Las mentiras de Adrián.

CAPÍTULO 5.

Acusaciones.
Parte I.

POV. NOVA.

—Buenos días, Nova.

—Buenos días.

Le devuelvo el saludo y me abstengo de decir su nombre (no sé cuál es).

Megan está a mi lado, acompañándome a mi casillero, con los ojos metidos en su teléfono sin prestarle atención a sus seguidores, a quienes tanto le digo que no ignore.

Gracias a esos monos tiene su famita como escritora, y parece no agradecerles.

—Se te va a reventar la cara —se burla la muy cínica, recostada en la taquilla.

Y sin quitar la sonrisa, respondo:

—Quiero descubrir al maldito que publicó esta mierda y hacerle comer de la basura.

Reproduzco el video donde vomito sobre una chica. Megan se ríe a carcajadas, lo que solo alimenta mi rabia.

Tengo la cara engrapada en una sonrisa; si la suelto, verán lo cabreada que estoy, y eso no me ayudará a atrapar al responsable.

Se va a arrepentir.

—Buenos días —canta una voz a mi espalda, poniendo un jugo de arándano frente a mí.

Vi a Megan sonreír antes de darme la vuelta y ver al pobre enamorado.

—¿Sabes? Justo se me antoja algo de beber.

—Si fuera tu novio, nada te faltaría.

Dylan se inclinó con sus labios en una fatal mueca de pato que esquivo.

—Muchas gracias, Dylan —acepto su ofrenda—. Vamos, negra.

Megan se guarda el teléfono, pero no la sonrisa. Cuando pasa por al lado del chico, le palmea el hombro, compadeciéndolo.

—¿Cuántas veces lo has rechazado? —ríe, robándome el jugo.

—No sé, pero con comida no va a comprarme.

—Parece ser un buen chico; es guapo, no tiene malas notas, y con estos tres años insistiendo, se ve leal.

—Sí, pero no me gustan los rubios.

—No sabes cuánto me voy a reír el día que te enamores de uno.

Y solo por eso, le quito mi juguito.

—No digas mamadas.

Mi teléfono suena con un mensaje y al mismo tiempo Megan saca el suyo con el mensaje de Debrah.

—El director nos llama —lee ella.

Apenas es el primer día, no hemos hecho nada malo, creo.

Nos damos la vuelta en dirección a la oficina, pero solo yo tengo la suerte de que me choquen y me tiren la bebida encima.

—¡Ay! ¡Perdón, lo siento!

El chico se vuelve un manojo de nervios intentando arreglar la situación, que solo empeora.

—Basta, no haces nada con eso —lo aparto, observando el estado de mi camisa.

Mal día para usar blanco.

—Yo sí veo que funciona tocarte las tetas.

—Cállate, Megan.

Se salva porque estamos en público y no puedo gritarle.

—¡En serio, lo lamento! no sabía que te darías la vuelta. ¡Ten!

Rápidamente se quita la sudadera, y me quedo muda con el cuerpo tonificado que deja ver.

—Oye, no es necesario que te desnudes.

—Póntelo, por favor.

Miré a Megan de reojo, quien se veía fascinada con la escena.

—¿Eres nuevo? —acepto la sudadera para ponérmela después.

—Sí, y... lo siento mucho, de nuevo.

—Fue un accidente, solo es ropa —una ropa de marca que cuesta más que todo lo que lleva puesto—. Ella es mi amiga Megan y yo me llamo Nova. ¿Tú?

—Luke —respondió de inmediato.

—Bueno, Luke, bienvenido a Belmont.

Con eso me despido, recordando que el director nos espera. Megan me sigue sin quitar ese gesto que me resulta molesto.

—¿Y eso que no le dijiste nada ni juraste vengarte?

—Lo dejé pasar solo porque es guapo.

Llegamos a la oficina del padrino de Debrah, quien me ve y pregunta lo evidente:

—¿Qué te pasó? —el hombre abre los ojos, exagerando su preocupación.

—Un pequeño accidente, pero ¿ocurrió algo? ¿Hicimos algo?

Eduardo frunce los labios.

—Lo averiguaremos.

Miré a Debrah, que no levantaba la mirada del suelo y solo jugaba con sus dedos.

—No quiero que piensen que tengo algo contra ustedes, pero en estos diez años se han criado en mi oficina. Nunca vienen si no es para nada bueno.

—Para nuestra defensa... —comienzo.

—No, no se pueden defender. Lo que se les acusa es sumamente grave, y si no lo canalizo como se debe, podría involucrar a la policía.

Picoteo la pierna a Megan para que intervenga.

—Señor Carlos, ¿podría decirnos de qué se nos acusa ahora?

—Megan, sé que eres la más sensata de las tres, así que quiero que respondas sinceramente: en tu fiesta de cumpleaños, ¿hubo drogas?

Megan no podía creer la pregunta, Debrah estaba estupefacta, y en medio del tenso silencio, solo a mí se me pudo ocurrir reírme.

—Carlos, ¿es en serio? ¡Ni siquiera hubo alcohol! Puede preguntarle a quien sea.

Mentí, pues estaba segura de que nadie se atrevería a contradecirme y cavar su propia tumba.

—Carolina está haciendo fuertes acusaciones —se inclinó al intercomunicador—. Señorita Alice, ¿podría buscar a Carolina Villagram? Gracias.

El nombre de Carolina resplandece en rojo en mi mente mientras mantengo la sonrisa más pacífica que he practicado.

—Carolina... no recuerdo que su nombre estuviera en la lista de invitados.

Busco apoyo en mis amigas, que me siguen el hilo. Saco el teléfono, fingiendo buscar algo.

—Carlos, en la fiesta no estuvo Carolina. ¿Ustedes la recuerdan?

—No —responde Megan con toda la seguridad que Debrah no puede demostrar.

Me acerco al escritorio, liderando este problema para salir ilesas.

—Carlos, sé por dónde va esto —el director levanta una ceja inquisitivo—. Carol no fue invitada y por eso inventa todo esto. Y si anda diciendo por todo el colegio que somos unas drogadictas, ¡ella es la que debería estar aquí, no nosotras!

—Baja la voz.

Esa orden fue la señal para empezar el show.

—¿Cómo me pides que me calme? —empiezo a romperme la garganta como si esto de verdad me estuviera afectando—. Esa acusación nos puede arruinar la vida. Megan es casi una figura pública, arruinaría su futuro. Y a Debrah la podrían descalificar del equipo de porristas y ensuciar su expediente. ¡Yuxtam es su sueño!




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