Ayúdame.
POV. NAYET.
No he pegado el ojo desde la fiesta de Megan. Llevo días rompiéndome la cabeza buscando una salida, algo que no arrastre a nadie más. Pero hay una variable que no puedo ignorar.
Nova.
Adrián parece gustarle y no la dejara así de fácil.
Sé que puedo contar con ella, y lo único de lo que me arrepiento es no haberle contado todo lo que me está pasando desde antes.
—Subo la apuesta.
—Voy —igualo sin mirar mis cartas.
Miro al hombre frente a mí, rebosante de soberbia y arrogancia. Sé que está seguro de su victoria; su confianza y actitud de mierda lo delatan.
Rompo mi trío de ases. Me quedo con lo que hay sobre la mesa y muestro mis cartas.
—¡¿Pareja de cincos?!
Mi oponente apenas puede contener la burla. Su risa resuena como un eco desagradable en la sala. Siento las miradas clavarse en mí.
—¿De verdad sabes lo que estás haciendo, muchacho? ¿Al menos sabes jugar póker?
Lanza su trío de nueves sobre la mesa con un movimiento teatral y recoge sus fichas. Podría haberle ganado, otra vez.
—Anda, niño. Haré esto más corto para que me traigan un rival digno —el cerdo empuja el castillo de fichas hacia el frente—. Apuesto todo.
El dolor en mi hombro se intensifica cuando siento la mano de Adrián.
—Se retira —aboga, su voz está cargada de una ira contenida.
—Voy —acepté, moviendo lo poco que tengo al centro de la mesa.
Adrián aprieta más fuerte, sus dedos se clavan en mi piel. Me esfuerzo por apartar su mano mientras recibo mi nueva mano de cartas.
Observo, analizo y cuento.
Antes de que pueda descartar una, Adrián se inclina hacia mí y me advierte:
—Después de esto, te llevaré a que veas cómo se hace un "guiso".
—¿Quieres continuar, muchacho? —pregunta el hombre, su tono cargado de confusa preocupación.
—Sí —respondo firme.
El hombre lanza una mirada a Adrián y sonríe.
—Adrián, no mates al chico —se burla—. Es bastante guapo, tal vez pueda sacarle algo de provecho.
Apreté las cartas entre mis manos para contener el impulso de romperle la nariz a ese cerdo repugnante.
—Voy a tener que desistir, Don Sergio —interviene Adrián, riendo mientras me peina el cabello con una familiaridad que me asquea—. Si algo le pasa a este chico, mi futura novia se pondría triste.
El rechazo no le agradó, no oculta su disgusto, tirando sus cartas con furia.
—Full.
—Escalera de color —remato, dejando caer mis cartas en la mesa.
El viejo mira las cartas, luego me mira a mí, después a Adrián, y finalmente vuelve a enfocarse en mí antes de abalanzárseme encima.
—¡Me engañaste! —grita, su voz rota por la desesperación de alguien que sabe que lo ha perdido todo.
—Suéltalo —ordenó Adrián, apuntándole a la cabeza mientras terminaba su trago.
—Tú... maldito hijo de... —Las palabras mueren en su boca cuando escucha el sonido del seguro de la pistola desactivarse.
—No lo voy a repetir, Sergio. Firma el cheque y vete de aquí.
El viejo me suelta de golpe, empujándome hacia atrás. Se tambalea por un momento, pero recupera la suficiente de su dignidad para firmar el cheque, sin apartar la mirada de mí en todo el momento.
Treinta mil de ganancias.
Treinta mil menos de mi deuda.
—Ira a buscarme —no fue una pregunta, es una afirmación.
—Mientras estes conmigo, nadie te hará nada.
Adrián se sienta a mi lado, sonriendo con esa expresión ambigua que siempre me pone en guardia.
—Lo admito: no te tenía fe —dice, palmeándome la espalda—. Ganaste más de lo estimado.
—Me ibas a llevar a ver cómo cocinan a una persona viva —espeté, recordando la amenaza que aún no puedo quitarme de la cabeza.
Adrián suelta una carcajada profunda.
—¡Estaba bromeando!
El eco de su risa sigue resonando en mis oídos. Pero no puedo evitar pensar que todo esto —el juego, la deuda, el peligro constante— es más real de lo que me gustaría aceptar. Salir de esto ileso... se está volviendo cada vez más difícil de lo que imaginaba.
POV. NOVA.
—Nova —la voz de Alexandra me arranca de mis pensamientos, y levanto la mirada con una amplia sonrisa—, te envían esto.
La carta en su mano me causa risa y la tomo por compromiso, dándole las gracias.
—¿Nuevo admirador? —se burla Nayet, sentándose en mi mesa.
—No estoy para estas cursilerías.
Rompo la carta en el momento en que la campana suena, sin ni siquiera molestarme en leerlo.
—¿Quieres pasar la tarde en mi casa?
¿Que si quiero? No, ni lo tenía en mente, pero... una sonrisa forzada se dibuja en su rostro.
Conozco lo suficientemente bien a mi amigo para saber que: el tono meloso es una indirecta, y la vena palpitante en su frente confirma que está molesto.
Eso es lo malo de ser "el chico perfecto": no puedes permitirte mostrar nada más que una maldita sonrisa.
—Si me compras un postre, me lo puedo pensar —comparto su falsedad.
Está claro que quiere hablar en privado, y la chusma de Belmont no es un público discreto.
Cuando me levanto de mi asiento, me doy cuenta de que el loquito guapo está en la puerta mirándome. Imagino que me está esperando, porque ignora por completo a las demás chicas que tratan de captar su atención.
—¿Qué tiene tu amigo conmigo? —le pregunto a Nayet, mientras se cuelga mi bolso al hombro.
—Para empezar, no es mi amigo —replica—. Y preferiría que te mantuvieras lejos de él.
—¿Por qué?
—Es peligroso, Nova —abro los ojos, intrigada, y al instante me borra la sonrisa—. No lo digo en broma. En serio, mantente alejada de él.
—¿Por qué se alejaría? —interviene el chico, acercándose con una sonrisa encantadora, la clase de sonrisa que te hace olvidar cualquier advertencia.
—Porque dice que eres malo para mí —respondí, apoyando mi mano en la mesa del profesor, dándole a entender a Nayet que me quedaría haciendo exactamente lo contrario a lo que me pidió.
#6511 en Novela romántica
#594 en Otros
#594 en Humor
secretos amistad comedia diversion drama, adolescente amor badboy odio felicidad, romance acción mafia
Editado: 24.11.2024