a tan temprana edad imposible darme esos lujos.
Hoy conoceré a Wolf.blood, mejor conocido como Nayet Maslow de 16 años de edad.
No sé si es un imbécil o la persona más brillante que he conocido, pues consiguió estafar a los jugadores de mi padre.
Pero su suerte no pudo contra mí, recuperé todo lo que nos quitó y conseguí ponerlo en deuda con nosotros.
—¿Ya lo tienes? —le pregunto al único tipo de los mercenarios de mi padre que le tengo confianza.
Me pasa una serie de fotos, en la mayoría se le ve cerca de una chica pelirroja de la cual no pongo mucha atención.
—Pudimos interceptar su teléfono rápidamente, pero con un mensaje sabemos dónde estará esta noche.
—¿Una fiesta? —leo el mensaje.
—Su amiga es Megan Wesley —tampoco me interesa ver su foto—. Él estará ahí.
Es lo único que me importa.
—¡Ponte guapo, Freddy! —animo, intentando quitarle la cara larga—. Dile a tu señora que llegaras tarde.
Mientras me alejo escucho como me insulta.
—¡Te oí!
—¡Ven y te lo digo en tu cara! —grita de vuelta.
Voy directo al comedor cuando mi padre me manda un mensaje avisando que la cena esta lista.
—¡Espero les guste! —anima mi madre dándome un sonoro beso en la cabeza.
Frente a ella fingimos ser decentes, mi padre sonríe y le cuenta animadamente de su día haciéndolo verlo como una charla amistosa en vez de un asesinato.
—¡Que locura! ¿en serio le dijiste eso?
—Bueno, no... exagero para quedar bien contigo, primor. Solo baje la cabeza y esperamos a que terminaran de hablar para irnos. ¿Verdad, Adrián?
Dejo el teléfono a un lado para responder lo mismo de siempre.
—Si, papá.
Queda satisfecho y mi madre se traga el cuento, una vez más.
Ella es muy buena para estar con un demonio como él.
—Por cierto —habla mi padre cuando mi madre recoge los platos y nos deja solos. Me pasa una hoja con una lista de nombres—. Estos son los únicos instituto que permiten cambio en el último año de preparatorio, gracias a tu expulsión anual nos dejas sin opciones.
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Editado: 29.09.2024